La cuestión de si es apropiado que las mujeres usen maquillaje es una cuestión matizada que requiere un examen cuidadoso de los textos bíblicos, los contextos culturales y los principios teológicos. La Biblia no proporciona un mandamiento específico con respecto al uso del maquillaje, pero ofrece principios que pueden guiarnos en la toma de decisiones éticas sobre la apariencia personal.
Para empezar, es importante reconocer que la Biblia incluye varias referencias a la ornamentación y las prácticas de belleza. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, encontramos casos donde se menciona el maquillaje y la ornamentación. Una de esas referencias se encuentra en el libro de Ester, donde Ester se somete a extensos tratamientos de belleza, incluido el uso de cosméticos, antes de conocer al rey Asuero (Ester 2:12). Este pasaje no condena el uso del maquillaje, sino que lo presenta como parte de las prácticas culturales de la época.
De manera similar, en el libro de Ezequiel, el profeta describe a Jerusalén usando la imagen de una mujer adornada con joyas y maquillaje (Ezequiel 23:40). Aunque este pasaje es metafórico y habla de la infidelidad espiritual de Jerusalén, reconoce la existencia y el uso del maquillaje en tiempos antiguos.
Sin embargo, la Biblia también proporciona advertencias contra el uso excesivo o inapropiado de la ornamentación. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pedro aconseja a las mujeres cristianas sobre la cuestión de la ornamentación, enfatizando la importancia de la belleza interior sobre la apariencia exterior. En 1 Pedro 3:3-4, escribe:
"Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos y joyas de oro o vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios."
De manera similar, el apóstol Pablo ofrece orientación sobre la modestia y la decencia en 1 Timoteo 2:9-10:
"Quiero también que las mujeres se vistan decorosamente, con modestia y recato, no con peinados ostentosos, ni con oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad."
Estos pasajes destacan el principio bíblico de que la verdadera belleza se encuentra en el carácter y las acciones de una persona, más que en la ornamentación externa. El énfasis está en cultivar un corazón que refleje el carácter de Cristo y vivir una vida que honre a Dios.
También es útil considerar el contexto cultural en el que se escribieron estos textos bíblicos. En el mundo grecorromano del Nuevo Testamento, los peinados elaborados, las joyas y el maquillaje a menudo se asociaban con la riqueza, el estatus y, a veces, incluso con la laxitud moral. Las instrucciones de los apóstoles de centrarse en la belleza interior y la modestia fueron, en parte, una respuesta a los excesos culturales y los desafíos morales de su tiempo.
Desde una perspectiva teológica, la Biblia enseña que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20). Esto significa que estamos llamados a honrar a Dios con nuestros cuerpos, incluida la forma en que nos presentamos. El uso del maquillaje, por lo tanto, debe considerarse a la luz de este principio. ¿Se está utilizando para honrar a Dios y reflejar Su imagen, o se está utilizando para atraer una atención indebida hacia uno mismo o conformarse a los estándares mundanos de belleza?
También es importante reconocer que la Biblia celebra la diversidad de la creación de Dios, incluida la belleza de diferentes culturas y tradiciones. En el Cantar de los Cantares, encontramos una celebración de la belleza física y el amor romántico, con la novia y el novio expresando admiración por la apariencia del otro (Cantar de los Cantares 4:1-7). Este libro poético nos recuerda que la belleza, incluida la belleza física, es un regalo de Dios y puede ser apreciada dentro del contexto de una relación amorosa y comprometida.
En la literatura cristiana, varios teólogos y escritores también han abordado el tema de la ornamentación y la apariencia personal. Por ejemplo, Juan Calvino, un prominente reformador, enfatizó la importancia de la modestia y la simplicidad en el vestir, advirtiendo contra la vanidad y la extravagancia. De manera similar, A.W. Tozer, un conocido pastor y autor cristiano, escribió sobre los peligros de conformarse a los estándares mundanos y la necesidad de que los cristianos busquen la aprobación de Dios en lugar de la alabanza humana.
En última instancia, la cuestión de usar maquillaje es una cuestión de convicción personal y discernimiento. Cada individuo debe considerar en oración sus motivos y el impacto de sus elecciones en su relación con Dios y con los demás. Es esencial buscar la sabiduría del Espíritu Santo y ser guiado por los principios bíblicos de modestia, humildad y belleza interior.
En términos prácticos, esto significa que usar maquillaje no es inherentemente incorrecto o pecaminoso. Puede ser una forma de realzar la belleza natural, expresar creatividad y cuidarse a uno mismo. Sin embargo, es crucial examinar el corazón y las intenciones. ¿Estás usando maquillaje para sentirte seguro y presentable, o estás confiando en él para tu sentido de valor e identidad? ¿Estás usando maquillaje de una manera que honre a Dios y respete tu cuerpo como Su templo, o lo estás usando para conformarte a las presiones y estándares sociales?
En conclusión, la Biblia no proporciona una prohibición directa ni un respaldo del uso del maquillaje. En cambio, ofrece principios que pueden guiarnos en la toma de decisiones éticas y reflexivas sobre la apariencia personal. Al centrarnos en la belleza interior, la modestia y honrar a Dios con nuestros cuerpos, podemos abordar la cuestión del maquillaje de una manera que se alinee con nuestra fe y valores. Como en todos los asuntos de ética personal, es esencial buscar la guía de Dios, estudiar Su Palabra y esforzarse por reflejar Su carácter en todo lo que hacemos.