¿Es hablar en lenguas un don espiritual disponible para todos los creyentes?

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La cuestión de si hablar en lenguas es un don espiritual disponible para todos los creyentes es un tema fascinante y a menudo debatido dentro de la comunidad cristiana. Para abordar esta cuestión de manera integral, debemos profundizar en los textos bíblicos, considerar el contexto histórico y comprender las implicaciones teológicas de este don espiritual en particular.

La base bíblica principal para el don de hablar en lenguas se encuentra en el Nuevo Testamento, particularmente en los escritos del Apóstol Pablo. En 1 Corintios 12:4-11, Pablo discute la variedad de dones espirituales dados por el Espíritu Santo:

"Hay diferentes clases de dones, pero el mismo Espíritu los distribuye. Hay diferentes clases de servicio, pero el mismo Señor. Hay diferentes clases de trabajo, pero en todos ellos y en todos es el mismo Dios quien actúa. A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. A uno se le da por el Espíritu un mensaje de sabiduría, a otro un mensaje de conocimiento por medio del mismo Espíritu, a otro fe por el mismo Espíritu, a otro dones de sanidad por ese mismo Espíritu, a otro poderes milagrosos, a otro profecía, a otro discernimiento de espíritus, a otro hablar en diferentes clases de lenguas, y a otro la interpretación de lenguas. Todos estos son obra de un mismo y único Espíritu, y él los distribuye a cada uno, tal como él determina."

De este pasaje, está claro que hablar en lenguas es uno de los muchos dones espirituales distribuidos por el Espíritu Santo. Es importante destacar que Pablo enfatiza que estos dones se dan según la voluntad del Espíritu, no según el deseo o mérito humano. Esto sugiere que no todos los creyentes recibirán los mismos dones, incluido el don de hablar en lenguas.

Una mayor aclaración se encuentra en 1 Corintios 12:27-31, donde Pablo escribe:

"Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno es parte de él. Y Dios ha puesto en la iglesia en primer lugar a los apóstoles, en segundo lugar a los profetas, en tercer lugar a los maestros, luego a los que hacen milagros, a los que tienen dones de sanidad, a los que ayudan, a los que administran, y a los que hablan en diferentes clases de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos en lenguas? ¿Interpretan todos? Ahora bien, deseen ardientemente los dones mayores."

Aquí, Pablo usa preguntas retóricas para hacer un punto: así como no todos son apóstoles, profetas o maestros, no todos hablan en lenguas. La diversidad de dones está destinada a edificar el cuerpo de Cristo, con cada miembro contribuyendo de diferentes maneras.

En 1 Corintios 14, Pablo proporciona más instrucciones sobre el uso de lenguas dentro de la iglesia. Reconoce el valor de hablar en lenguas, pero también enfatiza la importancia de la inteligibilidad en la adoración:

"Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios. En verdad, nadie lo entiende; pronuncian misterios por el Espíritu. Pero el que profetiza habla a los hombres para su fortalecimiento, ánimo y consuelo. El que habla en lenguas se edifica a sí mismo, pero el que profetiza edifica a la iglesia. Me gustaría que todos ustedes hablaran en lenguas, pero prefiero que profeticen. El que profetiza es mayor que el que habla en lenguas, a menos que alguien interprete, para que la iglesia sea edificada." (1 Corintios 14:2-5)

El deseo de Pablo de que todos los creyentes hablen en lenguas no es una declaración doctrinal de que todos tendrán o deben tener este don. Más bien, expresa su deseo de la edificación y el enriquecimiento espiritual de la comunidad. Prioriza la profecía porque edifica a toda la iglesia, mientras que hablar en lenguas edifica principalmente al individuo a menos que haya interpretación.

El contexto histórico de la iglesia primitiva también arroja luz sobre este tema. El libro de los Hechos registra varios casos de creyentes hablando en lenguas, especialmente en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-4). Este evento marcó el derramamiento del Espíritu Santo y el nacimiento de la iglesia. Las lenguas sirvieron como un signo del poder y la presencia de Dios, permitiendo a los apóstoles proclamar el evangelio a personas de varios idiomas. Sin embargo, los casos posteriores de hablar en lenguas en Hechos (por ejemplo, Hechos 10:44-46, Hechos 19:1-7) no indican que todos los creyentes en esas comunidades hablaran en lenguas.

Teológicamente, la distribución de dones espirituales refleja la diversidad y unidad del cuerpo de Cristo. En Efesios 4:11-13, Pablo escribe:

"Así que Cristo mismo dio a los apóstoles, a los profetas, a los evangelistas, a los pastores y maestros, para equipar a su pueblo para las obras de servicio, para que el cuerpo de Cristo sea edificado hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser maduros, alcanzando toda la medida de la plenitud de Cristo."

El propósito de los dones espirituales es equipar a los santos para el ministerio y edificar el cuerpo de Cristo. Esto requiere una variedad de dones, cada uno contribuyendo al bien común. El énfasis está en la unidad y madurez de la iglesia, en lugar de la posesión de cualquier don en particular por cada individuo.

A la luz de estas consideraciones bíblicas y teológicas, es razonable concluir que hablar en lenguas no es un don espiritual disponible para todos los creyentes. El Espíritu Santo distribuye los dones según su voluntad, y no todos los creyentes recibirán los mismos dones. La diversidad de dones sirve para fortalecer y edificar la iglesia, con cada miembro desempeñando un papel único en el cuerpo de Cristo.

Esta comprensión se alinea con la tradición cristiana más amplia. Por ejemplo, en su obra clásica "Las Instituciones de la Religión Cristiana", Juan Calvino enfatiza la soberanía de Dios en la distribución de los dones espirituales. Calvino argumenta que el Espíritu otorga dones según su propio propósito y para el bien común de la iglesia, en lugar de según la expectativa o deseo humano.

De manera similar, teólogos y eruditos contemporáneos, como Wayne Grudem en su "Teología Sistemática", afirman que, aunque el don de lenguas es un don espiritual legítimo y valioso, no se da a todos los creyentes. Grudem señala que el Nuevo Testamento no enseña que todos los cristianos hablarán en lenguas, y anima a los creyentes a buscar los dones que más beneficiarán a la iglesia.

En términos prácticos, esto significa que los creyentes no deben sentirse presionados a buscar o manifestar el don de lenguas como una marca de madurez o autenticidad espiritual. En cambio, deben buscar cultivar los dones que han recibido y usarlos para la edificación de la iglesia y la gloria de Dios. Como Pablo escribe en 1 Corintios 13:1-3, el amor es el camino más excelente, y es a través del amor que todos los dones encuentran su verdadero propósito y valor.

"Si hablo en lenguas humanas o angélicas, pero no tengo amor, soy solo un gong resonante o un címbalo que retiñe. Si tengo el don de profecía y puedo entender todos los misterios y todo el conocimiento, y si tengo una fe que puede mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Si doy todo lo que poseo a los pobres y entrego mi cuerpo a las dificultades para poder jactarme, pero no tengo amor, no gano nada."

En última instancia, el enfoque debe estar en edificar el cuerpo de Cristo en amor, usando los diversos dones dados por el Espíritu Santo para servirnos unos a otros y avanzar en la misión de la iglesia. Ya sea que un creyente hable o no en lenguas, es una parte esencial del cuerpo y tiene un papel vital que desempeñar en la obra redentora de Dios en el mundo.

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