La cuestión de si es pecaminoso romper leyes que no se hacen cumplir es una cuestión matizada que requiere una consideración cuidadosa desde una perspectiva bíblica. Como pastor cristiano no denominacional, es esencial profundizar en los principios de las Escrituras, las enseñanzas de Jesús y la guía del Espíritu Santo para proporcionar una respuesta completa.
En primer lugar, es crucial entender la perspectiva bíblica sobre la ley y la autoridad. La Biblia enfatiza la importancia de obedecer las leyes del país y respetar a las autoridades. En Romanos 13:1-2, el apóstol Pablo escribe: "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos." Este pasaje subraya la creencia de que las autoridades gubernamentales son establecidas por Dios y que obedecer la ley es una forma de someterse al orden ordenado por Dios.
Sin embargo, la cuestión en cuestión involucra leyes que no se hacen cumplir. ¿Cambia la falta de aplicación la obligación moral de obedecer tales leyes? Para abordar esto, debemos considerar la naturaleza de la ley y su propósito. Las leyes se establecen para mantener el orden, proteger a los ciudadanos y promover la justicia. La aplicación de las leyes asegura que se cumplan estos objetivos. Cuando las leyes no se hacen cumplir, puede crear la percepción de que son menos importantes o que el cumplimiento es opcional. Sin embargo, el valor intrínseco de la ley no disminuye simplemente porque no se haga cumplir activamente.
Desde una perspectiva bíblica, la obediencia a la ley no depende únicamente de la presencia de la aplicación. Los cristianos están llamados a vivir por un estándar más alto de justicia que trasciende la aplicación legal. Jesús, en su Sermón del Monte, enfatizó la importancia de la justicia interna sobre la mera conformidad externa con la ley. En Mateo 5:17-20, Jesús dice: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos."
La enseñanza de Jesús destaca que la verdadera justicia implica un corazón que busca honrar a Dios y sus mandamientos, independientemente de la aplicación externa. Por lo tanto, la cuestión de si es pecaminoso romper leyes no aplicadas debe considerarse a la luz de nuestro compromiso de vivir una vida que refleje la santidad y la justicia de Dios.
Además, romper leyes, incluso aquellas que no se hacen cumplir, puede tener implicaciones más amplias para la sociedad y el testimonio de uno como cristiano. Los cristianos están llamados a ser sal y luz en el mundo (Mateo 5:13-16), lo que significa vivir de una manera que ejemplifique integridad, honestidad y respeto por la autoridad. Cuando los cristianos eligen ignorar las leyes, incluso las no aplicadas, puede socavar su testimonio y potencialmente llevar a otros por mal camino. El apóstol Pedro escribe en 1 Pedro 2:13-17: "Por causa del Señor someteos a toda institución humana; ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey."
La exhortación de Pedro enfatiza que la sumisión a la autoridad y la obediencia a la ley son parte de vivir una vida que honra a Dios y silencia las críticas de aquellos que no creen. Incluso si una ley no se hace cumplir activamente, elegir obedecerla demuestra un compromiso con los principios de orden y justicia que Dios valora.
También es importante considerar el concepto de conciencia en relación con la obediencia a la ley. El apóstol Pablo aborda el papel de la conciencia en Romanos 14:22-23, donde escribe: "La fe que tú tienes, tenla conforme a tu propia conciencia delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado." Este pasaje sugiere que actuar en contra de la propia conciencia es pecaminoso, incluso si la acción en sí misma no es inherentemente incorrecta. Si un cristiano siente la convicción de que romper una ley no aplicada es incorrecto, entonces hacerlo sería una violación de su conciencia y, por lo tanto, pecaminoso.
Además, el principio de amar al prójimo, como enseñó Jesús, es relevante para esta discusión. En Mateo 22:37-40, Jesús resume la ley con dos grandes mandamientos: "‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.’ Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." Romper leyes, incluso aquellas no aplicadas, puede tener consecuencias que afectan a otros. Por ejemplo, las leyes de tráfico, las regulaciones de salud y los códigos de seguridad están diseñados para proteger el bienestar de los individuos y las comunidades. Ignorar tales leyes, incluso si no hay una aplicación inmediata, puede poner en peligro a otros y no demostrar amor y consideración por nuestros vecinos.
En conclusión, desde una perspectiva bíblica, no es meramente la aplicación de las leyes lo que determina si romperlas es pecaminoso. Los cristianos están llamados a un estándar más alto de justicia que honra a Dios, respeta la autoridad y demuestra amor por los demás. Obedecer las leyes, incluso aquellas que no se hacen cumplir, se alinea con los principios bíblicos de sumisión a la autoridad, integridad y amor. Actuar en contra de la propia conciencia e ignorar el impacto potencial en los demás puede llevar al pecado. Por lo tanto, es esencial que los cristianos consideren sus acciones de manera reflexiva y orante a la luz de la Palabra de Dios y la guía del Espíritu Santo, esforzándose por vivir de una manera que refleje la santidad y la justicia de Dios en todos los aspectos de la vida.