¿Qué dice la Biblia sobre Jesús yendo al infierno?

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La cuestión de si Jesús fue al infierno después de su crucifixión es un tema que ha intrigado a teólogos y laicos por igual durante siglos. La Biblia no proporciona una respuesta directa, pero a través de un examen cuidadoso de las Escrituras y la tradición cristiana, podemos obtener una comprensión más clara de este profundo misterio.

Primero, es importante aclarar qué se entiende por "infierno" en este contexto. El término "infierno" puede ser algo ambiguo porque se usa para traducir varias palabras hebreas y griegas diferentes en la Biblia. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea "Sheol" a menudo se traduce como "infierno", pero se refiere más precisamente a la tumba o la morada de los muertos. En el Nuevo Testamento, la palabra griega "Hades" cumple una función similar a la de Sheol, mientras que "Gehenna" se refiere a un lugar de castigo final para los malvados. Otro término, "Tártaro", se usa una vez en 2 Pedro 2:4 para describir un lugar de oscuridad donde se mantienen los ángeles caídos.

Cuando se discute si Jesús fue al infierno, la mayoría de los teólogos se refieren a su descenso al Hades o Sheol, el reino de los muertos, en lugar de Gehenna, el lugar de castigo eterno.

Uno de los textos bíblicos clave relacionados con este tema se encuentra en el Credo de los Apóstoles, una declaración de fe que se remonta a la iglesia cristiana primitiva. El Credo dice que Jesús "fue crucificado, murió y fue sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos." Esta frase, "descendió a los infiernos", ha sido objeto de mucho debate e interpretación.

Las Escrituras proporcionan varios pasajes que pueden ayudar a iluminar esta línea del Credo. Por ejemplo, en Hechos 2:27, Pedro cita el Salmo 16:10 en su sermón en Pentecostés, diciendo: "Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción." Aquí, Pedro está aplicando las palabras del salmista a Jesús, indicando que aunque el alma de Jesús fue al Hades, no fue abandonada allí, ni su cuerpo experimentó la descomposición.

Otro pasaje relevante es Efesios 4:8-10, que dice: "Por lo cual dice: 'Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.' (Y eso de que 'subió', ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.)" Este pasaje sugiere que Jesús descendió a las "partes más bajas", que muchos interpretan como el reino de los muertos, antes de su ascensión.

Además, 1 Pedro 3:18-20 proporciona información sobre lo que Jesús pudo haber hecho durante este descenso: "Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca." Este pasaje indica que Jesús, en su espíritu, fue y proclamó a los "espíritus encarcelados", que muchos teólogos entienden como las almas de aquellos que habían muerto en desobediencia.

El propósito del descenso de Jesús al Hades ha sido interpretado de diversas maneras. Algunos teólogos, como los de la iglesia primitiva, creían que Jesús fue al Hades para proclamar su victoria sobre el pecado y la muerte y para liberar a los justos que habían muerto antes de su venida. Esta visión está respaldada por la imagen de Jesús llevando una multitud de cautivos en Efesios 4:8. Otros creen que el descenso de Jesús fue una continuación de su sufrimiento, experimentando la plena extensión de la muerte humana y la separación de Dios.

C.S. Lewis, en su libro "Milagros", ofrece una perspectiva sobre este descenso. Sugiere que el descenso de Jesús al Hades fue parte de su identificación con la humanidad, experimentando la plena realidad de la muerte para poder superarla completamente. Lewis escribe: "En la historia cristiana, Dios desciende para volver a ascender. Él baja; baja desde las alturas del ser absoluto al tiempo y el espacio, baja a la humanidad; baja aún más, si los embriólogos tienen razón, para recapitular en el útero las fases antiguas y prehumanas de la vida; baja hasta las raíces y el lecho marino de la Naturaleza que ha creado. Pero baja para volver a subir y llevar consigo al mundo arruinado entero."

También vale la pena señalar que el concepto del descenso de Jesús al infierno ha sido un punto de contención entre diferentes tradiciones cristianas. La Iglesia Ortodoxa Oriental, por ejemplo, enfatiza que el descenso de Jesús fue una victoria triunfante sobre la muerte y el Hades, a menudo representada en la iconografía como Jesús rompiendo las puertas del Hades y liberando a los cautivos. La Iglesia Católica Romana, mientras afirma el descenso, se enfoca en la solidaridad de Jesús con los muertos y su proclamación del Evangelio a ellos.

En resumen, aunque la Biblia no proporciona un relato detallado de las actividades de Jesús entre su muerte y resurrección, varios pasajes sugieren que descendió al reino de los muertos, Hades, donde proclamó su victoria sobre el pecado y la muerte. Este descenso subraya la totalidad del sacrificio de Jesús y su identificación con la humanidad en todos los aspectos de nuestra existencia, incluso en la muerte. Al descender al Hades, Jesús demostró su poder sobre la muerte y su capacidad para traer vida y salvación a todos los que creen en él.

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