¿Se consideran las libros perdidos de la Biblia como escrituras verdaderas?

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La cuestión de si los llamados "libros perdidos de la Biblia", a menudo referidos como los Apócrifos y Pseudepígrafos, son considerados verdaderas escrituras es compleja y matizada. Este tema ha sido debatido por eruditos, teólogos y líderes de la iglesia durante siglos, y las opiniones varían ampliamente entre las diferentes tradiciones cristianas. Para abordar adecuadamente esta cuestión, debemos profundizar en las consideraciones históricas, teológicas y canónicas que han dado forma a la Biblia cristiana tal como la conocemos hoy.

Primero, es importante entender qué se entiende por los términos "Apócrifos" y "Pseudepígrafos". Los Apócrifos se refieren a una colección de escritos judíos antiguos que fueron incluidos en la Septuaginta (la traducción griega de las Escrituras hebreas) pero que no formaban parte de la Biblia hebrea. Estos libros incluyen Tobit, Judit, Sabiduría de Salomón, Sirácida (Eclesiástico), Baruc y 1 y 2 Macabeos, entre otros. Los Pseudepígrafos, por otro lado, consisten en varios escritos judíos y cristianos tempranos que no fueron incluidos ni en la Biblia hebrea ni en la Septuaginta y a menudo se atribuyen a figuras bíblicas, aunque su autoría real es incierta. Ejemplos incluyen el Libro de Enoc, la Asunción de Moisés y los Salmos de Salomón.

La inclusión o exclusión de estos libros del canon de las Escrituras ha sido un tema de debate significativo. El canon de la Biblia hebrea se estableció en gran medida en la época del Concilio de Jamnia (alrededor del año 90 d.C.), donde los rabinos judíos afirmaron los libros que ahora reconocemos como el Antiguo Testamento. Sin embargo, la Iglesia cristiana primitiva heredó la Septuaginta, que incluía los libros apócrifos. Esto llevó a diferencias en el canon del Antiguo Testamento entre varias tradiciones cristianas.

La Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa Oriental incluyen los libros apócrifos en su canon del Antiguo Testamento, refiriéndose a ellos como "deuterocanónicos" (que significa "segundo canon"). La Reforma Protestante, encabezada por figuras como Martín Lutero, llevó a una reevaluación del canon, y los reformadores finalmente decidieron excluir los libros apócrifos de la Biblia protestante, etiquetándolos como no canónicos pero aún valiosos para la instrucción y la edificación.

Una de las razones clave para la exclusión de los Apócrifos por parte de los reformadores protestantes fue la percepción de la falta de inspiración divina. Los reformadores argumentaron que estos libros no afirmaban estar inspirados por Dios de la misma manera que los libros canónicos, y señalaron la ausencia de autoría profética y la falta de referencias claras a los Apócrifos en el Nuevo Testamento. Además, algunos problemas doctrinales presentados en los Apócrifos, como el concepto de purgatorio encontrado en 2 Macabeos 12:45-46, se consideraron inconsistentes con la teología protestante.

Los Pseudepígrafos, por otro lado, nunca han sido considerados canónicos por ninguna tradición cristiana importante. Estos escritos a menudo se consideran valiosos documentos históricos y religiosos que brindan información sobre las creencias y prácticas de varias comunidades judías y cristianas tempranas. Sin embargo, generalmente no se consideran escrituras divinamente inspiradas. Las razones para su exclusión incluyen preguntas sobre su autoría, precisión histórica y contenido teológico.

Desde una perspectiva cristiana no denominacional, el enfoque a menudo está en los 66 libros de la Biblia protestante como la Palabra de Dios autoritativa e inspirada. Esta posición se basa en varias consideraciones clave. Primero, la consistencia interna y la coherencia de los libros canónicos se ven como evidencia de su inspiración divina. El apóstol Pablo escribe en 2 Timoteo 3:16-17: "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra". Este pasaje subraya la creencia de que las escrituras canónicas son divinamente inspiradas y suficientes para guiar a los creyentes en su fe y práctica.

En segundo lugar, los libros canónicos han sido reconocidos y afirmados por la iglesia primitiva a través de un proceso de discernimiento y consenso. Los padres de la iglesia primitiva, como Atanasio, Jerónimo y Agustín, desempeñaron un papel crucial en la identificación y afirmación de los libros que fueron ampliamente aceptados como autoritativos e inspirados. Los Concilios de Hipona (393 d.C.) y Cartago (397 d.C.) fueron fundamentales en la afirmación del canon del Nuevo Testamento, que ha permanecido en gran medida sin cambios desde entonces.

En tercer lugar, los libros canónicos han demostrado su valor espiritual y teológico duradero a lo largo de la historia de la iglesia. Estos libros han sido utilizados para la predicación, la enseñanza y la devoción personal, y han sido la base de la doctrina y la práctica cristiana. El poder transformador de estas escrituras en la vida de los creyentes se ve como una evidencia adicional de su inspiración divina.

Aunque los Apócrifos y los Pseudepígrafos no son considerados verdaderas escrituras por la mayoría de los cristianos no denominacionales, aún son valiosos para el estudio histórico y teológico. Estos escritos proporcionan un contexto importante para comprender el período intertestamentario, el desarrollo del pensamiento judío y el movimiento cristiano temprano. Por ejemplo, los Libros de los Macabeos ofrecen valiosas ideas históricas sobre la resistencia judía contra la influencia helenística y la rededicación del Templo, eventos que se conmemoran en la festividad judía de Janucá.

Además, los libros apócrifos contienen enseñanzas morales y espirituales que pueden ser edificantes para los creyentes. La Sabiduría de Salomón, por ejemplo, ofrece profundas reflexiones sobre la naturaleza de la sabiduría y la justicia, mientras que Sirácida (Eclesiástico) proporciona consejos prácticos para vivir una vida virtuosa. Aunque estos libros no se consideran divinamente inspirados, aún pueden ser leídos y apreciados por sus contribuciones literarias y éticas.

En conclusión, la cuestión de si los libros perdidos de la Biblia son considerados verdaderas escrituras depende en gran medida de la perspectiva teológica y denominacional de cada uno. Para los cristianos no denominacionales, los 66 libros de la Biblia protestante se consideran la Palabra de Dios autoritativa e inspirada, mientras que los Apócrifos y los Pseudepígrafos son valorados por sus ideas históricas y teológicas, pero no se consideran canónicos. Esta posición se basa en la creencia en la inspiración divina, la consistencia interna y el valor espiritual duradero de las escrituras canónicas, así como en el proceso histórico a través del cual la iglesia primitiva discernió y afirmó el canon.

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