La Biblia, como texto sagrado, se ocupa principalmente de la guía espiritual y moral de la humanidad en lugar de proporcionar un manual científico o tecnológico. En consecuencia, no aborda directamente conceptos modernos como los viajes espaciales o la naturaleza detallada del espacio exterior. Sin embargo, la Biblia toca temas que pueden estar relacionados con la inmensidad del cosmos y el lugar de la humanidad dentro de él, lo que puede ofrecer algunas ideas sobre cómo podríamos pensar en estos temas desde una perspectiva teológica.
Uno de los pasajes más relevantes a considerar se encuentra en los Salmos, donde el salmista reflexiona sobre la majestad de la creación de Dios. El Salmo 19:1 dice: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos". Este versículo reconoce poéticamente la grandeza de los cielos, que, en el contexto de la comprensión antigua, se refería al cielo y los cuerpos celestes visibles a simple vista. Aunque el salmista no estaba contemplando el espacio exterior como lo entendemos hoy, el asombro y la reverencia expresados hacia los cielos pueden verse como un reconocimiento temprano de la inmensidad y complejidad del universo.
De manera similar, el Salmo 8:3-4 dice: "Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, ¿qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?" Este pasaje no solo destaca el esplendor de los cuerpos celestes, sino que también plantea preguntas profundas sobre la importancia de la humanidad en el gran esquema de la creación. El salmista se maravilla del cuidado y la atención que Dios da a los seres humanos a pesar de la inmensidad del universo.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo hace eco de este sentimiento en su carta a los Romanos. Romanos 1:20 dice: "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa". Pablo enfatiza que el mundo natural, incluido el cosmos, revela aspectos del carácter y poder de Dios. Aunque Pablo no discute los viajes espaciales o los detalles del espacio exterior, reconoce que el orden creado sirve como testimonio de la majestad y atributos divinos de Dios.
La Biblia también contiene literatura apocalíptica, como el Libro de Apocalipsis, que incluye imágenes vívidas y simbólicas de los cielos. Apocalipsis 21:1 describe una visión de un nuevo cielo y una nueva tierra: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más". Esta visión escatológica habla del poder transformador de Dios y la renovación última de la creación. Aunque no es una referencia directa al espacio exterior, sugiere un alcance cósmico en el plan redentor de Dios.
Desde una perspectiva teológica, el énfasis de la Biblia en la soberanía de Dios sobre la creación puede extenderse para incluir todo el universo, incluido el espacio exterior. Colosenses 1:16-17 dice: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten". Este pasaje subraya la creencia de que toda la creación, tanto conocida como desconocida, está bajo el dominio y sustento de Dios.
El concepto de los viajes espaciales, como un logro tecnológico moderno, no se aborda en la Biblia. Sin embargo, la exploración del espacio puede verse como una extensión de la curiosidad dada por Dios a la humanidad y el deseo de entender el orden creado. Génesis 1:28 registra el mandato de Dios a la humanidad de "llenar la tierra y sojuzgarla". Aunque este mandato se refiere principalmente a la tierra, puede interpretarse como un estímulo para que los humanos exploren y administren toda la creación, incluido el cosmos.
El teólogo y científico John Polkinghorne ha escrito extensamente sobre la relación entre la ciencia y la fe. En su libro "Ciencia y Providencia: La Interacción de Dios con el Mundo", Polkinghorne argumenta que la exploración científica, incluidos los viajes espaciales, puede verse como una forma de descubrir los misterios de la creación de Dios. Sugiere que la búsqueda del conocimiento científico no está en oposición a la fe, sino que es un esfuerzo complementario que puede llevar a una apreciación más profunda del Creador.
C.S. Lewis, en su trilogía de ciencia ficción conocida como la "Trilogía del Espacio" (compuesta por "Más Allá del Planeta Silencioso", "Perelandra" y "Esa Horrible Fuerza"), explora temas teológicos a través del lente de los viajes espaciales y la vida extraterrestre. Aunque estas obras son ficticias, reflejan la creencia de Lewis de que el universo es una creación vasta y maravillosa que puede revelar verdades sobre Dios y la humanidad. En "Más Allá del Planeta Silencioso", Lewis imagina un universo lleno de criaturas y civilizaciones diversas, cada una reflejando diferentes aspectos de la creatividad y el orden moral de Dios.
En resumen, aunque la Biblia no discute explícitamente los viajes espaciales o el concepto de espacio exterior tal como se entiende en términos contemporáneos, sí proporciona un marco para entender el cosmos como parte de la creación de Dios. Los autores bíblicos expresan asombro y reverencia por los cielos, reconociéndolos como un testimonio de la gloria y el poder de Dios. La reflexión teológica sobre estos temas sugiere que la exploración del espacio puede verse como una extensión de la búsqueda de la humanidad para entender y apreciar la obra divina. Las ideas de teólogos y escritores cristianos modernos enriquecen aún más esta perspectiva, afirmando que la ciencia y la fe pueden, juntas, mejorar nuestra comprensión del universo y nuestro lugar dentro de él.