La historia de Elías y la viuda de Sarepta es una de las narrativas más conmovedoras e instructivas del Antiguo Testamento, que muestra la provisión, fidelidad y poder de Dios. Se encuentra en 1 Reyes 17:8-24 y es un testimonio de las formas milagrosas en que Dios obra a través de Sus profetas y en la vida de aquellos que confían en Él.
Para poner la escena, el profeta Elías vive durante un tiempo de sequía y hambruna severas en Israel, que él mismo había profetizado como consecuencia de la idolatría de la nación y su alejamiento de Dios (1 Reyes 17:1). Después de quedarse junto al arroyo Querit donde los cuervos lo alimentaban, el arroyo finalmente se secó debido a la sequía. Es en este punto que Dios instruye a Elías a ir a Sarepta, una ciudad en Sidón, y quedarse con una viuda allí. Esta directiva en sí misma es notable, ya que Sarepta está ubicada en la región de Sidón, fuera de Israel, y por lo tanto en el corazón del territorio de adoración a Baal. Sin embargo, es aquí donde Dios elige demostrar Su poder y fidelidad.
Al llegar a las puertas de Sarepta, Elías se encuentra con la viuda recogiendo leña. Le pide un vaso de agua y un pedazo de pan. La viuda responde con una revelación desgarradora: solo tiene un puñado de harina en una jarra y un poco de aceite en una vasija, y está recogiendo leña para preparar una última comida para ella y su hijo antes de morir de hambre (1 Reyes 17:12). La petición de Elías y la situación desesperada de la viuda preparan el escenario para el primer milagro.
Elías le dice: “No tengas miedo. Ve a casa y haz como has dicho. Pero primero hazme un pequeño pan de lo que tienes y tráemelo, y luego haz algo para ti y tu hijo. Porque esto es lo que dice el Señor, el Dios de Israel: ‘La jarra de harina no se agotará y la vasija de aceite no se secará hasta el día en que el Señor envíe lluvia sobre la tierra’” (1 Reyes 17:13-14). La viuda, en un acto extraordinario de fe y obediencia, hace lo que Elías ha dicho. Fiel a la palabra del Señor, la jarra de harina no se agota y la vasija de aceite no se seca, proporcionando sustento para Elías, la viuda y su hijo durante toda la duración de la hambruna (1 Reyes 17:15-16).
Este milagro es significativo en múltiples niveles. En primer lugar, ilustra la provisión de Dios en tiempos de escasez. A pesar de la falta inicial de recursos de la viuda, su fe y obediencia resultan en un suministro continuo de alimentos. Esto refleja el tema bíblico más amplio de la provisión de Dios, como se ve en otras narrativas como la alimentación de los 5,000 en el Nuevo Testamento (Mateo 14:13-21) y el maná proporcionado a los israelitas en el desierto (Éxodo 16). En segundo lugar, el milagro subraya la inclusividad del cuidado de Dios. La viuda de Sarepta es una gentil, no una israelita, sin embargo, experimenta la provisión milagrosa de Dios. Esto prefigura la revelación del Nuevo Testamento de que la salvación y las bendiciones de Dios se extienden a todas las personas, tanto judíos como gentiles (Gálatas 3:28).
La narrativa, sin embargo, no termina con el milagro de la harina y el aceite. Un milagro más profundo y personal sigue, demostrando aún más el poder y la compasión de Dios. El hijo de la viuda cae enfermo y muere, lo que lleva a la viuda a cuestionar a Elías y la presencia de Dios: “¿Qué tienes contra mí, hombre de Dios? ¿Viniste a recordarme mi pecado y matar a mi hijo?” (1 Reyes 17:18). Elías responde llevando al niño a su habitación superior, acostándolo en su cama y clamando al Señor: “Señor mi Dios, ¿has traído tragedia incluso a esta viuda con la que me hospedo, haciendo que su hijo muera?” (1 Reyes 17:20). Luego, Elías se estira sobre el niño tres veces y ora: “Señor mi Dios, ¡que vuelva la vida a este niño!” (1 Reyes 17:21).
El Señor escucha el clamor de Elías, y la vida del niño vuelve a él. Elías baja al niño de la habitación superior y se lo presenta a su madre, diciendo: “¡Mira, tu hijo está vivo!” (1 Reyes 17:23). La respuesta de la viuda es de profundo reconocimiento y fe: “Ahora sé que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es la verdad” (1 Reyes 17:24).
Este segundo milagro, la resurrección del hijo de la viuda, es una de las primeras instancias registradas de resurrección en la Biblia. Prefigura resurrecciones posteriores, incluidas las realizadas por Jesús, como la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5:21-43), el hijo de la viuda en Naín (Lucas 7:11-17) y Lázaro (Juan 11:1-44). Estos milagros de resurrección subrayan el poder de Dios sobre la vida y la muerte y apuntan hacia la resurrección final de Jesucristo, que es la piedra angular de la fe cristiana (1 Corintios 15:20-22).
Los milagros realizados por Elías para la viuda en Sarepta están llenos de significado teológico. Revelan la provisión compasiva de Dios, Su poder sobre la vida y la muerte, y Su amor inclusivo que trasciende las fronteras étnicas y religiosas. La narrativa anima a los creyentes a confiar en la provisión de Dios incluso en las circunstancias más desesperadas y a reconocer Su poder y fidelidad.
Al reflexionar sobre estos milagros, también es importante considerar el papel de la fe y la obediencia. La disposición de la viuda a compartir su última comida con Elías, a pesar de su situación desesperada, es un acto de fe que Dios honra con una provisión milagrosa. De manera similar, la ferviente oración de Elías por la vida del niño demuestra una profunda confianza en el poder y la compasión de Dios. Estos ejemplos inspiran a los creyentes a actuar con fe y obediencia, confiando en las promesas de Dios y en Su capacidad para obrar milagros en sus vidas.
En conclusión, los milagros que Elías realizó para la viuda en Sarepta—proporcionando un suministro inagotable de harina y aceite y resucitando a su hijo de entre los muertos—son poderosas demostraciones de la provisión, compasión y poder de Dios. Animan a los creyentes a confiar en la fidelidad de Dios y a reconocer Su obra milagrosa en sus propias vidas. A través de estos milagros, se revela la gloria de Dios y se manifiesta Su amor y cuidado por todas las personas.