El concepto de la unción en la Biblia está lleno de significado teológico y contexto histórico. La unción, en su sentido más básico, implica la aplicación de aceite a una persona u objeto, simbolizando consagración, dedicación o empoderamiento por parte de Dios. A lo largo de las Escrituras, varias personas son ungidas para diferentes propósitos, cada una con profundas implicaciones para sus roles y responsabilidades dentro del plan divino de Dios.
En el Antiguo Testamento, la unción era una práctica común utilizada para apartar a individuos para roles específicos, como reyes, sacerdotes y profetas. El aceite de unción en sí era una mezcla sagrada, como se describe en Éxodo 30:22-25:
"Toma las mejores especias: de mirra líquida 500 siclos, y de canela aromática la mitad, es decir, 250, y 250 de caña aromática, y 500 de casia, según el siclo del santuario, y un hin de aceite de oliva. Y harás de esto un aceite de unción sagrada mezclado como por el perfumista; será un aceite de unción santa."
Uno de los grupos más notables de individuos ungidos en la Biblia son los reyes de Israel. El primer rey en ser ungido fue Saúl, elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel. En 1 Samuel 10:1, leemos:
"Entonces Samuel tomó una redoma de aceite y la derramó sobre su cabeza, lo besó y dijo: '¿No te ha ungido el Señor como príncipe sobre su pueblo Israel? Y reinarás sobre el pueblo del Señor y los salvarás de la mano de sus enemigos circundantes.'"
Después de Saúl, David también fue ungido por Samuel, como se ve en 1 Samuel 16:13:
"Entonces Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el Espíritu del Señor vino sobre David desde ese día en adelante."
La unción de David es particularmente significativa, ya que no solo marcó su reinado, sino que también estableció su linaje como la línea a través de la cual vendría el Mesías. La unción de David fue un respaldo divino, apartándolo como un hombre conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14).
Los sacerdotes, particularmente los sumos sacerdotes, también eran ungidos. Aarón, el hermano de Moisés, fue el primer sumo sacerdote, y su unción se detalla en Éxodo 29:7:
"Tomarás el aceite de unción y lo derramarás sobre su cabeza y lo ungirás."
Este acto de unción significaba la consagración de Aarón para servir en el tabernáculo, mediando entre Dios y el pueblo de Israel. La unción de los sacerdotes era una parte vital del sistema sacrificial, asegurando que aquellos que se acercaban a Dios en nombre del pueblo estuvieran apartados y santificados.
Los profetas, aunque menos frecuentemente ungidos con aceite, aún eran considerados ungidos por Dios en un sentido espiritual. El profeta Elías fue instruido por Dios para ungir a Eliseo como su sucesor en 1 Reyes 19:16:
"Y a Jehú hijo de Nimsi ungirás como rey sobre Israel, y a Eliseo hijo de Safat de Abel-meholá ungirás como profeta en tu lugar."
Esta unción significaba la transferencia de autoridad profética y la continuación de la revelación de Dios a Su pueblo a través de Sus mensajeros elegidos.
El Nuevo Testamento continúa el tema de la unción pero amplía su significado y aplicación, particularmente a través de la persona y obra de Jesucristo y el ministerio del Espíritu Santo.
Jesús es el ungido supremo, el Mesías (hebreo: Mashiaj, griego: Christos), que significa "el Ungido." Su unción no fue con aceite sino con el Espíritu Santo. En Su bautismo, el Espíritu Santo descendió sobre Él como una paloma, y una voz del cielo declaró: "Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco" (Marcos 1:11).
El mismo Jesús proclamó Su unción en Lucas 4:18-19, citando al profeta Isaías:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y recuperación de la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año del favor del Señor."
Esta declaración resume la misión de Jesús: traer salvación, sanidad y libertad a través del poder del Espíritu Santo. Su unción es única e incomparable, ya que significa Su naturaleza divina y Su papel como el Salvador del mundo.
En el Nuevo Testamento, el concepto de unción se extiende a todos los creyentes. El apóstol Pablo habla de esto en 2 Corintios 1:21-22:
"Y es Dios quien nos establece con ustedes en Cristo, y nos ha ungido, y quien también ha puesto su sello sobre nosotros y nos ha dado su Espíritu en nuestros corazones como garantía."
Este pasaje destaca que todos los que están en Cristo son ungidos por Dios, significando su inclusión en Su plan redentor y su empoderamiento por el Espíritu Santo. El apóstol Juan también afirma esto en 1 Juan 2:20:
"Pero ustedes han sido ungidos por el Santo, y todos tienen conocimiento."
Esta unción por el Espíritu Santo equipa a los creyentes con discernimiento espiritual y la capacidad de vivir su fe de acuerdo con la voluntad de Dios.
La práctica de ungir a los enfermos se menciona específicamente en el Nuevo Testamento, particularmente en la Epístola de Santiago. En Santiago 5:14-15, leemos:
"¿Está alguno entre ustedes enfermo? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados."
Esta instrucción subraya el papel de la unción como un medio de invocar el poder y la gracia sanadora de Dios. Es una expresión tangible de fe, donde el aceite simboliza la presencia y obra del Espíritu Santo en traer restauración física y espiritual.
El acto de ungir lleva un profundo significado teológico. Es un acto físico que apunta a realidades espirituales, simbolizando la elección, empoderamiento y santificación de Dios de individuos para Sus propósitos. Ya sea la unción de reyes, sacerdotes, profetas, Jesucristo o creyentes, el hilo común es la iniciativa divina y la presencia del Espíritu Santo.
La unción también sirve como un recordatorio de la fidelidad del pacto de Dios. Por ejemplo, la unción de David como rey fue un cumplimiento de la promesa de Dios de establecer una dinastía duradera a través de la cual vendría el Mesías. De manera similar, la unción de Jesús como el Cristo cumple las profecías del Antiguo Testamento e inaugura el nuevo pacto, trayendo salvación a todos los que creen.
En la vida de los creyentes, la unción significa su identidad en Cristo y su participación en Su misión. Es una fuente de aliento y seguridad, recordándoles que están apartados y empoderados por el Espíritu Santo para vivir su fe y dar testimonio al mundo.
Los individuos ungidos en la Biblia, desde reyes como David hasta el Ungido supremo, Jesucristo, y los creyentes de hoy, reflejan la naturaleza multifacética de la obra redentora de Dios. La unción es un símbolo poderoso de la presencia, elección y empoderamiento de Dios, entrelazado a lo largo de la narrativa bíblica para revelar Sus propósitos y promesas. Al reflexionar sobre los ungidos en las Escrituras, se nos invita a reconocer nuestra propia unción en Cristo y a vivir nuestro llamado con fe y devoción.