¿Qué dice la Biblia sobre unirse al ejército?

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La cuestión de si un cristiano debe unirse al ejército es una que se ha debatido a lo largo de la historia, y la Biblia proporciona principios que pueden guiar la decisión de uno. Aunque las Escrituras no proporcionan un mandamiento directo con respecto al servicio militar, sí ofrecen ideas sobre la naturaleza de la guerra, la paz y las responsabilidades de los creyentes. Para entender la perspectiva bíblica sobre unirse al ejército, es esencial explorar varios pasajes y temas a lo largo de la Biblia.

El Antiguo Testamento contiene numerosos relatos de guerra y servicio militar. La nación de Israel a menudo estaba involucrada en batallas, y muchos de sus líderes, como Josué, David y Gedeón, eran comandantes militares. En estas narrativas, vemos que la guerra a veces era sancionada por Dios con el propósito de juicio, defensa o el cumplimiento de Sus promesas. Por ejemplo, en Deuteronomio 20:1-4, Dios da instrucciones a los israelitas sobre cómo comportarse en la batalla:

"Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y veas caballos y carros y un ejército más grande que el tuyo, no les tengas miedo, porque el Señor tu Dios está contigo, quien te sacó de la tierra de Egipto. Y cuando te acerques a la batalla, el sacerdote saldrá y hablará al pueblo y les dirá: 'Escucha, Israel, hoy te acercas a la batalla contra tus enemigos: no desmaye tu corazón. No temas ni te asustes ni te aterrorices de ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo para pelear por ti contra tus enemigos, para darte la victoria.'"

Este pasaje ilustra que la presencia y el apoyo de Dios eran cruciales para los israelitas en sus esfuerzos militares. Las guerras libradas por Israel a menudo se veían como actos de justicia divina y cumplimiento de las promesas del pacto de Dios. Sin embargo, también es importante notar que los profetas del Antiguo Testamento frecuentemente llamaban a la paz y condenaban la violencia y la injusticia. Por ejemplo, Isaías 2:4 imagina un futuro donde las naciones ya no se involucrarán en la guerra:

"Él juzgará entre las naciones y decidirá disputas para muchos pueblos; y convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; nación no alzará espada contra nación, ni aprenderán más la guerra."

El Nuevo Testamento proporciona una perspectiva diferente, enfatizando la paz, el amor y la no violencia. Jesucristo, el Príncipe de Paz, enseñó a Sus seguidores a amar a sus enemigos y poner la otra mejilla (Mateo 5:38-44). En el Sermón del Monte, Jesús dijo:

"Habéis oído que se dijo: 'Ojo por ojo y diente por diente.' Pero yo os digo: No resistáis al que es malo. Pero si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. Y al que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Da al que te pida, y no rehúses al que quiera tomar de ti prestado. Habéis oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.' Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos."

Las enseñanzas de Jesús enfatizan un amor radical y la no retaliación, lo que ha llevado a algunos cristianos a adoptar el pacifismo, la creencia de que todas las formas de violencia, incluido el servicio militar, son incompatibles con las enseñanzas de Cristo. La iglesia cristiana primitiva, como se registra en el Nuevo Testamento, también refleja un compromiso con la paz. El apóstol Pablo, en Romanos 12:17-21, escribe:

"No paguéis a nadie mal por mal, procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque está escrito: 'Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.' Antes bien, 'si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.' No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal."

A pesar de estas fuertes enseñanzas sobre la paz y la no violencia, el Nuevo Testamento no prohíbe explícitamente el servicio militar. De hecho, hay casos donde los soldados son elogiados por su fe. Por ejemplo, en Lucas 7:1-10, Jesús alaba la fe de un centurión romano, y en Hechos 10, el centurión Cornelio es descrito como un hombre devoto y temeroso de Dios que recibe el Espíritu Santo. Estos pasajes sugieren que el servicio militar, en sí mismo, no es inherentemente pecaminoso.

A lo largo de la historia cristiana, ha habido diversas interpretaciones de las enseñanzas de la Biblia sobre la guerra y el servicio militar. La Teoría de la Guerra Justa, desarrollada por los primeros padres de la iglesia como Agustín y más tarde por Tomás de Aquino, proporciona un marco para determinar cuándo es moralmente permisible que los cristianos participen en la guerra. Esta teoría describe criterios como causa justa, autoridad legítima, intención correcta y proporcionalidad, que deben cumplirse para que una guerra se considere justa. Según esta visión, los cristianos pueden servir en el ejército si la guerra cumple con estos estándares éticos.

Por otro lado, los pacifistas cristianos, como los anabaptistas, cuáqueros y menonitas, argumentan que las enseñanzas de Jesús sobre la no violencia y el amor a los enemigos excluyen cualquier participación en la guerra. Creen que los cristianos están llamados a ser pacificadores y a seguir el ejemplo de Cristo, quien no resistió a sus perseguidores sino que se sometió al sufrimiento y la muerte.

Dadas estas diversas perspectivas, ¿cómo debe un cristiano hoy abordar la cuestión de unirse al ejército? Es crucial buscar la guía de Dios a través de la oración, el estudio de las Escrituras y el consejo de creyentes maduros. Aquí hay algunos principios a considerar:

  1. Examina tus motivos: Reflexiona sobre por qué estás considerando unirte al ejército. ¿Es por un deseo de servir y proteger a otros, o hay otras motivaciones como el beneficio personal o la agresión? Asegúrate de que tu decisión se alinee con los principios de amor, justicia y humildad.

  2. Busca la paz: Esfuérzate por ser un pacificador en todos los aspectos de la vida. Jesús dijo: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9). Considera cómo puedes promover la paz y la reconciliación, ya sea en el ejército o en otras vocaciones.

  3. Entiende el papel del gobierno: Reconoce que la Biblia reconoce el papel del gobierno en mantener el orden y la justicia. Romanos 13:1-4 dice:

"Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada; pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo."

Este pasaje sugiere que servir en el ejército puede verse como participar en el papel del gobierno de mantener la justicia y el orden.

  1. Considera el impacto en tu fe: Reflexiona sobre cómo el servicio militar afectará tu relación con Dios y tu capacidad para vivir tu fe. ¿Fortalecerá tu compromiso con Cristo, o presentará desafíos para tu crecimiento espiritual?

  2. Busca consejo sabio: Habla con pastores de confianza, mentores y otros creyentes que puedan proporcionar sabiduría bíblica y orientación. Ellos pueden ayudarte a discernir la voluntad de Dios y ofrecer apoyo mientras tomas tu decisión.

En última instancia, la decisión de unirse al ejército es personal y requiere una consideración cuidadosa de los principios bíblicos, un discernimiento en oración y un corazón comprometido a seguir a Cristo. Ya sea que uno elija servir en el ejército o seguir otro camino, el objetivo siempre debe ser honrar a Dios y reflejar Su amor y justicia en todo lo que hacemos.

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