La cuestión de si los dones de hablar en lenguas han cesado según la Biblia es una cuestión profundamente teológica, y ha sido un tema de mucho debate dentro de la comunidad cristiana. Para abordar esta cuestión, debemos explorar los textos bíblicos que discuten los dones del Espíritu, particularmente el don de lenguas, y comprender las diversas perspectivas que los teólogos y eruditos cristianos han propuesto a lo largo de los siglos.
El don de hablar en lenguas se introduce por primera vez en el Nuevo Testamento, específicamente en el libro de los Hechos. En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, permitiéndoles hablar en diferentes idiomas (Hechos 2:1-4). Este evento milagroso permitió que personas de diversas regiones escucharan a los apóstoles hablando en sus lenguas nativas, y sirvió como una poderosa señal de la presencia del Espíritu Santo y el nacimiento de la Iglesia.
El apóstol Pablo proporciona más información sobre el don de lenguas en su primera carta a los Corintios. En 1 Corintios 12-14, Pablo discute los diversos dones espirituales, incluyendo lenguas, profecía e interpretación de lenguas. Él enfatiza que estos dones son dados por el Espíritu Santo para la edificación de la Iglesia (1 Corintios 12:7-11). Pablo también proporciona pautas para el uso ordenado de estos dones en la adoración, subrayando la importancia del amor y la edificación (1 Corintios 14:26-33).
Uno de los pasajes clave que a menudo se citan en el debate sobre si los dones de lenguas han cesado es 1 Corintios 13:8-10, donde Pablo escribe:
"El amor nunca falla. Pero donde hay profecías, cesarán; donde hay lenguas, se callarán; donde hay conocimiento, pasará. Porque en parte conocemos y en parte profetizamos, pero cuando venga lo perfecto, lo que es en parte se acabará."
Este pasaje sugiere que los dones de profecía, lenguas y conocimiento son temporales y cesarán cuando venga "lo perfecto". La interpretación de lo que Pablo quiere decir con "lo perfecto" es crucial para entender si los dones han cesado.
Hay dos escuelas de pensamiento principales sobre este tema: el cesacionismo y el continuacionismo.
El cesacionismo es la creencia de que los dones milagrosos del Espíritu, incluyendo lenguas, cesaron con el cierre de la era apostólica y la finalización del canon del Nuevo Testamento. Los cesacionistas argumentan que el propósito principal de estos dones era autenticar el mensaje de los apóstoles y establecer la Iglesia primitiva. Una vez que el Nuevo Testamento fue completado y la Iglesia fue establecida, estos dones milagrosos ya no eran necesarios. A menudo señalan pasajes como Hebreos 2:3-4, que habla del mensaje de salvación siendo confirmado por señales, maravillas y varios milagros. Además, interpretan "lo perfecto" en 1 Corintios 13:10 como la finalización del canon del Nuevo Testamento o la madurez de la Iglesia.
El continuacionismo, por otro lado, es la creencia de que los dones del Espíritu, incluyendo lenguas, continúan estando disponibles para los creyentes hoy en día. Los continuacionistas argumentan que no hay evidencia bíblica clara que sugiera que estos dones estaban destinados a cesar con la era apostólica. Señalan que Pablo anima a los creyentes a "anhelar los dones espirituales" (1 Corintios 14:1) y que no hay indicación de que esta exhortación estuviera limitada en el tiempo. Interpretan "lo perfecto" en 1 Corintios 13:10 como la segunda venida de Cristo, cuando la Iglesia será perfeccionada y ya no habrá necesidad de dones espirituales.
Para explorar más este tema, podemos mirar el contexto más amplio del Nuevo Testamento y la Iglesia primitiva. El libro de los Hechos registra varios casos de creyentes hablando en lenguas, no solo en el día de Pentecostés, sino también en otros contextos, como la conversión de Cornelio y su casa (Hechos 10:44-46) y los discípulos en Éfeso (Hechos 19:1-7). Estos relatos sugieren que el don de lenguas no estaba limitado a los apóstoles, sino que también fue experimentado por otros creyentes.
La historia de la Iglesia primitiva también proporciona evidencia de la práctica continua de hablar en lenguas. Padres de la Iglesia como Ireneo, Tertuliano y Orígenes escribieron sobre la presencia de dones espirituales, incluyendo lenguas, en sus comunidades. Por ejemplo, Ireneo, escribiendo en el siglo II, declaró:
"Escuchamos a muchos de los hermanos en la Iglesia que tienen dones proféticos, y que hablan en todo tipo de lenguas a través del Espíritu, y que también sacan a la luz las cosas ocultas de los hombres para el beneficio general." (Contra las Herejías, 5.6.1)
Esto indica que la práctica de hablar en lenguas persistió más allá de la era apostólica y fue reconocida como una manifestación genuina del Espíritu Santo.
En la historia más reciente, los movimientos pentecostales y carismáticos del siglo XX han traído una renovada atención a los dones del Espíritu, incluyendo lenguas. Estos movimientos enfatizan la obra continua del Espíritu Santo y la disponibilidad de dones espirituales para todos los creyentes. Muchos cristianos pentecostales y carismáticos testifican sobre sus propias experiencias de hablar en lenguas y otros dones milagrosos, que creen que son señales de la presencia activa del Espíritu Santo en sus vidas.
Desde una perspectiva cristiana no denominacional, es importante abordar este tema con humildad y disposición para aprender de diferentes puntos de vista. Aunque hay una diversidad de opiniones sobre si los dones de lenguas han cesado, el mensaje central del Nuevo Testamento sigue siendo claro: el Espíritu Santo capacita a los creyentes para el ministerio y el servicio, y los dones del Espíritu son dados para la edificación de la Iglesia.
Ya sea que uno se adhiera al cesacionismo o al continuacionismo, el énfasis siempre debe estar en el amor y la edificación del cuerpo de Cristo. Como escribe Pablo en 1 Corintios 13:1-2:
"Si hablo en lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, soy solo un gong resonante o un címbalo que retiñe. Si tengo el don de profecía y puedo entender todos los misterios y todo el conocimiento, y si tengo una fe que puede mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada."
En última instancia, la cuestión de si los dones de hablar en lenguas han cesado es secundaria al llamado mayor de amarnos unos a otros y buscar la edificación de la Iglesia. Como creyentes, estamos llamados a estar abiertos a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas y a usar los dones que se nos han dado para servir a los demás y glorificar a Dios.
En conclusión, aunque el debate sobre el cese o la continuación del don de lenguas es una discusión teológica importante, no debe eclipsar la misión principal de la Iglesia: amar a Dios, amar a los demás y hacer discípulos de todas las naciones. Ya sea que hablemos en lenguas o no, nuestro enfoque debe estar en vivir el evangelio y ser vasos del amor y la gracia de Dios en el mundo.