Los conceptos de "infierno" y el "lago de fuego" son a menudo temas de intensa discusión y debate teológico dentro de los círculos cristianos. Estos términos se usan frecuentemente de manera intercambiable en la cultura popular, pero un examen más cercano de las Escrituras revela que tienen significados e implicaciones distintas en la narrativa bíblica. Comprender estas diferencias requiere profundizar en los idiomas originales de la Biblia, el contexto en el que se usan estos términos y el significado teológico que llevan.
En el Nuevo Testamento, la palabra "infierno" se traduce más comúnmente del griego "Gehenna". Gehenna se refiere al Valle de Hinom, un lugar fuera de Jerusalén históricamente asociado con sacrificios de niños al dios pagano Moloc (2 Reyes 23:10, Jeremías 7:31). Para la época de Jesús, Gehenna se había convertido en una metáfora de un lugar de juicio final y condenación eterna. Jesús usó frecuentemente el término Gehenna para describir el destino que espera a los malvados (Mateo 5:22, 29-30; Marcos 9:43-48). Por ejemplo, en Mateo 10:28, Jesús advierte: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno (Gehenna)."
Por otro lado, el "lago de fuego" aparece explícitamente en el Libro de Apocalipsis. El término se introduce en Apocalipsis 19:20, donde describe el destino final de la bestia y el falso profeta: "Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que en su presencia había hecho las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y a los que adoraron su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos al lago de fuego que arde con azufre." El lago de fuego reaparece en Apocalipsis 20:10, describiendo el destino final de Satanás: "Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos." Finalmente, en Apocalipsis 20:14-15, el lago de fuego se describe como la "segunda muerte", donde la Muerte y el Hades son lanzados, junto con cualquiera cuyo nombre no se encuentre escrito en el libro de la vida.
De estos pasajes, podemos discernir que el infierno (Gehenna) y el lago de fuego son conceptos relacionados pero distintos. El infierno, o Gehenna, se entiende a menudo como una realidad presente o un estado intermedio para los malvados, un lugar de castigo inmediatamente después de la muerte. Esto se alinea con la parábola del hombre rico y Lázaro en Lucas 16:19-31, donde el hombre rico se encuentra en tormento inmediatamente después de la muerte, suplicando alivio y advirtiendo a sus parientes vivos. En contraste, el lago de fuego se describe como el estado final y eterno de castigo después del juicio final. Es el destino último para Satanás, sus seguidores y todos aquellos que rechazan a Dios.
La distinción entre estos dos conceptos puede aclararse aún más examinando sus roles en la línea de tiempo escatológica. Según el marco escatológico cristiano tradicional, al morir, los individuos enfrentan un juicio inmediato que determina su estado intermedio, ya sea en un lugar de consuelo (a menudo referido como el Paraíso o el seno de Abraham) o un lugar de tormento (Gehenna o infierno). Este estado intermedio persiste hasta la resurrección final y el juicio descrito en Apocalipsis 20. En este juicio final, todos los muertos son resucitados y juzgados según sus obras. Aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida son entonces lanzados al lago de fuego, lo que significa la segunda muerte y la separación eterna de Dios.
Teológicamente, esta distinción enfatiza la naturaleza progresiva del juicio de Dios. El estado intermedio del infierno sirve como un lugar temporal de retención para los malvados, mientras que el lago de fuego representa el estado final y eterno de castigo. Esta progresión subraya la seriedad del pecado y la justicia última de Dios, quien no dejará el mal sin castigo, sino que llevará todas las cosas a su conclusión correcta.
La literatura cristiana y las tradiciones teológicas también han explorado estos conceptos en profundidad. Por ejemplo, C.S. Lewis, en su libro "El Gran Divorcio", presenta un relato ficticio del más allá que explora temas de juicio, redención y las elecciones que conducen a destinos eternos. Aunque no es un tratado teológico, la narrativa de Lewis subraya la importancia de las elecciones individuales y la realidad de las consecuencias eternas.
Además, la distinción entre el infierno y el lago de fuego tiene implicaciones pastorales. Comprender estos conceptos puede moldear cómo abordamos los temas del pecado, el juicio y la redención en nuestra enseñanza y evangelización. Nos recuerda la urgencia del mensaje del evangelio y la realidad de las consecuencias eternas. Como pastores y creyentes, estamos llamados a proclamar la esperanza de la salvación en Cristo, quien solo puede salvarnos de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10).
En conclusión, aunque el infierno (Gehenna) y el lago de fuego son conceptos relacionados dentro de la narrativa bíblica, representan diferentes etapas en la línea de tiempo escatológica. El infierno sirve como un estado intermedio de castigo para los malvados, mientras que el lago de fuego es el destino final y eterno después del juicio final. Esta distinción destaca la naturaleza progresiva del juicio de Dios y la justicia última que se realizará al final. Como creyentes, esta comprensión debería profundizar nuestro sentido de urgencia en compartir el evangelio y vivir vidas que reflejen el poder transformador de la redención de Cristo.