La Biblia presenta una visión compleja y matizada sobre la autodefensa y la violencia, reflejando los diversos contextos y circunstancias que enfrentan sus personajes. Como pastor cristiano no denominacional, creo que es esencial abordar este tema con una perspectiva equilibrada, considerando tanto las enseñanzas del Antiguo como del Nuevo Testamento, así como los principios generales de amor, justicia y rectitud que impregnan las Escrituras.
El Antiguo Testamento contiene numerosos relatos de violencia y guerra, a menudo presentándolos como instrumentos de justicia divina. Por ejemplo, la conquista de Canaán por parte de los israelitas fue ordenada por Dios (Josué 6). Sin embargo, estas narrativas deben entenderse dentro de su contexto histórico y teológico. Reflejan una época en la que el pueblo de Dios estaba estableciendo una nación en un entorno hostil, y los mandatos divinos para la guerra eran específicos para situaciones particulares.
El Antiguo Testamento también proporciona pautas para la autodefensa y la protección de la vida. En Éxodo 22:2-3, la Ley aborda el tema de un ladrón atrapado entrando de noche: "Si un ladrón es sorprendido entrando de noche y es golpeado hasta la muerte, el defensor no es culpable de derramamiento de sangre; pero si sucede después del amanecer, el defensor es culpable de derramamiento de sangre." Este pasaje sugiere una distinción entre la autodefensa ante un peligro inmediato y la violencia excesiva cuando la amenaza no es inminente.
Además, el Antiguo Testamento enfatiza la santidad de la vida y la importancia de la justicia. Proverbios 24:11-12 insta: "Rescata a los que son llevados a la muerte; detén a los que se tambalean hacia la matanza. Si dices: 'Pero no sabíamos nada de esto,' ¿acaso no lo percibe el que pesa el corazón?" Este llamado a proteger a los inocentes e intervenir ante la injusticia subraya un principio ético más amplio que trasciende los códigos legales específicos.
El Nuevo Testamento introduce una ética transformadora centrada en las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo. El Sermón del Monte de Jesús (Mateo 5-7) es particularmente significativo para entender el enfoque cristiano sobre la violencia y la autodefensa. En Mateo 5:38-39, Jesús desafía la interpretación tradicional de "ojo por ojo" enseñando: "Pero yo os digo, no resistáis al que es malo. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra."
Este llamado radical a la no retaliación y al amor por los enemigos (Mateo 5:44) ha llevado a algunos cristianos a adoptar una postura pacifista, abogando por la no violencia en todas las circunstancias. El propio ejemplo de Jesús, particularmente su disposición a sufrir y morir en la cruz sin resistirse a sus atacantes, proporciona un modelo poderoso para esta perspectiva.
Sin embargo, el Nuevo Testamento también reconoce la realidad del mal y la necesidad de protección. En Lucas 22:36, Jesús instruye a sus discípulos: "Pero ahora, el que tenga una bolsa, tómela, y también una alforja; y el que no tenga espada, venda su manto y compre una." Esta directiva, dada en el contexto de un peligro inminente, sugiere que hay circunstancias en las que la autodefensa puede ser apropiada.
El apóstol Pablo elabora más sobre el papel de las autoridades gubernamentales en el mantenimiento de la justicia y el orden. En Romanos 13:1-4, Pablo escribe: "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas... Porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo." Este pasaje implica que el uso de la fuerza por parte de autoridades legítimas para mantener la justicia está sancionado por Dios.
El desafío para los cristianos es equilibrar el llamado bíblico al amor y la misericordia con la necesidad de justicia y protección. El principio del amor, tal como se articula en el Gran Mandamiento (Mateo 22:37-40), debe guiar nuestras acciones. El amor por Dios y el prójimo nos impulsa a buscar la paz y la reconciliación, pero también nos exige oponernos a la injusticia y proteger a los vulnerables.
Dietrich Bonhoeffer, un destacado teólogo y pastor cristiano que se opuso al régimen nazi, luchó con estos dilemas éticos. En su libro "El costo del discipulado," Bonhoeffer enfatiza el llamado a seguir el ejemplo de Cristo de autosacrificio y no violencia. Sin embargo, en sus escritos y acciones posteriores, reconoció la necesidad de resistir el mal, incluso hasta el punto de participar en un complot para asesinar a Hitler. La vida de Bonhoeffer ilustra la tensión entre el ideal de la no violencia y el imperativo moral de confrontar el mal atroz.
En términos prácticos, los cristianos deben discernir cómo aplicar los principios bíblicos a situaciones contemporáneas. Esto requiere una reflexión en oración, buscando la guía del Espíritu Santo y consultando con creyentes sabios y maduros. Algunas consideraciones clave incluyen:
Intención y Motivación: ¿Nuestras acciones están motivadas por el amor y el deseo de proteger, o por la ira y el deseo de venganza? La condición del corazón es crucial para determinar la rectitud de nuestras acciones.
Proporcionalidad: ¿Es la respuesta proporcional a la amenaza? La fuerza o violencia excesiva es inconsistente con la ética bíblica de justicia y misericordia.
Último Recurso: ¿Se han agotado todas las demás vías para resolver el conflicto o protegerse? La violencia nunca debe ser la primera opción, sino el último recurso cuando todos los demás medios han fallado.
Responsabilidad: ¿Estamos actuando dentro de los límites de la ley y bajo la autoridad apropiada? La justicia por mano propia o tomar la ley en nuestras propias manos no está respaldada por las Escrituras.
Las enseñanzas de la Biblia sobre la autodefensa y la violencia son multifacéticas, reflejando la complejidad de la existencia humana y las diversas situaciones que el pueblo de Dios ha enfrentado a lo largo de la historia. Mientras que el Antiguo Testamento proporciona ejemplos de guerra sancionada divinamente y pautas para la autodefensa, el Nuevo Testamento llama a los cristianos a una ética superior de amor, no retaliación y pacificación, ejemplificada por Jesucristo.
Sin embargo, esto no niega la necesidad de justicia y protección contra el mal. Los cristianos están llamados a equilibrar estos principios, buscando encarnar el amor y la misericordia de Cristo mientras se oponen a la injusticia y protegen a los vulnerables. Esto requiere sabiduría, discernimiento y un profundo compromiso de seguir el ejemplo de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
En todas las cosas, debemos recordar que nuestra esperanza última está en el reino de Dios, donde la paz y la justicia reinarán para siempre. Hasta ese día, nos esforzamos por vivir fielmente, guiados por el Espíritu Santo y arraigados en el amor transformador de Cristo.