¿Por qué Jesús hablaba principalmente arameo en lugar de hebreo?

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Al explorar el paisaje lingüístico de la época de Jesús, uno podría preguntarse por qué el arameo, en lugar del hebreo, era el idioma principal hablado por Jesús. Para entender esto, debemos adentrarnos en el contexto histórico y cultural de la región durante el primer siglo.

El arameo, un idioma semítico estrechamente relacionado con el hebreo, surgió como una lengua franca en el Cercano Oriente mucho antes de la época de Jesús. Su ascenso a la prominencia se puede rastrear hasta los imperios asirio y babilónico. Cuando los asirios conquistaron el Reino del Norte de Israel en el siglo VIII a.C., trajeron consigo su idioma administrativo, el arameo. El posterior exilio babilónico en el siglo VI a.C. afianzó aún más el arameo en la vida judía, ya que el pueblo judío fue llevado a Babilonia, donde el arameo se hablaba ampliamente.

Al regresar del exilio, los judíos trajeron el arameo de vuelta a Judea y sus regiones circundantes. Con el tiempo, el arameo se convirtió en el idioma común hablado entre la población judía, mientras que el hebreo permaneció como el idioma de los textos religiosos y la liturgia. Este cambio no fue un abandono del hebreo, sino más bien una adaptación práctica a las realidades sociopolíticas de la época. El uso cotidiano del arameo no disminuyó la sacralidad del hebreo, sino que permitió al pueblo judío funcionar eficazmente dentro del entorno cultural y político más amplio.

Para el primer siglo d.C., el arameo era la lengua vernácula del pueblo judío que vivía en Palestina. Era el idioma de la vida diaria, el comercio y las interacciones familiares. Jesús, siendo un judío galileo, naturalmente habría crecido hablando el idioma de su comunidad. Los Evangelios proporcionan evidencia de esta realidad lingüística. Por ejemplo, en Marcos 5:41, se registra que Jesús dice "Talitha koum", que es arameo para "Niña, a ti te digo, levántate". De manera similar, en la cruz, Jesús clama: "Eloi, Eloi, lema sabachthani?" (Marcos 15:34), que significa "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Estas instancias subrayan el uso del arameo en sus enseñanzas y expresiones.

El uso del arameo por parte de Jesús también tuvo profundas implicaciones teológicas. Hablar en la lengua común del pueblo hizo que sus enseñanzas fueran accesibles y comprensibles. Le permitió comunicarse directamente con aquellos a quienes ministraba, desde los pescadores de Galilea hasta los recaudadores de impuestos y pecadores con los que a menudo se asociaba. Esta accesibilidad fue crucial para difundir su mensaje del Reino de Dios, que estaba destinado a todas las personas, no solo a la élite religiosa o a aquellos bien versados en hebreo.

Además, el uso del arameo refleja el aspecto encarnacional del ministerio de Jesús. Jesús, a quien los cristianos creen ser la Palabra encarnada de Dios, se sumergió completamente en la experiencia humana, incluidas sus dimensiones lingüísticas. Al hablar el idioma del pueblo, demostró su solidaridad con ellos. Esta elección de idioma no fue meramente una decisión práctica, sino una profunda declaración teológica sobre la naturaleza de su misión e identidad.

Además del arameo y el hebreo, es probable que Jesús tuviera algún conocimiento del griego. El griego era el idioma del mundo helenístico y se hablaba ampliamente en el Mediterráneo oriental como resultado de las conquistas de Alejandro Magno. Aunque los Evangelios no registran explícitamente a Jesús hablando griego, es razonable suponer que tenía cierta familiaridad con él, especialmente dada la presencia de comunidades de habla griega en la región.

El entorno lingüístico de la Palestina del primer siglo era, por lo tanto, un tapiz de idiomas, con el arameo sirviendo como el hilo que conectaba al pueblo judío en su vida diaria. El hebreo seguía siendo el idioma de la tradición religiosa, y el griego era el idioma de la comunicación y el comercio más amplios. El uso del arameo por parte de Jesús fue un resultado natural de este contexto y sirvió como un poderoso medio para su mensaje.

En resumen, Jesús hablaba principalmente arameo porque era el idioma común del pueblo judío en Palestina durante su tiempo. Esta elección estaba arraigada en desarrollos históricos que habían elevado al arameo al estatus de lengua franca en la región. Al hablar arameo, Jesús hizo que sus enseñanzas fueran accesibles para las personas comunes a las que buscaba alcanzar, encarnando la naturaleza encarnacional de su misión. Esta elección lingüística no solo fue práctica, sino también profundamente simbólica de su deseo de interactuar con la humanidad en su contexto ordinario y cotidiano.

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