El bautismo es uno de los sacramentos más significativos en el cristianismo, simbolizando la identificación del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Dada su importancia, la pregunta de quién está calificado para realizar bautismos es pertinente y ha sido discutida y debatida a lo largo de la historia de la iglesia. Para responder a esta pregunta, debemos recurrir a la Biblia, así como considerar perspectivas históricas y teológicas dentro de la tradición cristiana.
El Nuevo Testamento proporciona varios ejemplos de bautismos, pero no ofrece una prescripción explícita y detallada sobre quién exactamente está calificado para bautizar. Sin embargo, al examinar el contexto y los individuos involucrados en los bautismos, podemos sacar algunas conclusiones.
Los primeros relatos de bautismo en el Nuevo Testamento se encuentran en los Evangelios, con Juan el Bautista bautizando a personas en el río Jordán como señal de arrepentimiento (Mateo 3:1-12, Marcos 1:4-8, Lucas 3:3-16, Juan 1:19-28). El bautismo de Juan fue un precursor del bautismo cristiano y fue único para su ministerio profético. Sin embargo, establece un precedente para el acto de bautismo realizado por un individuo con una autoridad espiritual reconocida.
Jesús mismo fue bautizado por Juan el Bautista (Mateo 3:13-17), lo que no solo afirmó el ministerio de Juan, sino que también estableció un ejemplo para sus seguidores. Después de su resurrección, Jesús ordenó a sus discípulos bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19-20). Esta Gran Comisión es fundamental, ya que confía a los apóstoles la autoridad para hacer discípulos y bautizarlos.
En los Hechos de los Apóstoles, vemos a los apóstoles y otros líderes cristianos primitivos realizando bautismos. Por ejemplo, Pedro bautiza a la casa de Cornelio (Hechos 10:47-48), y Felipe bautiza al eunuco etíope (Hechos 8:36-38). Estos ejemplos indican que aquellos que fueron directamente comisionados por Jesús o eran líderes reconocidos dentro de la iglesia primitiva eran los que realizaban bautismos.
A lo largo de la historia de la iglesia, el papel de administrar sacramentos, incluido el bautismo, a menudo se ha reservado para el clero ordenado. Esta práctica se basa en la idea de que los líderes de la iglesia, como pastores, ancianos y diáconos, están encargados de la supervisión espiritual de la congregación. Las cartas de Pablo a Timoteo y Tito enfatizan la importancia de un liderazgo calificado y piadoso dentro de la iglesia (1 Timoteo 3:1-13, Tito 1:5-9).
El Didaché, un documento cristiano temprano que data del primer o segundo siglo, proporciona alguna información sobre las prácticas cristianas tempranas. Instruye que el bautismo debe realizarse en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pero no especifica quién debe realizar el bautismo. Esto sugiere cierta flexibilidad en la iglesia primitiva, aunque la práctica general probablemente era que los líderes reconocidos realizaran el sacramento.
Un concepto teológico clave que surgió durante la Reforma Protestante es el