En el vasto tapiz de las enseñanzas bíblicas, el tema de consultar a médiums y psíquicos se aborda con notable claridad y precaución. La Biblia, como texto fundamental para los cristianos, proporciona tanto mandamientos directos como narrativas ilustrativas que moldean la comprensión de esta práctica. Al profundizar en lo que la Biblia dice sobre consultar a médiums y psíquicos, es esencial considerar los contextos históricos, culturales y espirituales presentados en las escrituras.
Desde el principio, es importante reconocer que la Biblia condena explícitamente la práctica de consultar a médiums y psíquicos. Esta prohibición está arraigada en la creencia de que tales prácticas son antitéticas a la adoración y dependencia de Dios. En el Antiguo Testamento, el libro de Levítico proporciona un mandamiento directo: "No os volváis a los médiums ni busquéis a los espiritistas, porque os contaminaréis con ellos. Yo soy el SEÑOR vuestro Dios" (Levítico 19:31, NVI). Esta instrucción se reitera en Deuteronomio, donde está escrito: "No se halle en ti nadie... que practique adivinación o hechicería, interprete presagios, se dedique a la brujería, o lance conjuros, o que sea médium o espiritista o que consulte a los muertos" (Deuteronomio 18:10-11, NVI). El lenguaje fuerte utilizado en estos pasajes subraya la seriedad con la que se ven estas prácticas.
La prohibición de consultar a médiums y psíquicos no es meramente una cuestión de ritual religioso o pureza; está profundamente ligada a la naturaleza de la relación entre Dios y Su pueblo. Los israelitas fueron llamados a ser un pueblo apartado, completamente devoto a Dios y dependiente de Él para orientación y sabiduría. La consulta a médiums y psíquicos representa una violación de esta relación de pacto, ya que implica buscar conocimiento y poder fuera de la provisión de Dios. La práctica se ve como una forma de idolatría, poniendo confianza en intermediarios humanos o espirituales en lugar de en Dios mismo.
La narrativa del rey Saúl consultando a la médium de Endor proporciona una ilustración conmovedora de las consecuencias de tales acciones. En 1 Samuel 28, leemos que Saúl, enfrentando la amenaza inminente del ejército filisteo e incapaz de recibir orientación de Dios, busca a una médium para convocar el espíritu del profeta Samuel. Este acto de desesperación marca un punto de inflexión en la trágica historia de Saúl. La médium logra conjurar el espíritu de Samuel, pero el mensaje que Saúl recibe es de condena y juicio divino. Esta narrativa no solo destaca la futilidad y el peligro de consultar a médiums, sino que también sirve como un cuento de advertencia sobre el declive espiritual y moral que puede resultar de alejarse de Dios.
En el Nuevo Testamento, el enfoque cambia ligeramente para abordar el tema más amplio del discernimiento espiritual y la realidad de la guerra espiritual. El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, escribe sobre la naturaleza de la lucha cristiana: "Porque nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra los gobernantes, contra las autoridades, contra los poderes de este mundo oscuro y contra las fuerzas espirituales del mal en las regiones celestiales" (Efesios 6:12, NVI). Este pasaje subraya la realidad de las fuerzas espirituales que se oponen a Dios y Sus propósitos. Consultar a médiums y psíquicos se ve como abrirse a estas fuerzas, lo que puede llevar a engaño espiritual y daño.
La comunidad cristiana primitiva también encontró individuos que practicaban la hechicería y la magia, como se ve en el libro de los Hechos. En Hechos 8, Simón el Mago intenta comprar el poder del Espíritu Santo a los apóstoles, revelando un malentendido de la naturaleza de los dones de Dios y el peligro de mezclar la fe con prácticas ocultas. De manera similar, en Hechos 16, Pablo encuentra a una esclava poseída por un espíritu de adivinación. Pablo expulsa al espíritu, demostrando la autoridad de Cristo sobre tales poderes y la incompatibilidad de estas prácticas con la fe cristiana.
A lo largo de la historia cristiana, teólogos y líderes de la iglesia han advertido consistentemente sobre los peligros de involucrarse con médiums y psíquicos. Los padres de la iglesia primitiva, como Agustín, hablaron en contra de la práctica, enfatizando la suficiencia de Cristo y las Escrituras para orientación y sabiduría. Agustín, en su obra "La ciudad de Dios", argumenta que buscar conocimiento de los espíritus es una forma de rebelión contra Dios, ya que busca eludir el orden divino establecido por Él.
Desde una perspectiva teológica, la prohibición de consultar a médiums y psíquicos está arraigada en la comprensión de la soberanía de Dios y la naturaleza de la revelación. Los cristianos creen que Dios se ha revelado a través de la creación, las Escrituras y supremamente a través de Jesucristo. Esta revelación es suficiente para entender la voluntad y el propósito de Dios para la humanidad. La búsqueda de conocimiento a través de médiums y psíquicos se ve como un intento de captar conocimiento oculto o prohibido, similar al pecado original de Adán y Eva, quienes buscaron sabiduría aparte del mandato de Dios.
En términos prácticos, la Biblia llama a los cristianos a buscar orientación a través de la oración, el estudio de las Escrituras y el consejo de otros creyentes. El Espíritu Santo es dado a los creyentes como guía y consolador, llevándolos a toda verdad (Juan 16:13, NVI). Esta dependencia del Espíritu Santo contrasta marcadamente con la dependencia de médiums y psíquicos, que se ve como una forma de adulterio espiritual.
En resumen, la postura de la Biblia sobre consultar a médiums y psíquicos es clara e inequívoca. Es una práctica que se condena como contraria a la voluntad de Dios y a la naturaleza de la relación que Él desea con Su pueblo. La narrativa y las enseñanzas bíblicas enfatizan la suficiencia de la revelación de Dios y los peligros de buscar conocimiento y poder fuera de Su provisión. Para los cristianos, el llamado es a confiar solo en Dios para la orientación y resistir la atracción de prácticas espirituales que alejan de Él. Por lo tanto, el mandato bíblico es evitar consultar a médiums y psíquicos, y en su lugar, buscar la sabiduría y orientación que provienen de una relación con Dios a través de Jesucristo.