La cuestión de qué libros fueron eliminados de la Biblia es tanto intrigante como compleja, tocando la historia del canon bíblico, los debates teológicos y la diversidad de las tradiciones cristianas. Para entender esto completamente, debemos adentrarnos en el período intertestamentario y explorar los Apócrifos y los Pseudepígrafos, que son colecciones de escritos que han tenido una aceptación variada en diferentes tradiciones cristianas.
Antes de abordar los libros que fueron "eliminados", es importante entender que la Biblia tal como la conocemos hoy no fue compilada en su totalidad en un momento específico. El proceso de canonización se extendió durante varios siglos, involucrando debates entre líderes religiosos sobre qué textos eran divinamente inspirados y debían ser incluidos como Escritura.
La Biblia hebrea, o Tanaj, estaba en gran medida establecida en la época de Jesús, consistiendo en la Torá (Ley), Nevi'im (Profetas) y Ketuvim (Escritos). Sin embargo, durante el período intertestamentario (aproximadamente 400 a.C. hasta la época de Cristo), se escribieron numerosos otros textos judíos. Algunos de estos textos fueron incluidos en la Septuaginta, la traducción griega de las Escrituras hebreas, que fue ampliamente utilizada en la Iglesia cristiana primitiva.
El término "Apócrifos" se refiere a una colección de libros que fueron incluidos en la Septuaginta pero no forman parte de la Biblia hebrea. Estos escritos son considerados canónicos por las Iglesias Católica Romana y Ortodoxa Oriental, pero son vistos como no canónicos por la mayoría de las denominaciones protestantes. Los Apócrifos incluyen libros como:
Estos libros fueron incluidos en la Vulgata Latina, la Biblia de la Iglesia Occidental durante muchos siglos. Sin embargo, durante la Reforma Protestante en el siglo XVI, reformadores como Martín Lutero cuestionaron su estatus canónico. Lutero los incluyó en su traducción de la Biblia pero los colocó en una sección separada, etiquetándolos como "útiles y buenos para leer" pero no al mismo nivel que las Escrituras canónicas.
Los Pseudepígrafos comprenden un cuerpo más amplio de escritos judíos antiguos que no fueron incluidos ni en la Biblia hebrea ni en la Septuaginta. Estos textos, a menudo atribuidos a figuras bíblicas como Enoc, Abraham o Moisés, nunca fueron universalmente aceptados como canónicos por ninguna rama importante del cristianismo. Algunos ejemplos notables incluyen:
Estos escritos son valiosos para entender el entorno religioso y cultural del judaísmo del Segundo Templo y el cristianismo primitivo, pero no son considerados Escritura por la mayoría de las tradiciones cristianas.
La Reforma Protestante fue un momento crucial en la historia del canon bíblico. Los reformadores buscaron regresar a lo que consideraban los textos originales y autoritativos de la Escritura. Esto llevó a la exclusión de los Apócrifos del Antiguo Testamento protestante. Los reformadores argumentaron que, dado que estos libros no formaban parte de la Biblia hebrea y carecían de autoría apostólica, no debían ser considerados canónicos.
El Concilio de Trento (1545–1563), convocado por la Iglesia Católica Romana en respuesta a la Reforma, reafirmó la inclusión de los libros apócrifos en el canon católico. Esta decisión solidificó las diferencias entre los cánones católico y protestante que persisten hasta hoy.
La Iglesia Ortodoxa Oriental también incluye los Apócrifos en su canon, pero con algunas variaciones. Por ejemplo, el canon ortodoxo incluye textos adicionales como 3 Macabeos y el Salmo 151. Las diferencias en el canon reflejan los diversos desarrollos históricos y teológicos dentro del cristianismo.
Desde una perspectiva protestante, los libros de los Apócrifos no fueron tanto "eliminados" como no incluidos desde el principio en su canon. Las razones para esta decisión incluyen:
Canonicidad Hebrea: Los libros apócrifos no formaban parte de la Biblia hebrea, que los reformadores protestantes consideraban autoritativa para el Antiguo Testamento.
Autoridad Apostólica: Los reformadores enfatizaron la necesidad de autoría o respaldo apostólico para los escritos del Nuevo Testamento, un criterio que los libros apócrifos no podían cumplir.
Preocupaciones Doctrinales: Algunas enseñanzas en los Apócrifos fueron vistas como inconsistentes con las doctrinas protestantes fundamentales, como la justificación por la fe sola.
El debate sobre estos textos destaca un problema más amplio en la teología cristiana: la relación entre la Escritura y la tradición. Las tradiciones católica y ortodoxa enfatizan el papel de la tradición eclesiástica en la determinación del canon, mientras que el protestantismo generalmente sostiene el principio de "sola scriptura" (solo la Escritura) como la autoridad última en asuntos de fe y práctica.
A pesar de su exclusión del canon protestante, los Apócrifos y los Pseudepígrafos tienen un valor histórico, cultural y teológico significativo. Proporcionan una visión del pensamiento y la práctica judía durante el período intertestamentario y la era cristiana primitiva. También ayudan a iluminar el contexto en el que se escribió el Nuevo Testamento y la diversidad de creencias que existían dentro del judaísmo en ese momento.
Por ejemplo, el libro de 1 Macabeos ofrece un relato histórico detallado de la revuelta judía contra el Imperio Seléucida, que es crucial para entender el clima político y religioso que condujo al período del Nuevo Testamento. De manera similar, la Sabiduría de Salomón y Sirácida contienen reflexiones sobre la sabiduría, la ética y la naturaleza de Dios que resuenan con temas encontrados en los libros canónicos de Proverbios y Eclesiastés.
La cuestión de qué libros fueron eliminados de la Biblia está profundamente entrelazada con la historia del canon cristiano y las convicciones teológicas de diferentes tradiciones cristianas. Aunque los Apócrifos y los Pseudepígrafos no están incluidos en el canon protestante, siguen siendo una parte integral de las tradiciones católica y ortodoxa y continúan siendo estudiados por sus contribuciones históricas y teológicas.
Entender las razones detrás de la inclusión o exclusión de estos libros nos ayuda a apreciar la diversidad dentro del cristianismo y el diálogo continuo entre la Escritura y la tradición. Como cristianos no denominacionales, podemos acercarnos a estos textos con una mente abierta, reconociendo su importancia histórica y las ideas que ofrecen sobre el mundo de la Biblia.