¿Por qué el Nuevo Testamento está principalmente en griego mientras que el Antiguo Testamento está en hebreo?

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La cuestión de por qué el Nuevo Testamento está escrito principalmente en griego mientras que el Antiguo Testamento está en hebreo es fascinante, ya que se adentra en los contextos históricos, culturales y lingüísticos de los textos bíblicos. Comprender esta distinción requiere un viaje a través de la historia del antiguo Cercano Oriente y el mundo mediterráneo, explorando cómo el lenguaje, la cultura y la providencia divina se entrelazaron para dar forma a las Escrituras que tenemos hoy.

El Antiguo Testamento, también conocido como la Biblia Hebrea, fue escrito durante un período de muchos siglos, comenzando tan temprano como el siglo XII a.C. y continuando hasta el siglo II a.C. El idioma principal del Antiguo Testamento es el hebreo, con algunas porciones en arameo (como partes de Daniel y Esdras). El hebreo era el idioma de los israelitas, los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, y fue el idioma en el que Dios reveló inicialmente Su ley y pacto a Su pueblo. El Antiguo Testamento refleja la historia, religión y cultura de los israelitas, y el hebreo fue la elección natural para estos textos, ya que era la lengua vernácula de los autores y la audiencia en ese momento.

Al pasar al período del Nuevo Testamento, el contexto histórico y cultural había cambiado significativamente. Para el momento de la composición del Nuevo Testamento, comenzando a mediados del siglo I d.C., el mundo había sido transformado por las conquistas de Alejandro Magno a finales del siglo IV a.C. El imperio de Alejandro se extendió desde Grecia hasta Egipto y tan al este como la India, y con él, la cultura y el idioma griegos impregnaron el mundo conocido. Esta era, conocida como el período helenístico, vio al griego convertirse en la lengua franca, o idioma común, en todo el Mediterráneo oriental y el Cercano Oriente.

Cuando se escribió el Nuevo Testamento, el Imperio Romano gobernaba la cuenca del Mediterráneo, pero el griego seguía siendo el idioma dominante del comercio, la educación y la cultura, especialmente en las partes orientales del imperio, incluida Palestina. Las comunidades de la diáspora judía dispersas por todo el imperio también adoptaron el griego como su idioma principal para la comunicación. Este uso generalizado del griego proporcionó una oportunidad única para la difusión del mensaje cristiano.

La elección del griego koiné, el dialecto común del griego en ese momento, para los escritos del Nuevo Testamento fue estratégica y providencial. Permitió que el mensaje de Jesucristo y las enseñanzas de los apóstoles llegaran a una amplia audiencia. El griego era accesible para una población diversa, abarcando tanto a judíos como a gentiles. El uso del griego facilitó la expansión del cristianismo más allá de las comunidades judías, alineándose con la Gran Comisión de Jesús de "hacer discípulos de todas las naciones" (Mateo 28:19, ESV).

Además, la traducción de las Escrituras hebreas al griego, conocida como la Septuaginta, que se completó en el siglo II a.C., jugó un papel crucial en esta transición lingüística. La Septuaginta fue ampliamente utilizada entre los judíos de habla griega y los primeros cristianos. Proporcionó una base escritural en griego, haciendo que el Antiguo Testamento fuera accesible para aquellos que no hablaban hebreo. Los autores del Nuevo Testamento a menudo citaban la Septuaginta, incrustando aún más el griego como el idioma de la teología y el discurso cristiano temprano.

Teológicamente, el uso del griego también permitió la expresión de ideas complejas y conceptos filosóficos que eran integrales para la articulación de la doctrina cristiana. El griego era un idioma rico en vocabulario y matices, capaz de transmitir la profundidad de las verdades teológicas sobre la naturaleza de Dios, Cristo, la salvación y la condición humana. El apóstol Pablo, por ejemplo, utilizó el griego para interactuar con audiencias tanto judías como gentiles, empleando retórica y argumentación que resonaban con las tradiciones filosóficas de la época.

Además, la elección del griego se alinea con el alcance universal del mensaje del Nuevo Testamento. Mientras que el Antiguo Testamento se centra principalmente en la relación de pacto de Dios con Israel, el Nuevo Testamento revela el cumplimiento de ese pacto en Jesucristo y extiende la promesa de salvación a toda la humanidad. El uso del griego subraya la naturaleza inclusiva del evangelio, rompiendo barreras culturales y lingüísticas para proclamar las buenas nuevas hasta los confines de la tierra.

En resumen, la composición del Nuevo Testamento en griego en lugar de hebreo refleja una confluencia de factores históricos, culturales y teológicos. La influencia helenística y el dominio del Imperio Romano crearon un mundo donde el griego era el medio más efectivo para la comunicación entre poblaciones diversas. La Septuaginta proporcionó un puente entre las Escrituras hebreas y el mundo de habla griega, mientras que los objetivos teológicos y misionales de la iglesia primitiva encontraron expresión en la riqueza del idioma griego. Esta elección lingüística no fue meramente práctica; fue una orquestación divina que permitió la rápida expansión del cristianismo y el impacto duradero de sus textos sagrados.

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