En el ámbito de la bioética, las tecnologías de reproducción asistida (TRA) como la fertilización in vitro (FIV), la subrogación y la inseminación artificial presentan consideraciones morales y éticas complejas, especialmente desde una perspectiva cristiana. Estas tecnologías, que se han desarrollado para ayudar a las parejas que enfrentan infertilidad, plantean preguntas sobre la santidad de la vida, el orden natural y la estructura familiar ordenada por Dios.
Las tecnologías de reproducción asistida abarcan varios procedimientos médicos utilizados para lograr el embarazo de maneras distintas a la relación sexual directa. Las formas comunes incluyen la FIV, donde los óvulos se fertilizan fuera del cuerpo de la mujer y luego se implantan en su útero; la inseminación artificial, donde el esperma se inserta directamente en el cuello uterino o el útero de una mujer; y la subrogación, donde otra mujer lleva y da a luz a un niño para otra persona.
La Biblia no aborda directamente las modernas tecnologías de reproducción asistida, ya que estas estaban más allá del conocimiento científico de la época. Sin embargo, las Escrituras proporcionan principios que pueden guiar nuestra comprensión de estos temas. Génesis 1:28 registra el mandato de Dios de ser fructíferos y multiplicarse, lo que muestra el valor inherente que se le da a la procreación dentro del matrimonio. Salmos 127:3 también proclama: "Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa de él".
De estos versículos, está claro que los hijos son considerados una bendición de Dios, y el deseo de tener hijos es tanto natural como bueno. Sin embargo, los métodos por los cuales los niños son concebidos e introducidos en la familia tienen un peso significativo en la ética cristiana.
Una de las principales preocupaciones con las TRA desde una perspectiva cristiana es la santidad de la vida. La vida se considera sagrada desde la concepción, como se articula en Jeremías 1:5, donde Dios dice: "Antes de formarte en el vientre te conocí, antes de que nacieras te aparté". Este versículo, entre otros, se cita a menudo para resaltar la creencia de que la vida comienza en la concepción, y por lo tanto, cada embrión se considera una vida.
En el proceso de FIV, a menudo se crean varios embriones, y no todos son implantados. El destino de los embriones no utilizados—ya sea que se congelen para uso futuro, se descarten o se donen para investigación—puede plantear serias preguntas éticas sobre el respeto y el valor de la vida humana.
Otro aspecto a considerar es el alcance de la intervención humana en el proceso natural de la procreación. Algunos cristianos argumentan que las TRA pueden verse como una extensión de la ciencia médica, similar a la curación de enfermedades—algo que Jesús mismo practicó y apoyó. Sin embargo, otros sostienen que estas tecnologías interrumpen el orden natural establecido por Dios, particularmente cuando se involucran terceros, como donantes y sustitutas.
La participación de donantes y sustitutas introduce dimensiones éticas adicionales. Por ejemplo, el uso de un donante de esperma o óvulo puede oscurecer la línea de descendencia del niño y complicar los lazos familiares establecidos por Dios. La subrogación puede plantear preguntas sobre la mercantilización del cuerpo de las mujeres y la posible explotación de mujeres económicamente desfavorecidas.
La ética cristiana también valora altamente la unidad de las parejas casadas, que se expresa física y espiritualmente a través de la procreación. Las tecnologías que involucran a terceros, como la subrogación y la donación, pueden verse como una socavación de la unión exclusiva del pacto entre esposo y esposa. Esta perspectiva se basa en pasajes como Génesis 2:24, que habla de un hombre dejando a su padre y madre y uniéndose a su esposa, y los dos convirtiéndose en una sola carne.
Al navegar por estos temas complejos, es crucial que los cristianos también consideren los mandamientos de amar al prójimo (Marcos 12:31) y llevar las cargas los unos de los otros (Gálatas 6:2). Las parejas que enfrentan infertilidad a menudo experimentan un dolor emocional y psicológico significativo. La respuesta de la comunidad debe ser de compasión y apoyo, ayudándoles a explorar todas las opciones, incluida la adopción, que es otro medio bíblicamente apoyado para formar una familia (Santiago 1:27 habla sobre el cuidado de los huérfanos).
Para los cristianos que consideran las TRA, el proceso de toma de decisiones debe involucrar oración, consulta con profesionales de la salud conocedores y éticamente conscientes, y discusiones con consejeros pastorales que puedan proporcionar orientación basada en principios bíblicos. Cada tecnología y método debe evaluarse por sus propios méritos e implicaciones éticas, considerando los posibles impactos en la santidad de la vida, la unidad marital, los procesos naturales y el bienestar de todas las partes involucradas.
En conclusión, las tecnologías de reproducción asistida presentan tanto oportunidades como desafíos dentro del marco de la ética cristiana. Si bien tienen la promesa de cumplir el profundo deseo de tener hijos, también plantean importantes preocupaciones morales y éticas que requieren una consideración cuidadosa y en oración. Como con todos los temas complejos, las perspectivas y convicciones pueden variar entre los cristianos, lo que subraya la necesidad de gracia, diálogo y comprensión en las discusiones sobre este tema.