El matrimonio es una institución profunda y significativa dentro de la fe cristiana, a menudo vista como un pacto divino entre un hombre y una mujer. Sin embargo, la cuestión de si el matrimonio es obligatorio para los cristianos según la Biblia es matizada y requiere un examen cuidadoso de varios pasajes de las Escrituras y sus contextos.
Para empezar, es esencial reconocer que la Biblia presenta el matrimonio como un estado bueno y honorable. En Génesis 2:18, Dios declara: "No es bueno que el hombre esté solo. Le haré una ayuda idónea." Esta declaración precede la creación de Eva y el establecimiento del primer matrimonio entre Adán y Eva. La narrativa subraya la naturaleza complementaria de hombres y mujeres y la importancia de la compañía y el apoyo mutuo dentro de la relación matrimonial.
Además, el Nuevo Testamento también afirma el valor del matrimonio. En Hebreos 13:4, está escrito: "El matrimonio debe ser honrado por todos, y el lecho conyugal mantenido puro, porque Dios juzgará al adúltero y a todos los inmorales sexuales." Este versículo enfatiza la santidad y pureza del matrimonio, reforzando su importancia dentro de la comunidad cristiana.
A pesar de estas afirmaciones, la Biblia no manda el matrimonio para todos los cristianos. El apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios, ofrece una perspectiva equilibrada sobre el asunto. En 1 Corintios 7, Pablo aborda varios aspectos del matrimonio y la soltería. Reconoce los beneficios de ambos estados y ofrece orientación a la comunidad cristiana primitiva.
Pablo comienza reconociendo el valor del matrimonio para abordar cuestiones de inmoralidad sexual. En 1 Corintios 7:2, escribe: "Pero, dado que hay tanta inmoralidad sexual, cada hombre debe tener relaciones sexuales con su propia esposa, y cada mujer con su propio esposo." Aquí, Pablo reconoce que el matrimonio puede servir como un medio para mantener la pureza sexual y evitar comportamientos inmorales.
Sin embargo, Pablo también exalta las virtudes de la soltería. En 1 Corintios 7:7-8, dice: "Ojalá todos fueran como yo. Pero cada uno tiene su propio don de Dios; uno tiene este don, otro tiene aquel. Ahora bien, a los solteros y a las viudas les digo: Es bueno para ellos quedarse sin casar, como yo." Pablo, que él mismo era soltero, ve la soltería como un don de Dios, permitiendo a las personas enfocarse más plenamente en sus compromisos espirituales y servicio al Señor.
Además, Pablo ofrece consejos prácticos sobre los desafíos y responsabilidades asociados con el matrimonio. En 1 Corintios 7:32-34, explica: "Me gustaría que estuvieran libres de preocupaciones. El hombre soltero se preocupa por los asuntos del Señor, de cómo puede agradar al Señor. Pero el hombre casado se preocupa por los asuntos de este mundo, de cómo puede agradar a su esposa, y sus intereses están divididos." Pablo destaca que el matrimonio trae consigo ciertas preocupaciones y responsabilidades mundanas que pueden potencialmente distraer de la devoción a Dios.
A la luz de las enseñanzas de Pablo, queda claro que, aunque el matrimonio es estimado y honrado dentro de la fe cristiana, no es obligatorio. A los cristianos se les da la libertad de elegir entre el matrimonio y la soltería según su llamado personal y circunstancias. Cada estado es considerado un don de Dios, con sus propias oportunidades y desafíos únicos.
También vale la pena señalar que Jesús mismo abordó el tema del matrimonio y la soltería. En Mateo 19:10-12, después de una discusión sobre la permanencia del matrimonio, los discípulos de Jesús comentaron que podría ser mejor no casarse. Jesús respondió: "No todos pueden aceptar esta palabra, sino solo aquellos a quienes se les ha dado. Porque hay eunucos que nacieron así, y hay eunucos que han sido hechos eunucos por otros, y hay quienes eligen vivir como eunucos por el reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte." Jesús reconoce que la soltería, elegida por el reino de los cielos, es un camino válido y honorable para aquellos que son llamados a ello.
Además, la comunidad cristiana primitiva incluía tanto a individuos casados como solteros que contribuyeron a la difusión del Evangelio y al crecimiento de la iglesia. Figuras prominentes como Pablo y Juan el Bautista eran solteros, mientras que otros como Pedro estaban casados (Mateo 8:14). Esta diversidad dentro de la iglesia primitiva refleja la aceptación y el valor tanto del matrimonio como de la soltería.
Al considerar la tradición cristiana más amplia, pensadores cristianos influyentes también han reflexionado sobre la cuestión del matrimonio y la soltería. Agustín de Hipona, un prominente teólogo cristiano temprano, escribió extensamente sobre el tema en su obra "El bien del matrimonio." Agustín reconoció la bondad del matrimonio y su papel en la procreación y el apoyo mutuo. Sin embargo, también estimó la virginidad y el celibato, viéndolos como estados superiores de dedicación espiritual.
De manera similar, Martín Lutero, una figura clave en la Reforma Protestante, sostuvo el valor del matrimonio mientras también reconocía la legitimidad de la soltería. Lutero mismo se casó con Katharina von Bora, una ex monja, y su matrimonio se convirtió en un modelo para el clero protestante. Sin embargo, Lutero enfatizó que el matrimonio no debería ser obligatorio y que los individuos deberían seguir su propio llamado y conciencia.
En conclusión, la Biblia presenta una visión equilibrada del matrimonio y la soltería, afirmando la bondad y santidad del matrimonio mientras también reconoce el valor y la legitimidad de la soltería. Los cristianos no están obligados a casarse, pero se les anima a discernir su propio llamado y a vivir fielmente en cualquier estado en el que se encuentren. Tanto el matrimonio como la soltería son considerados dones de Dios, cada uno con sus propias oportunidades únicas para el servicio y la devoción al Señor. Como Pablo sabiamente aconseja en 1 Corintios 7:17: "Sin embargo, cada persona debe vivir como creyente en cualquier situación que el Señor le haya asignado, tal como Dios lo ha llamado."