La cuestión del propósito de la vida es una que ha intrigado a la humanidad durante milenios. Desde los filósofos antiguos hasta los pensadores modernos, la búsqueda de entender por qué existimos y cuál es nuestro propósito último ha sido un tema central. Para aquellos que recurren a la Biblia en busca de respuestas, esta profunda pregunta encuentra su resolución en la sabiduría intemporal de las Escrituras.
Según la Biblia, el propósito de la vida es multifacético, abarcando nuestra relación con Dios, nuestras relaciones con los demás y nuestro papel en el mundo. La Biblia proporciona un marco coherente y comprensivo que nos ayuda a entender nuestro propósito desde la creación hasta la eternidad.
La Biblia comienza con la narrativa de la creación en Génesis, donde vemos que los seres humanos fueron creados por Dios y a Su imagen (Génesis 1:26-27). Esta verdad fundamental establece que nuestro propósito principal es relacional. Estamos diseñados para estar en una relación amorosa con nuestro Creador. En Génesis 2:7, leemos que Dios sopló vida en Adán, haciéndolo un ser viviente. Este acto íntimo de creación significa que la vida misma es un regalo de Dios, destinado a ser vivida en comunión con Él.
El Catecismo Menor de Westminster, un resumen muy respetado de la doctrina cristiana, captura sucintamente esta idea con su pregunta y respuesta inicial: "¿Cuál es el fin principal del hombre? El fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre." Esta declaración está profundamente arraigada en la enseñanza bíblica. En Isaías 43:7, Dios dice: "todos los llamados por mi nombre, a quienes creé para mi gloria, a quienes formé y hice." Nuestras vidas están destinadas a reflejar la gloria de Dios, y encontramos nuestra realización más profunda en conocerlo y adorarlo.
Otro aspecto de nuestro propósito es vivir en obediencia a los mandamientos de Dios. La Biblia está repleta de instrucciones sobre cómo vivir una vida que sea agradable a Dios. En el Antiguo Testamento, los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-17) proporcionan un marco moral para vivir. Jesús resumió la Ley y los Profetas con dos grandes mandamientos: amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-40).
La santidad es otro componente clave de nuestro propósito. En 1 Pedro 1:15-16, se nos llama a ser santos porque Dios es santo. La santidad implica estar apartados para los propósitos de Dios y vivir de una manera que refleje Su carácter. Esta búsqueda de la santidad no se trata de adherirse a una lista de reglas, sino de cultivar un corazón que busque honrar a Dios en todas las cosas.
Nuestro propósito también involucra nuestras relaciones con los demás. Dado que estamos hechos a imagen de un Dios relacional, estamos llamados a reflejar Su amor y gracia en nuestras interacciones. La Biblia pone un fuerte énfasis en la comunidad y la importancia de amarnos unos a otros. Jesús enseñó a Sus discípulos que la señal distintiva de su identidad sería su amor mutuo (Juan 13:34-35).
El Apóstol Pablo amplía esta idea en sus cartas. En Romanos 12:10, exhorta a los creyentes a "amarse los unos a los otros con amor fraternal. Honrarse mutuamente, poniéndose en primer lugar." En Efesios 4:32, nos anima a "ser amables y compasivos unos con otros, perdonándose mutuamente, así como Dios los perdonó en Cristo." Estos pasajes destacan que nuestro propósito incluye construir y nutrir relaciones que reflejen el amor y el perdón de Dios.
Otro aspecto significativo de nuestro propósito es participar en la misión redentora de Dios en el mundo. Antes de Su ascensión, Jesús dio a Sus discípulos la Gran Comisión: "Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado" (Mateo 28:19-20). Este mandato se extiende a todos los creyentes, llamándonos a compartir el evangelio y hacer discípulos.
El Apóstol Pablo vio el propósito de su vida como ser un ministro del evangelio. En Filipenses 1:21, declara: "Porque para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia." La vida de Pablo estaba centrada en conocer a Cristo y darlo a conocer. Este propósito orientado a la misión no se limita a los apóstoles o líderes de la iglesia, sino que es un llamado para cada cristiano. Todos somos embajadores de Cristo, encargados del ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5:18-20).
La Biblia también enseña que parte de nuestro propósito implica soportar el sufrimiento y las pruebas con fe. Aunque esto puede parecer contradictorio, las Escrituras revelan que el sufrimiento puede servir a un propósito redentor en nuestras vidas. En Santiago 1:2-4, se nos anima a "considerarlo como un gozo... cuando enfrenten diversas pruebas, porque saben que la prueba de su fe produce perseverancia. Dejen que la perseverancia termine su obra para que sean maduros y completos, sin que les falte nada."
El Apóstol Pedro hace eco de este sentimiento en 1 Pedro 4:12-13, instando a los creyentes a no sorprenderse por la "prueba de fuego" que están experimentando, sino a regocijarse porque están participando en los sufrimientos de Cristo. El sufrimiento, cuando se aborda con fe, puede profundizar nuestra dependencia de Dios y conformarnos más estrechamente a la imagen de Cristo.
Finalmente, nuestro propósito está orientado en última instancia hacia la eternidad. La Biblia enseña que esta vida no es todo lo que hay. En Juan 14:2-3, Jesús promete a Sus discípulos que está preparando un lugar para ellos en la casa de Su Padre y que regresará para llevarlos a estar con Él. La esperanza de la vida eterna da significado y perspectiva a nuestra existencia terrenal.
El Apóstol Pablo captura esta perspectiva eterna en 2 Corintios 4:16-18, donde escribe: "Por tanto, no nos desanimamos. Aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día a día. Porque nuestros problemas ligeros y momentáneos están logrando para nosotros una gloria eterna que supera con creces a todos ellos. Así que fijamos nuestra mirada no en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ya que lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno."
En resumen, la Biblia proporciona una respuesta rica y multifacética a la pregunta del propósito de la vida. Estamos creados para estar en una relación amorosa con Dios, para vivir en obediencia y santidad, para reflejar la imagen de Dios a través de nuestras relaciones, para participar en Su misión redentora, para soportar el sufrimiento con fe y para anticipar la vida eterna. Esta comprensión comprensiva del propósito da significado y dirección a nuestras vidas, anclándonos en las verdades eternas de la Palabra de Dios. A medida que buscamos vivir este propósito, encontramos realización y gozo en el conocimiento de que somos parte de la gran narrativa de Dios, creados para Su gloria y destinados a la eternidad con Él.