¿Por qué algunos evangelios, como el de Tomás y el de Judas, no fueron incluidos en la Biblia?

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La cuestión de por qué ciertos evangelios, como el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Judas, no fueron incluidos en la Biblia canónica es tanto compleja como fascinante. Para entender esto, debemos adentrarnos en los contextos históricos, teológicos y eclesiásticos que dieron forma a la formación del canon bíblico cristiano.

La formación del canon del Nuevo Testamento fue un proceso gradual y multifacético que tuvo lugar durante varios siglos. Los primeros cristianos produjeron una variedad de escritos, incluidos evangelios, cartas y literatura apocalíptica. Sin embargo, no todos estos escritos fueron universalmente aceptados o considerados autoritativos por la Iglesia primitiva.

Contexto Histórico

La comunidad cristiana primitiva era diversa, con numerosos grupos y sectas, cada uno produciendo su propia literatura. Los cuatro evangelios canónicos—Mateo, Marcos, Lucas y Juan—fueron ampliamente difundidos y aceptados por muchas comunidades cristianas a finales del primer siglo. Estos evangelios fueron valorados por sus orígenes apostólicos y su consistencia con las enseñanzas y tradiciones de la Iglesia primitiva.

En contraste, otros evangelios, como el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Judas, surgieron más tarde y se asociaron con sectas o movimientos específicos, a menudo etiquetados como "gnósticos". El gnosticismo era un movimiento diverso y esotérico que enfatizaba el conocimiento secreto (gnosis) y a menudo presentaba una cosmovisión dualista, contrastando los reinos material y espiritual.

El Evangelio de Tomás

El Evangelio de Tomás es una colección de 114 dichos atribuidos a Jesús. A diferencia de los evangelios canónicos, carece de una estructura narrativa y no relata la vida, muerte y resurrección de Jesús. En cambio, presenta a Jesús como un maestro de sabiduría secreta, a menudo de una manera que se alinea con el pensamiento gnóstico.

Una razón por la que el Evangelio de Tomás no fue incluido en el canon es su divergencia teológica de las creencias centrales del cristianismo dominante. Los Padres de la Iglesia primitiva, como Ireneo e Hipólito, criticaron los textos gnósticos por sus puntos de vista no ortodoxos sobre la creación, la salvación y la naturaleza de Jesús. Por ejemplo, el Evangelio de Tomás contiene dichos que sugieren una comprensión más mística y menos encarnacional de Jesús, lo que entraba en conflicto con la visión ortodoxa de Jesús como plenamente humano y plenamente divino (Juan 1:14).

Además, el Evangelio de Tomás carece de autoría apostólica. La Iglesia primitiva valoraba mucho los escritos que se creía que estaban directamente conectados con los apóstoles o sus asociados cercanos. Los evangelios canónicos fueron atribuidos a Mateo, un discípulo de Jesús; Marcos, un compañero de Pedro; Lucas, un compañero de Pablo; y Juan, el discípulo amado. El Evangelio de Tomás, sin embargo, no tiene un vínculo apostólico claro, lo que contribuyó aún más a su exclusión.

El Evangelio de Judas

El Evangelio de Judas, descubierto en la década de 1970 y hecho público en 2006, presenta una representación radicalmente diferente de Judas Iscariote. En este texto, Judas es representado no como un traidor sino como el discípulo favorecido que actúa según las instrucciones de Jesús para facilitar el plan de salvación.

Esta representación contrasta marcadamente con los relatos canónicos, donde Judas es consistentemente representado como el traidor de Jesús (Mateo 26:14-16, Marcos 14:10-11, Lucas 22:3-6, Juan 13:21-30). El Evangelio de Judas se alinea con ciertos temas gnósticos, como la idea del conocimiento secreto y la noción de que el mundo material es una creación defectuosa de una deidad menor.

