La naturaleza del poder de Dios es un tema central a lo largo de toda la Biblia. Desde la narrativa de la creación en Génesis hasta el regreso triunfante de Cristo en Apocalipsis, las Escrituras están repletas de versículos que exaltan la omnipotencia de Dios. Un versículo que captura profundamente la esencia del poder incomparable de Dios se encuentra en el libro de Jeremías:
"¡Ah, Señor Soberano! Tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y tu brazo extendido. Nada es demasiado difícil para ti." (Jeremías 32:17, NVI)
Este versículo, ubicado en el contexto de la oración de Jeremías, sirve como testimonio del poder ilimitado y la autoridad creativa de Dios. Jeremías, a menudo referido como el "profeta llorón", vivió durante un período tumultuoso en la historia de Israel. A pesar de la inminente ruina y destrucción que enfrentaba Jerusalén, la declaración de Jeremías sobre el poder de Dios se erige como un faro de esperanza y seguridad.
La frase "tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y tu brazo extendido" apunta directamente al papel de Dios como Creador. Los cielos y la tierra, en toda su vastedad y complejidad, son obras de Sus manos. Esta narrativa de la creación se refleja en los capítulos iniciales de Génesis:
"En el principio Dios creó los cielos y la tierra." (Génesis 1:1, NVI)
El relato de la creación no es meramente un registro histórico, sino una profunda declaración teológica sobre la omnipotencia de Dios. El mismo acto de creación ex nihilo (de la nada) subraya el poder inigualable de Dios. A diferencia de los seres humanos, que requieren materiales preexistentes para crear, Dios habla, y así es. El salmista también lo captura bellamente:
"Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca." (Salmo 33:6, NVI)
En Jeremías 32:17, el reconocimiento del profeta de que "nada es demasiado difícil para ti" amplifica aún más este tema. Esta declaración no es solo un reflejo del poder creativo de Dios, sino también de Su capacidad para intervenir en la historia humana, realizar milagros y llevar a cabo Su voluntad soberana. El contexto de este versículo es particularmente revelador. Jeremías pronuncia estas palabras mientras Jerusalén está sitiada por los babilonios. A pesar de las circunstancias desesperadas, la fe de Jeremías en la omnipotencia de Dios permanece inquebrantable.
El Nuevo Testamento continúa con este tema del poder de Dios, particularmente en la persona y obra de Jesucristo. El apóstol Pablo, escribiendo a la iglesia en Éfeso, ora para que los creyentes conozcan el incomparable gran poder de Dios:
"Pido que los ojos de su corazón sean iluminados para que sepan a qué esperanza los ha llamado, cuáles son las riquezas de su gloriosa herencia en su pueblo santo, y cuál es la incomparable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos. Ese poder es el mismo que la fuerza poderosa que ejerció cuando resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en los lugares celestiales." (Efesios 1:18-20, NVI)
Aquí, Pablo vincula el poder de Dios con la resurrección de Jesucristo, posiblemente la demostración más significativa del poder divino en el Nuevo Testamento. La resurrección no es solo un evento, sino una validación de la autoridad suprema de Dios sobre la vida y la muerte. Es un anticipo del poder que se mostrará al final de los tiempos, como se describe en el libro de Apocalipsis:
"Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin." (Apocalipsis 22:13, NVI)
Esta declaración de Jesucristo encapsula la naturaleza eterna del poder de Dios. Él es el principio y el fin, la fuente y el sustentador de todas las cosas. El poder de Dios no está limitado por el tiempo, el espacio o las circunstancias. Es una realidad eterna e inmutable.
Los escritos de los Padres de la Iglesia y teólogos tempranos también reflexionan sobre la omnipotencia de Dios. Agustín de Hipona, en su obra "La Ciudad de Dios", habla extensamente sobre el poder de Dios como el fundamento de toda la creación y la providencia. Él escribe:
"Porque Él es llamado omnipotente debido a que hace lo que quiere, no debido a que sufre lo que no quiere; porque si eso sucediera, de ninguna manera sería omnipotente. Por lo tanto, no puede hacer algunas cosas, precisamente porque es omnipotente." (Agustín, "La Ciudad de Dios," Libro V, Capítulo 10)
La percepción de Agustín nos ayuda a entender que la omnipotencia de Dios no es arbitraria, sino que está alineada con Su voluntad santa y perfecta. El poder de Dios siempre se ejerce en armonía con Su naturaleza, que es buena, justa y amorosa.
En el pensamiento cristiano contemporáneo, autores como A.W. Tozer han escrito extensamente sobre los atributos de Dios, incluido Su poder. En "El Conocimiento del Santo," Tozer reflexiona sobre la omnipotencia de Dios:
"El poder de Dios y Su disposición a usarlo son infinitos. Los hombres y mujeres de fe pueden vivir con la tranquila seguridad de que el Dios que hizo el cielo y la tierra es también su Padre y Redentor, y que están seguros en Sus manos." (A.W. Tozer, "El Conocimiento del Santo")
Las palabras de Tozer resuenan con la narrativa bíblica, ofreciendo a los creyentes un sentido de paz y seguridad en el Dios omnipotente que también es su amoroso Padre.
En conclusión, el versículo de Jeremías 32:17 sirve como un recordatorio profundo de la omnipotencia de Dios. Conecta el poder de Dios en la creación con Su obra continua en la historia y Su victoria final en Cristo. Este poder no es solo un concepto teológico, sino una realidad viva que ofrece esperanza, seguridad y fortaleza a los creyentes. Ya sea enfrentando pruebas personales o crisis globales, los cristianos pueden descansar en el conocimiento de que nada es demasiado difícil para el Señor Soberano.