¿Recibe cada creyente un don espiritual?

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La cuestión de si cada creyente recibe un don espiritual es una que ha intrigado a los cristianos durante siglos. Esta pregunta toca el concepto teológico más amplio de la Neumatología, que es el estudio del Espíritu Santo y su obra en el mundo y en la vida de los creyentes. Para abordar esta pregunta adecuadamente, necesitamos profundizar en las Escrituras, considerar las enseñanzas de la iglesia primitiva y reflexionar sobre la experiencia vivida de la comunidad cristiana.

El Nuevo Testamento proporciona evidencia sustancial de que cada creyente de hecho recibe un don espiritual. Uno de los pasajes más convincentes se encuentra en 1 Corintios 12. Pablo escribe: "A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común" (1 Corintios 12:7, NVI). Este versículo es crítico porque afirma que la distribución de los dones espirituales no es selectiva sino universal entre los creyentes. La frase "a cada uno" indica claramente que ningún creyente está excluido de esta dotación divina.

Un apoyo adicional proviene de Romanos 12:6-8, donde Pablo nuevamente enfatiza la universalidad de los dones espirituales: "Tenemos diferentes dones, según la gracia que se nos ha dado a cada uno." Él enumera varios dones como la profecía, el servicio, la enseñanza, el ánimo, la generosidad, el liderazgo y la misericordia. El contexto aquí es crucial; Pablo se dirige a la comunidad cristiana en general, no a un grupo selecto de creyentes de élite. Su lenguaje inclusivo sugiere que todos los miembros del cuerpo de Cristo son receptores de dones espirituales.

Efesios 4:7-13 también contribuye a este entendimiento. Pablo escribe: "Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia conforme a la medida del don de Cristo" (Efesios 4:7, NVI). Luego explica que estos dones se dan para equipar a los santos para la obra del ministerio y para edificar el cuerpo de Cristo. La diversidad de estos dones, incluidos apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, sirve para la unidad y madurez de la iglesia. El pasaje subraya que estos dones no son para la edificación personal sino para el beneficio colectivo de la comunidad cristiana.

Teológicamente, el concepto de los dones espirituales está arraigado en la doctrina del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, que mora en cada creyente. Jesús prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo vendría y sería su Ayudador (Juan 14:16-17). La morada del Espíritu Santo es una marca de todo verdadero creyente (Romanos 8:9). Dado que el Espíritu Santo es la fuente de los dones espirituales, se deduce que cada creyente, al ser habitado por el Espíritu, recibiría un don o dones según la voluntad del Espíritu.

La historia de la iglesia y la literatura cristiana también afirman este entendimiento. Los padres de la iglesia primitiva, como Ireneo y Tertuliano, hablaron de la presencia y operación de los dones espirituales dentro de la comunidad cristiana. En su obra "Contra las herejías", Ireneo escribe sobre los diversos dones dados a los creyentes para la edificación de la iglesia. De manera similar, Tertuliano en "Sobre el alma" discute la manifestación de los dones espirituales como evidencia de la obra del Espíritu entre los creyentes.

La aplicación práctica de los dones espirituales en la vida de la iglesia es otra consideración importante. Los dones espirituales se dan no para la gloria personal sino para el bien común, como afirma Pablo en 1 Corintios 12:7. Están destinados a edificar el cuerpo de Cristo, a servir a los demás y a glorificar a Dios. Cuando los creyentes ejercen sus dones espirituales, la iglesia crece en unidad, madurez y efectividad en su misión.

Sin embargo, es esencial reconocer que la manifestación de estos dones puede variar ampliamente. Algunos dones son más visibles, como la enseñanza o la profecía, mientras que otros, como la misericordia o la ayuda, pueden operar detrás de escena. Independientemente de su visibilidad, todos los dones son igualmente valiosos y necesarios para el funcionamiento saludable de la iglesia. Pablo usa la analogía del cuerpo en 1 Corintios 12:12-27 para ilustrar este punto, enfatizando que cada miembro, independientemente de su función, es indispensable.

En la práctica cristiana contemporánea, reconocer y utilizar los dones espirituales puede ser a veces un desafío. Algunos creyentes pueden no ser conscientes de sus dones o no estar seguros de cómo usarlos. Aquí es donde el papel del liderazgo y la comunidad de la iglesia se vuelve vital. Los pastores y líderes de la iglesia pueden ayudar a los creyentes a identificar sus dones a través de la enseñanza, el ánimo y proporcionando oportunidades para el servicio. Los inventarios y evaluaciones de dones espirituales también pueden ser herramientas útiles en este proceso, aunque deben usarse con discernimiento y en conjunto con la oración y la afirmación de la comunidad.

Además, los dones espirituales no deben ser una fuente de división o orgullo. Pablo aborda este tema en 1 Corintios 12-14, donde corrige el mal uso de los dones espirituales por parte de los corintios. Él enfatiza que el amor es el mayor don y el contexto adecuado para el ejercicio de todos los demás dones (1 Corintios 13). El fruto del Espíritu, enumerado en Gálatas 5:22-23, debe ser evidente en la vida de cada creyente y debe acompañar el uso de los dones espirituales.

En conclusión, la evidencia bíblica apoya firmemente la opinión de que cada creyente recibe un don espiritual. Estos dones son dados por el Espíritu Santo con el propósito de edificar el cuerpo de Cristo y avanzar en la misión de la iglesia. Aunque la manifestación de estos dones puede variar, su presencia en la vida de cada creyente es un testimonio de la morada y la obra capacitadora del Espíritu Santo. Como cristianos, estamos llamados a administrar estos dones fielmente, usándolos con amor y humildad para servir a los demás y glorificar a Dios.

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