El bautismo en agua es una práctica sagrada que ha sido una parte fundamental de la tradición cristiana desde la iglesia primitiva. El acto del bautismo está lleno de significado teológico y se ve como una expresión externa de una transformación interna. La cuestión de cómo debe realizarse el bautismo en agua según la Biblia es una que ha sido discutida y debatida entre los cristianos durante siglos. Para responder a esta pregunta, debemos profundizar en las Escrituras y examinar las prácticas de la iglesia primitiva, las enseñanzas de Jesús y los escritos de los apóstoles.
En el Nuevo Testamento, el bautismo se presenta consistentemente como una ordenanza esencial para los creyentes. La palabra griega para bautismo, "baptizo", significa "sumergir" o "mojar", lo que nos da una pista sobre el modo de bautismo. Esta inmersión simboliza la identificación del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Pablo escribe en Romanos 6:3-4, "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo en la muerte, para que como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida" (NASB). Este pasaje subraya el simbolismo de la inmersión, ya que representa ser sepultado con Cristo y luego resucitar a una nueva vida.
La práctica del bautismo también es evidente en el ministerio de Juan el Bautista. Juan bautizó a Jesús en el río Jordán, y el relato en Mateo 3:16 dice, "Después de ser bautizado, Jesús subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos se abrieron, y vio al Espíritu de Dios descendiendo como una paloma y posándose sobre Él" (NASB). La frase "subió inmediatamente del agua" implica que Jesús fue completamente sumergido en el río. Este acto no solo estableció un ejemplo para los creyentes, sino que también marcó el comienzo del ministerio público de Jesús.
La iglesia primitiva continuó la práctica del bautismo por inmersión. En Hechos 8:36-39, leemos el relato de Felipe y el eunuco etíope: "Mientras iban por el camino llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo, '¡Mira! ¡Agua! ¿Qué impide que yo sea bautizado?'... Y ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y él lo bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no lo vio más, pero siguió su camino gozoso" (NASB). Esta narrativa nuevamente enfatiza el acto de descender al agua y salir de ella, reforzando la práctica de la inmersión.
Aunque la inmersión parece ser el modo predominante de bautismo en el Nuevo Testamento, es esencial considerar el corazón y el propósito detrás del acto. El bautismo es una declaración pública de fe en Jesucristo y un compromiso de seguirlo. Es un signo externo de un cambio interno, simbolizando el lavado de los pecados y la nueva vida del creyente en Cristo. Pedro explica en 1 Pedro 3:21, "Correspondiente a esto, el bautismo ahora os salva, no la eliminación de la suciedad de la carne, sino una apelación a Dios por una buena conciencia, mediante la resurrección de Jesucristo" (NASB). El énfasis aquí está en la apelación a Dios por una buena conciencia, destacando el significado espiritual del bautismo más que el acto físico en sí.
Diferentes tradiciones cristianas han desarrollado diversas prácticas e interpretaciones del bautismo a lo largo de los siglos. Algunas denominaciones practican el bautismo infantil, mientras que otras enfatizan el bautismo de creyentes, donde el individuo hace una profesión personal de fe antes de ser bautizado. El modo de bautismo también varía, con algunos practicando la inmersión y otros rociando o vertiendo agua. Aunque existen estas diferencias, es crucial recordar que el propósito central del bautismo es identificarse públicamente con Cristo y su iglesia.
Además del modo de bautismo, el Nuevo Testamento también proporciona orientación sobre el contexto y el entorno adecuados para el bautismo. El bautismo generalmente es administrado por un líder o anciano de la iglesia, como se ve en el ejemplo de Felipe y el eunuco etíope. También se realiza a menudo en presencia de una comunidad de creyentes, significando la incorporación del individuo al cuerpo de Cristo. En Hechos 2:41, leemos, "Entonces, los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y ese día se añadieron unas tres mil almas" (NASB). Este bautismo masivo tuvo lugar en el contexto de la comunidad cristiana primitiva, enfatizando la naturaleza comunitaria y celebratoria de la ordenanza.
La Gran Comisión, dada por Jesús a sus discípulos, también subraya la importancia del bautismo. En Mateo 28:19-20, Jesús ordena, "Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (NASB). Este mandato destaca la fórmula trinitaria para el bautismo y la responsabilidad de la iglesia de bautizar a los nuevos creyentes como parte del proceso de hacer discípulos.
Aunque el modo y el contexto del bautismo son importantes, el aspecto más crítico es la fe del individuo en Jesucristo. El bautismo sin una fe genuina es meramente un ritual sin sustancia. El Nuevo Testamento vincula consistentemente el bautismo con el arrepentimiento y la fe. En Hechos 2:38, Pedro exhorta a la multitud, "Arrepentíos, y cada uno de vosotros sea bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (NASB). Este llamado al arrepentimiento y la fe antes del bautismo subraya la necesidad de una relación personal con Cristo.
En conclusión, la Biblia proporciona un marco claro para cómo debe realizarse el bautismo en agua. El modo predominante de bautismo en el Nuevo Testamento es la inmersión, simbolizando la identificación del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. El acto del bautismo es una declaración pública de fe y un compromiso de seguir a Cristo, realizado en el contexto de la comunidad cristiana. Aunque diferentes tradiciones pueden tener prácticas variadas, el propósito central del bautismo sigue siendo el mismo: significar la nueva vida del creyente en Cristo e incorporación a su cuerpo, la iglesia. En última instancia, el aspecto más importante del bautismo es la fe del individuo en Jesucristo, ya que es esta fe la que produce la transformación interna que el bautismo representa externamente.