¿Es posible pasar del infierno al cielo según la Biblia?

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La cuestión de si es posible pasar del infierno al cielo según la Biblia toca conceptos teológicos profundos y ha sido objeto de mucho debate entre eruditos, teólogos y laicos por igual. Para abordar esta cuestión, debemos adentrarnos en los textos bíblicos, considerar la naturaleza de la justicia y la misericordia de Dios, y examinar cómo diferentes tradiciones cristianas han interpretado estas enseñanzas.

La Biblia proporciona varios pasajes que hablan de la finalidad del destino eterno de una persona después de la muerte, sugiriendo que hay una separación fija entre el cielo y el infierno. Uno de los pasajes más impactantes se encuentra en el Evangelio de Lucas, donde Jesús cuenta la parábola del rico y Lázaro. En Lucas 16:19-31, Jesús describe a un hombre rico que vivía en lujo y a un hombre pobre llamado Lázaro que sufría mucho. Después de sus muertes, Lázaro es llevado al lado de Abraham (una representación del paraíso), mientras que el hombre rico se encuentra en tormento en el Hades. Cuando el hombre rico suplica alivio, Abraham responde:

"Además de todo esto, entre nosotros y ustedes hay un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a ustedes no pueden, ni pueden cruzar de allá a nosotros." (Lucas 16:26, NVI)

Este pasaje indica claramente que hay una brecha infranqueable entre los que están en el cielo y los que están en el infierno, lo que hace imposible pasar de uno a otro después de la muerte. La imagen de un "gran abismo" enfatiza la permanencia del estado eterno de una persona.

Otro pasaje importante se encuentra en el Libro de Apocalipsis, que habla del juicio final y los destinos eternos de los justos y los malvados. Apocalipsis 20:11-15 describe el gran juicio del trono blanco, donde los muertos son juzgados según sus obras. Aquellos cuyos nombres no se encuentran en el libro de la vida son arrojados al lago de fuego, que se describe como la segunda muerte. Apocalipsis 21:8 elabora más sobre el destino de los malvados:

"Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los inmorales sexuales, los que practican artes mágicas, los idólatras y todos los mentirosos—serán consignados al lago de fuego ardiente de azufre. Esta es la segunda muerte." (Apocalipsis 21:8, NVI)

Estos pasajes refuerzan la idea de que los destinos de los justos y los malvados son finales e irrevocables.

El concepto de un destino eterno inmutable también es apoyado por otros textos bíblicos. En Mateo 25:31-46, Jesús habla del juicio final, donde a los justos se les concede la vida eterna, y los malvados son enviados al castigo eterno. El uso de los términos "vida eterna" y "castigo eterno" sugiere que estos estados son perpetuos e inalterables.

Aunque la Biblia parece presentar una imagen clara de la finalidad del destino eterno de una persona, también es importante considerar la naturaleza de la justicia y la misericordia de Dios. La Biblia enseña que Dios es tanto justo como misericordioso. En 2 Pedro 3:9, leemos:

"El Señor no tarda en cumplir su promesa, como algunos entienden la tardanza. Más bien, él es paciente con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento." (2 Pedro 3:9, NVI)

El deseo de Dios es que todas las personas lleguen al arrepentimiento y sean salvas. Sin embargo, la Biblia también enseña que Dios respeta el libre albedrío humano y permite que los individuos elijan sus propios caminos. En Deuteronomio 30:19, Dios pone ante los israelitas la elección entre la vida y la muerte, las bendiciones y las maldiciones, instándolos a elegir la vida:

"Hoy pongo al cielo y a la tierra como testigos contra ustedes de que he puesto ante ustedes la vida y la muerte, las bendiciones y las maldiciones. Ahora elijan la vida, para que ustedes y sus hijos vivan." (Deuteronomio 30:19, NVI)

Las elecciones que hacemos en esta vida tienen consecuencias eternas, y la justicia de Dios asegura que esas consecuencias sean honradas.

A lo largo de la historia cristiana, varios teólogos y eruditos han luchado con la cuestión del arrepentimiento post-mortem y la posibilidad de pasar del infierno al cielo. Algunos padres de la iglesia primitiva, como Orígenes, especularon sobre la eventual restauración de todas las almas, un concepto conocido como apocatástasis. Orígenes creía que el amor y la misericordia de Dios prevalecerían finalmente, llevando a la eventual salvación de todos los seres, incluidos los que están en el infierno. Sin embargo, esta visión fue posteriormente considerada herética por la iglesia, y la comprensión cristiana dominante ha sido que el destino eterno de una persona se fija en la muerte.

El reformador Juan Calvino, en su obra "Institutos de la religión cristiana", argumentó que la finalidad del juicio es un aspecto necesario de la justicia de Dios. Escribió:

"Porque debe recordarse que el castigo de los malvados no es una cuestión de infligir momentáneamente, sino que será de duración eterna. No se trata de ser atormentado por un tiempo y luego ser liberado, sino de ser consignado al fuego eterno." (Institutos de la religión cristiana, Libro III, Capítulo 25)

La visión de Calvino refleja la comprensión protestante tradicional de que el juicio dictado en el momento de la muerte es final e inmutable.

C.S. Lewis, un destacado apologista cristiano, ofrece una perspectiva matizada en su libro "El gran divorcio". Aunque no es un tratado teológico, esta obra alegórica explora la idea de que los individuos en el infierno tienen la oportunidad de salir y entrar al cielo, pero solo si realmente se arrepienten y desean estar con Dios. Lewis sugiere que las puertas del infierno están cerradas desde adentro, lo que significa que aquellos en el infierno permanecen allí por su propia elección. Escribe:

"Al final, solo hay dos tipos de personas: las que dicen a Dios, 'Hágase tu voluntad', y aquellas a quienes Dios dice, al final, 'Hágase tu voluntad'. Todos los que están en el infierno, lo eligen. Sin esa autoelección no podría haber infierno. Ningún alma que desee seriamente y constantemente la alegría la perderá. Los que buscan encuentran. A los que llaman se les abre." (El gran divorcio, Capítulo 9)

La alegoría de Lewis enfatiza la importancia del libre albedrío humano y la idea de que el destino eterno de una persona es, en última instancia, el resultado de sus propias elecciones.

En resumen, la Biblia presenta un mensaje consistente de que hay una separación fija entre el cielo y el infierno, y que el destino eterno de una persona está determinado por las elecciones hechas en esta vida. La imagen de un gran abismo en Lucas 16:26, la finalidad del juicio descrita en Apocalipsis 20:11-15, y la naturaleza eterna de los destinos en Mateo 25:31-46 apuntan a la permanencia del estado de una persona después de la muerte. Aunque la misericordia de Dios y su deseo de que todos sean salvos son claros, la Biblia también enfatiza la importancia del libre albedrío humano y las consecuencias de nuestras elecciones.

La comprensión cristiana tradicional, apoyada por textos bíblicos y las enseñanzas de teólogos como Juan Calvino, es que no es posible pasar del infierno al cielo después de la muerte. Sin embargo, las ideas alegóricas de C.S. Lewis nos recuerdan el papel profundo de la elección humana y la esperanza de que la misericordia de Dios siempre está disponible para aquellos que la buscan en esta vida.

En última instancia, la cuestión de pasar del infierno al cielo nos desafía a reflexionar sobre la naturaleza de la justicia y la misericordia de Dios, la importancia de nuestras elecciones y las consecuencias eternas de nuestras acciones. Como creyentes, estamos llamados a vivir vidas de arrepentimiento, fe y obediencia, confiando en la gracia y la misericordia de nuestro amoroso Dios.

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