La teología del pacto es un marco para entender la narrativa general de la Biblia, enfatizando el papel de los pactos como el medio por el cual Dios se relaciona con la humanidad. Esta perspectiva teológica postula que Dios ha establecido una serie de pactos a lo largo de la historia, cada uno avanzando Su plan redentor. Para apoyar la teología del pacto, podemos observar varios pasajes bíblicos clave que destacan el concepto de pactos y su importancia en la relación de Dios con la humanidad.
La teología del pacto a menudo comienza con el Pacto de Obras, que se ve en la relación entre Dios y Adán en el Jardín del Edén. En Génesis 2:16-17, Dios le ordena a Adán, diciendo: "Puedes comer de cualquier árbol del jardín; pero no debes comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque cuando comas de él ciertamente morirás." Este pacto implica una promesa de vida por obediencia y muerte por desobediencia. Aunque el término "pacto" no se usa explícitamente aquí, Oseas 6:7 se refiere a la transgresión de Adán, indicando un marco de pacto: "Pero como Adán, ellos han transgredido el pacto; allí han actuado traidoramente contra Mí" (NASB).
Después de la caída, Dios inicia el Pacto de Gracia, que se revela progresivamente a lo largo de las Escrituras. Este pacto comienza con la promesa de Dios a Adán y Eva en Génesis 3:15, a menudo llamada el protoevangelio, o el primer evangelio. Dios declara: "Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu descendencia y la de ella; él te aplastará la cabeza, y tú le herirás el talón." Este versículo se ve como el primer indicio del plan redentor de Dios a través de la descendencia de la mujer, finalmente cumplido en Jesucristo.
El Pacto Noéico en Génesis 9 desarrolla aún más la idea de los tratos graciosos de Dios con la humanidad. Después del diluvio, Dios establece un pacto con Noé y sus descendientes, prometiendo no destruir la tierra con un diluvio nuevamente. Génesis 9:11 dice: "Establezco mi pacto con ustedes: Nunca más será destruida toda vida por las aguas de un diluvio; nunca más habrá un diluvio para destruir la tierra." Este pacto está marcado por la señal del arco iris, que sirve como un recordatorio de la misericordia y fidelidad de Dios.
El Pacto Abrahámico es otro momento crucial en el desarrollo del Pacto de Gracia. En Génesis 12:1-3, Dios llama a Abram y hace varias promesas: "Haré de ti una gran nación, y te bendeciré; haré tu nombre grande, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré; y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti." Este pacto se confirma y expande en Génesis 15 y 17, donde Dios promete a Abraham numerosos descendientes y la tierra de Canaán, e instituye la circuncisión como la señal del pacto. El Pacto Abrahámico es fundamental para entender el plan de Dios de bendecir a todas las naciones a través de la descendencia de Abraham, finalmente cumplido en Cristo (Gálatas 3:16).
El Pacto Mosaico en el Monte Sinaí es otro componente crítico de la teología del pacto. En Éxodo 19:5-6, Dios le dice a los israelitas: "Ahora bien, si me obedecen plenamente y guardan mi pacto, entonces de entre todas las naciones serán mi posesión más preciada. Aunque toda la tierra es mía, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa." Este pacto, dado a través de Moisés, incluye la entrega de la Ley, que sirve para guiar a Israel en su relación con Dios y apartarlos como Su pueblo. El Pacto Mosaico también señala la necesidad de una solución mayor al problema del pecado, ya que la Ley revela la incapacidad de la humanidad para lograr la justicia por sí misma (Romanos 3:20).
El Pacto Davídico es otro pacto significativo en la narrativa bíblica. En 2 Samuel 7:12-16, Dios le promete a David que sus descendientes gobernarán para siempre: "Cuando tus días se cumplan y descanses con tus padres, levantaré a tu descendencia para que te suceda, uno de tu propia carne y sangre, y estableceré su reino. Él construirá una casa para mi Nombre, y estableceré el trono de su reino para siempre." Este pacto establece la esperanza de un Rey Mesiánico, un descendiente de David que reinará eternamente, cumplido en Jesucristo (Lucas 1:32-33).
El Nuevo Pacto, profetizado en el Antiguo Testamento y cumplido en el Nuevo Testamento, es la culminación del Pacto de Gracia. Jeremías 31:31-34 proporciona una descripción profunda de este pacto: "'Vienen días,' declara el Señor, 'cuando haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y con el pueblo de Judá. No será como el pacto que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, porque quebrantaron mi pacto, aunque fui un esposo para ellos,' declara el Señor. 'Este es el pacto que haré con el pueblo de Israel después de ese tiempo,' declara el Señor. 'Pondré mi ley en sus mentes y la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ya no enseñarán a su prójimo, ni dirán el uno al otro,