La práctica de hablar en lenguas, también conocida como glosolalia, ha sido un tema de mucha discusión e interpretaciones variadas dentro de la comunidad cristiana. Para abordar la cuestión de si es necesario tener un intérprete cuando se habla en lenguas en un entorno de iglesia, debemos profundizar en la base escritural de esta práctica y los principios teológicos que guían su uso.
La fuente principal de enseñanza sobre hablar en lenguas se encuentra en el Nuevo Testamento, particularmente en los escritos del Apóstol Pablo. En 1 Corintios 12-14, Pablo proporciona una guía extensa sobre el uso de los dones espirituales, incluyendo el hablar en lenguas. Estos capítulos son cruciales para entender el papel de las lenguas y la importancia de la interpretación dentro de la iglesia.
Pablo comienza reconociendo la diversidad de dones espirituales dados por el Espíritu Santo, incluyendo el don de lenguas (1 Corintios 12:10). Él enfatiza que estos dones son dados para el bien común (1 Corintios 12:7), y que deben ejercerse en amor y para la edificación de la iglesia (1 Corintios 13:1-2).
En 1 Corintios 14, Pablo proporciona instrucciones específicas sobre el uso adecuado de las lenguas en un entorno de adoración corporativa. Él contrasta el hablar en lenguas con el don de profecía, destacando que la profecía es más beneficiosa para la iglesia porque es inteligible y edifica a la congregación (1 Corintios 14:1-5). Pablo dice: "Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios" (1 Corintios 14:2, NVI). Esto indica que sin interpretación, el mensaje hablado en lenguas sigue siendo un misterio para los oyentes.
Pablo además instruye: "Si alguien habla en lenguas, que hablen dos, o a lo más tres, y por turno; y que uno interprete. Si no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia y hable para sí mismo y para Dios" (1 Corintios 14:27-28, NVI). Esta directiva deja claro que la interpretación es necesaria para la práctica de hablar en lenguas dentro de un entorno de iglesia. El propósito de este requisito es asegurar que toda la congregación pueda beneficiarse del mensaje que se transmite, ya que la interpretación transforma la expresión misteriosa en un mensaje inteligible y edificante.
La necesidad de interpretación está arraigada en el principio de edificación. Pablo enfatiza repetidamente que todo lo que se haga en la iglesia debe ser para la edificación del cuerpo de Cristo. En 1 Corintios 14:12, él escribe: "Así también vosotros, pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificación de la iglesia" (NVI). Hablar en lenguas sin interpretación no edifica a la iglesia porque no comunica un mensaje claro a los oyentes. Por lo tanto, la interpretación es necesaria para cumplir con el propósito de edificación.
Además, Pablo subraya la importancia del orden y la claridad en la adoración. Él dice: "Porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos" (1 Corintios 14:33, NVI). La presencia de un intérprete asegura que el ejercicio del don de lenguas contribuya a una experiencia de adoración ordenada y comprensible. Este principio de orden se alinea con el tema bíblico más amplio de que la adoración debe llevarse a cabo de una manera que refleje el carácter de Dios y promueva el crecimiento espiritual de la congregación.
Aunque las instrucciones de Pablo son claras, es importante considerar el contexto más amplio de sus enseñanzas. La iglesia primitiva era diversa, con creyentes de varios antecedentes culturales y lingüísticos. El don de lenguas, como se ve en Hechos 2, inicialmente sirvió como una señal de la presencia del Espíritu Santo y permitió a los apóstoles proclamar el evangelio a personas de diferentes idiomas. Sin embargo, en el contexto de una reunión local de la iglesia, la función principal de las lenguas, según Pablo, no es evangelística sino más bien para la edificación personal y, cuando se interpreta, para la edificación de la iglesia.
Algunos cristianos pueden argumentar que la práctica de hablar en lenguas y la necesidad de interpretación deben entenderse de manera diferente en contextos contemporáneos. Pueden señalar experiencias donde el Espíritu Santo se mueve de maneras que trascienden la comprensión humana y el orden convencional. Aunque es importante mantenerse abierto a la guía del Espíritu Santo, las instrucciones de Pablo proporcionan una guía fundamental que equilibra el fervor espiritual con la necesidad de inteligibilidad y edificación en la adoración corporativa.
Además del apoyo escritural, la historia de la iglesia y la literatura cristiana ofrecen ideas sobre la práctica de hablar en lenguas y la importancia de la interpretación. Padres de la iglesia primitiva como Ireneo y Tertuliano reconocieron la presencia de dones espirituales, incluyendo lenguas, pero también enfatizaron la necesidad de orden y comprensión en la adoración. Más recientemente, teólogos como Wayne Grudem y Gordon Fee han escrito extensamente sobre el papel de los dones espirituales, afirmando la necesidad de interpretación para el uso adecuado de las lenguas en la iglesia.
En conclusión, la necesidad de tener un intérprete cuando se habla en lenguas en un entorno de iglesia está bien respaldada por las enseñanzas bíblicas, particularmente las del Apóstol Pablo en 1 Corintios 14. La interpretación asegura que el mensaje hablado en lenguas sea inteligible y edificante para toda la congregación. Este requisito se alinea con los principios más amplios de edificación, orden y claridad en la adoración. Aunque las experiencias e interpretaciones contemporáneas pueden variar, las instrucciones de Pablo proporcionan una guía atemporal para el ejercicio adecuado del don de lenguas dentro del cuerpo de Cristo.