La administración ambiental es una responsabilidad que está profundamente entretejida en la creencia y práctica cristiana, aunque a menudo se pasa por alto en las discusiones de fe. Al profundizar en las Escrituras, encontramos que la Biblia proporciona profundas ideas sobre el papel de los humanos en el cuidado de la Tierra, presentándolo no solo como un deber sino como una tarea sagrada que Dios nos ha confiado.
La base de la administración ambiental se establece justo al comienzo de la Biblia. En Génesis 1:26-28, Dios crea a los humanos a Su imagen y les da dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todo ser viviente que se mueve sobre la tierra. Este dominio, sin embargo, no es una licencia para la explotación imprudente, sino un mandato para la administración responsable. El dominio en este contexto se trata de gobernar con el mismo cuidado y sabiduría que Dios tendría. Implica tutela y protección.
Génesis 2:15 refuerza este entendimiento al colocar a Adán en el Jardín del Edén "para trabajarlo y cuidarlo". Las palabras hebreas usadas aquí para "trabajar" y "cuidar" (‘abad y shamar) sugieren servir y preservar. Así, el papel de la humanidad no es explotar sino cultivar y salvaguardar el medio ambiente. Este papel de cuidado subraya una relación simbiótica entre los humanos y la naturaleza.
Los Salmos frecuentemente reflexionan sobre la belleza de la creación y la propiedad de Dios sobre ella. El Salmo 24:1 dice: "Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y todos los que lo habitan". Este versículo es un poderoso recordatorio de que, aunque a los humanos se les dan responsabilidades de administración, la propiedad última pertenece a Dios. Esta perspectiva exige un respeto y reverencia hacia la creación que va más allá del mero valor utilitario.
Además, la Biblia destaca el valor intrínseco de la naturaleza. En Mateo 6:26-30, Jesús señala a las aves del cielo y los lirios del campo, notando que no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, sin embargo, Dios los alimenta y los viste hermosamente. Aquí, Cristo ilustra el cuidado de Dios por toda Su creación, sugiriendo que tiene un valor más allá de su utilidad para los humanos.
Los profetas también proporcionan advertencias sobre las consecuencias de descuidar nuestro papel de administración. Por ejemplo, Isaías 24:4-6 habla de la tierra siendo contaminada por sus habitantes porque han desobedecido las leyes, violado los estatutos y roto el pacto eterno. El resultado es una maldición que consume la tierra y sus habitantes sufren por sus acciones. Este pasaje sirve como una advertencia severa de que hay consecuencias graves por la mala gestión y el abuso del mundo natural.
La literatura de sabiduría en la Biblia también toca temas de administración y conservación. Proverbios 12:10 dice: "El justo cuida de la vida de su bestia, pero las entrañas de los impíos son crueles". Este proverbio puede extenderse a toda la creación, sugiriendo que una marca de justicia es un enfoque considerado y compasivo hacia todos los seres vivos.
En el Nuevo Testamento, Jesús no habla directamente sobre cuestiones ambientales, pero Sus enseñanzas sobre el amor, la bondad y la justicia pueden aplicarse a cómo tratamos el medio ambiente. Colosenses 1:16-17 dice: "Porque en él fueron creadas todas las cosas: las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles... todas las cosas fueron creadas por medio de él y para él". Este pasaje enfatiza que Cristo es central en la creación, y por lo tanto, nuestra administración de la tierra es parte de nuestra relación con Él.
Además, Romanos 8:19-22 habla de la creación esperando con ansiosa expectativa la manifestación de los hijos de Dios, porque la creación fue sometida a frustración, no por su propia elección. Este pasaje refleja la interconexión de toda la creación y su destino compartido, destacando el papel de los humanos en redimir y restaurar el mundo natural.
En el contexto actual, la administración ambiental significa adoptar prácticas que promuevan la sostenibilidad, la conservación y el respeto por la vida. Esto podría implicar acciones simples como reciclar, conservar agua y reducir desechos, o compromisos más significativos como apoyar o iniciar programas ambientales en nuestras comunidades.
Las iglesias y organizaciones cristianas pueden liderar con el ejemplo, implementando políticas verdes en sus operaciones y alentando a sus miembros a tomar acción. La educación sobre cuestiones ambientales también puede integrarse en la enseñanza y actividades de la iglesia, enfatizando la base bíblica para dicho cuidado.
Desarrollar una teología del cuidado de la creación implica un aprendizaje continuo y reflexión sobre las Escrituras, entendiendo la amplitud y profundidad del amor de Dios por Su creación. También significa orar por sabiduría en cómo usamos los recursos y por el coraje para tomar decisiones a veces difíciles a favor de prácticas sostenibles y éticas.
En conclusión, la Biblia está rica en temas de administración, cuidado y respeto por el mundo natural. Como administradores de la Tierra, los cristianos están llamados a gestionar la creación de Dios de una manera que refleje Su amor y sabiduría. Esto no es solo una obligación ambiental sino un profundo deber espiritual que mejora nuestro caminar con Dios y nuestro testimonio al mundo.