La Iglesia primitiva rechazó el Evangelio de Judas por varias razones. En primer lugar, su contenido teológico era incompatible con la comprensión ortodoxa de la misión de Jesús y la naturaleza de la salvación. Los evangelios canónicos enfatizan la muerte sacrificial y la resurrección de Jesús como la piedra angular de la fe cristiana (1 Corintios 15:3-4). El Evangelio de Judas, sin embargo, socava esto al presentar una narrativa alternativa que carece del enfoque redentor de los relatos canónicos.

En segundo lugar, al igual que el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Judas no tiene un origen apostólico creíble. La Iglesia primitiva era cautelosa con los textos que no tenían una conexión clara y confiable con los apóstoles o su círculo inmediato. Esta cautela era parte de un esfuerzo más amplio para mantener la pureza doctrinal y la unidad dentro de la comunidad cristiana.

Decisiones Eclesiásticas y Formación del Canon

El proceso de formación del canon involucró discernimiento y debate entre los líderes y comunidades cristianas primitivas. Los criterios para la inclusión en el canon incluían la autoría apostólica, la consistencia con la regla de la fe (regula fidei) y la aceptación y uso generalizados en la práctica litúrgica.

Los concilios de la Iglesia y los teólogos influyentes jugaron roles significativos en este proceso. Por ejemplo, el Fragmento Muratoriano, que data de finales del siglo II, enumera la mayoría de los libros del Nuevo Testamento y refleja el consenso temprano sobre el canon. Concilios posteriores, como el Sínodo de Hipona (393 d.C.) y los Concilios de Cartago (397 y 419 d.C.), afirmaron los 27 libros del Nuevo Testamento que tenemos hoy.

La exclusión de textos como el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Judas no fue meramente una cuestión de desacuerdo doctrinal, sino también un reflejo del compromiso de la Iglesia primitiva de preservar el testimonio apostólico y la integridad del mensaje cristiano. Los evangelios canónicos fueron vistos como testimonios fieles y autoritativos de la vida, enseñanzas, muerte y resurrección de Jesucristo.

Consideraciones Teológicas

Teológicamente, los evangelios canónicos presentan un mensaje coherente y unificado centrado en la persona y obra de Jesucristo. Enfatizan la encarnación, la expiación, la resurrección y el establecimiento del reino de Dios. Este mensaje es fundamental para la fe y la práctica cristiana.

En contraste, los evangelios gnósticos a menudo presentan una visión fragmentada y esotérica de Jesús y la salvación. Tienden a minimizar o reinterpretar aspectos clave de la narrativa cristiana, como la encarnación y la resurrección corporal. Por ejemplo, el Evangelio de Tomás contiene dichos que sugieren una comprensión más espiritualizada y menos histórica de la misión de Jesús.

Los Padres de la Iglesia primitiva fueron vigilantes en defender la fe ortodoxa contra lo que percibían como enseñanzas heréticas. Ireneo, en su obra "Contra las Herejías", critica específicamente los textos gnósticos y enfatiza la importancia de adherirse a la tradición apostólica. Argumenta que el verdadero evangelio está arraigado en la realidad histórica y corporal de Jesucristo, tal como lo presenciaron los apóstoles y se preservó en las escrituras canónicas.

Conclusión

La exclusión de evangelios como Tomás y Judas del canon bíblico fue el resultado de un cuidadoso discernimiento por parte de la Iglesia primitiva. Este proceso involucró la evaluación del contenido teológico, los orígenes apostólicos y la consistencia con la regla de la fe. Los evangelios canónicos fueron elegidos porque transmitían fielmente el testimonio apostólico y el mensaje central del cristianismo.

El Evangelio de Tomás y el Evangelio de Judas, aunque históricamente y culturalmente significativos, fueron finalmente considerados incompatibles con la fe cristiana ortodoxa. Su divergencia teológica y la falta de credibilidad apostólica llevaron a su exclusión del canon. La formación del canon del Nuevo Testamento refleja el compromiso de la Iglesia primitiva de preservar el testimonio auténtico y autoritativo de Jesucristo, que sigue siendo la base de la fe y la práctica cristiana hoy en día.

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