La cuestión de qué traducciones de la Biblia se recomiendan para los católicos es significativa, ya que toca tanto la historia de la Iglesia como los matices teológicos que diferentes traducciones pueden poner de relieve. La Iglesia Católica tiene una rica tradición de estudios bíblicos y ha respaldado varias traducciones que son fieles a los textos originales y accesibles para el lector moderno. Como pastor cristiano no denominacional, mi objetivo es proporcionar una respuesta equilibrada y reflexiva que respete la tradición católica y ofrezca ideas que puedan ser apreciadas por cristianos de todos los orígenes.
La historia de la traducción de la Biblia está profundamente entrelazada con la Reforma. Antes de la Reforma, la Vulgata Latina, traducida por San Jerónimo a finales del siglo IV, era la Biblia estándar de la Iglesia Occidental. El Concilio de Trento (1545-1563) afirmó la Vulgata como el texto latino autoritativo de la Biblia para la Iglesia Católica. Sin embargo, la Reforma, encabezada por figuras como Martín Lutero, enfatizó la importancia de traducir la Biblia a lenguas vernáculas para que la gente común pudiera leerla y entenderla.
En respuesta, la Iglesia Católica también vio la necesidad de proporcionar traducciones que fueran tanto precisas como accesibles. Esto llevó a la creación de varias traducciones notables que todavía se usan hoy en día.
Una de las primeras traducciones al inglés respaldadas por la Iglesia Católica es la Biblia de Douay-Rheims. Traducida de la Vulgata Latina, el Nuevo Testamento se publicó en 1582, y el Antiguo Testamento siguió en 1609-1610. Esta traducción fue significativa porque proporcionó una versión en inglés de las Escrituras que estaba en línea con la enseñanza y la tradición católica. La Biblia de Douay-Rheims tiene un lenguaje algo arcaico, pero sigue siendo un recurso valioso para aquellos interesados en el contexto histórico de las traducciones bíblicas en inglés.
La Versión Estándar Revisada (RSV) se publicó por primera vez en 1952 y es conocida por su equilibrio entre precisión y legibilidad. La Edición Católica (RSV-CE) se publicó en 1966 e incluye los libros deuterocanónicos, que son considerados canónicos por la Iglesia Católica pero a menudo se omiten en las Biblias protestantes. La RSV-CE es muy apreciada por su rigor académico y se usa a menudo en entornos académicos, así como para el estudio personal y la liturgia.
La Nueva Biblia Americana (NAB) se publicó por primera vez en 1970 y ha pasado por varias revisiones, la más reciente siendo la Edición Revisada de la Nueva Biblia Americana (NABRE) en 2011. La NAB fue específicamente encargada por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y se usa ampliamente en la Iglesia Católica Americana. Es la traducción utilizada en el leccionario para la Misa en los Estados Unidos. La NAB es conocida por su lenguaje claro y contemporáneo, lo que la hace accesible a un público amplio.
La Nueva Biblia de Jerusalén (NJB) es una actualización de la Biblia de Jerusalén, que se publicó por primera vez en 1966. La NJB se publicó en 1985 y es conocida por su calidad literaria y uso de lenguaje inclusivo. Se basa en los textos originales en hebreo, griego y arameo e incluye extensas notas al pie y referencias cruzadas. La NJB es a menudo elogiada por su legibilidad y profundidad de erudición.
La Versión Estándar en Inglés (ESV) es una traducción relativamente reciente, publicada por primera vez en 2001. La Edición Católica (ESV-CE) se publicó en 2018 e incluye los libros deuterocanónicos. La ESV-CE es conocida por su equivalencia formal, lo que significa que se esfuerza por estar lo más cerca posible de los textos originales mientras sigue siendo legible en inglés moderno. Esta traducción está ganando popularidad entre los católicos por su precisión y calidad literaria.
Al elegir una traducción de la Biblia, es importante considerar las implicaciones teológicas de las elecciones de traducción. Diferentes traducciones pueden reflejar diferentes énfasis teológicos, y esto es particularmente relevante en el contexto de la doctrina católica.
Por ejemplo, la traducción de términos clave puede influir en la comprensión teológica. En la RSV-CE, Isaías 7:14 dice: "Por tanto, el Señor mismo os dará una señal. He aquí, una joven concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel." El término "joven" es una traducción de la palabra hebrea "almah," que puede significar joven o virgen. La NAB y la NJB, por otro lado, traducen este término como "virgen," lo que se alinea con la interpretación cristiana tradicional de esta profecía como referida a la Virgen María.
Otro ejemplo es la traducción de la palabra griega "ekklesia," que a menudo se traduce como "iglesia." La elección de esta traducción puede reflejar una eclesiología particular. La NAB traduce Mateo 16:18 como: "Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del inframundo no prevalecerán contra ella." Esta traducción enfatiza el papel de Pedro y la Iglesia, que es un aspecto clave de la teología católica.
Además de las consideraciones teológicas, también se deben tener en cuenta factores prácticos como la legibilidad, las ayudas de estudio y el uso previsto de la Biblia. Para el estudio personal, una Biblia con extensas notas al pie, referencias cruzadas y guías de estudio, como la NJB o la NABRE, puede ser muy útil. Para el uso litúrgico, es importante usar una traducción que esté aprobada para su uso en la Misa, como la NABRE en los Estados Unidos.
La Iglesia Católica tiene una rica tradición de estudios bíblicos y ha respaldado varias traducciones que son tanto precisas como accesibles. La Biblia de Douay-Rheims, la Edición Católica de la Versión Estándar Revisada (RSV-CE), la Nueva Biblia Americana (NAB), la Nueva Biblia de Jerusalén (NJB) y la Edición Católica de la Versión Estándar en Inglés (ESV-CE) son todas traducciones altamente recomendadas para los católicos. Cada una de estas traducciones tiene sus propias fortalezas y puede ser un recurso valioso para diferentes propósitos, ya sea para el estudio personal, la investigación académica o el uso litúrgico.
En última instancia, la mejor traducción es aquella que leerás y con la que te comprometerás regularmente. La Biblia es la Palabra viva de Dios, y a través de ella, encontramos la revelación divina y crecemos en nuestra fe. Como dijo San Jerónimo: "La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo." Por lo tanto, es esencial elegir una traducción que te ayude a entender y vivir las enseñanzas de las Escrituras en tu vida diaria.