El concepto de "cielo" en la Biblia es rico y multifacético, abarcando varias dimensiones y capas que reflejan la complejidad y grandeza de la creación de Dios. Cuando profundizamos en las Escrituras, encontramos que el término "cielo" se usa en diferentes contextos, y se hace evidente que se mencionan múltiples "cielos". Para entender estos diversos cielos, debemos explorar los textos bíblicos y cómo articulan las distinciones entre ellos.
El primer cielo es lo que podríamos llamar el cielo atmosférico o terrestre. Este es el cielo, la expansión donde vuelan los pájaros y se reúnen las nubes. Génesis 1:6-8 describe este cielo durante el relato de la creación: "Y dijo Dios: 'Haya un firmamento en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas'. E hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento. Y fue así. Y llamó Dios al firmamento 'cielo'. Y fue la tarde y la mañana: el segundo día" (NVI). Este primer cielo es el más inmediato y visible para nosotros, abarcando el aire que respiramos y los sistemas meteorológicos que sostienen la vida en la Tierra.
El segundo cielo se refiere a lo que podríamos llamar el cielo celestial o astronómico. Este es el reino del sol, la luna, las estrellas y otros cuerpos celestes. Génesis 1:14-17 habla de esto cuando Dios crea las luces en el cielo: "Y dijo Dios: 'Haya luces en el firmamento del cielo para separar el día de la noche, y sirvan de señales para marcar los tiempos sagrados, los días y los años, y sirvan de luces en el firmamento del cielo para dar luz sobre la tierra'. Y fue así. Dios hizo dos grandes luces: la mayor para gobernar el día y la menor para gobernar la noche. También hizo las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para dar luz sobre la tierra" (NVI). Este segundo cielo es vasto e impresionante, reflejando la grandeza y el orden de la creación de Dios.
El tercer cielo es un concepto más profundo y misterioso, a menudo asociado directamente con la presencia de Dios. El apóstol Pablo proporciona un vistazo a este cielo en 2 Corintios 12:2-4: "Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo. Si fue en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé; Dios lo sabe. Y sé que este hombre, si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y escuchó cosas inefables que no le es permitido a nadie expresar" (NVI). Este tercer cielo, también llamado "paraíso", es la morada de Dios, los ángeles y las almas de los justos. Es un reino más allá de la comprensión física, un lugar de santidad y gloria divina.
El concepto de múltiples cielos no es único del cristianismo, sino que también está profundamente arraigado en la tradición judía. La literatura judía antigua, como el Libro de Enoc y otros escritos apócrifos, a menudo describe múltiples capas de cielo, cada una con sus propias características e habitantes. Aunque estos textos no forman parte de la Biblia canónica, proporcionan un contexto cultural y teológico que nos ayuda a entender cómo los primeros creyentes podrían haber conceptualizado los cielos.
Además de estos tres cielos principales, la Biblia también habla del "cielo de los cielos" (Deuteronomio 10:14, 1 Reyes 8:27, Nehemías 9:6). Esta frase enfatiza la supremacía y trascendencia de la morada de Dios sobre todos los demás cielos. Por ejemplo, Deuteronomio 10:14 dice: "A Jehová tu Dios pertenecen los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que hay en ella" (NVI). Esta expresión subraya la naturaleza infinita del dominio de Dios y su autoridad suprema sobre toda la creación.
Además, la Biblia a menudo usa el término "cielo" para denotar el reino espiritual donde la voluntad de Dios se cumple perfectamente. La oración del Señor, enseñada por Jesús, incluye la petición: "Venga tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo" (Mateo 6:10, NVI). Este cielo es un modelo de orden y justicia divina, un estándar para cómo los creyentes deben vivir y orar para que la voluntad de Dios se realice en la Tierra.
La imagen del cielo también se usa para describir la esperanza escatológica de los creyentes. Apocalipsis 21:1-4 proporciona una imagen vívida del nuevo cielo y la nueva tierra: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado, y el mar ya no existía. Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su esposo. Y oí una fuerte voz que salía del trono y decía: '¡Miren! La morada de Dios está ahora entre el pueblo, y él habitará con ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda lágrima de sus ojos. No habrá más muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque el orden antiguo ha pasado'" (NVI). Este nuevo cielo y nueva tierra representan la culminación del plan redentor de Dios, donde el cielo y la tierra se unen en perfecta armonía, y la presencia de Dios se realiza plenamente entre su pueblo.
El concepto bíblico del cielo, por lo tanto, no es una idea monolítica, sino un rico tapiz tejido con varios hilos. El primer cielo es el cielo sobre nosotros, el segundo cielo es el vasto cosmos, y el tercer cielo es la morada divina de Dios. Juntos, estos cielos revelan diferentes aspectos de la creación de Dios y su relación con ella. Nos invitan a maravillarnos ante el universo físico, a buscar la realidad espiritual de la presencia de Dios y a esperar el cumplimiento último de las promesas de Dios en el nuevo cielo y la nueva tierra.
Al explorar los cielos mencionados en la Biblia, se nos recuerda la vastedad de la creación de Dios y la profundidad de su misterio. Como declara el Salmo 19:1, "Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos" (NVI). Cada cielo, a su manera, nos señala la grandeza y majestad del Creador, invitándonos a adorarlo con asombro y reverencia.