¿Cómo define la Biblia la justicia?

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Entender cómo la Biblia define la justicia es un viaje profundo que nos lleva a través del núcleo de la teología bíblica, tocando la naturaleza de Dios, la pecaminosidad humana y los medios de nuestra redención. La justicia, tal como la define la Biblia, está profundamente arraigada en el carácter de Dios y su relación con la humanidad.

En primer lugar, en el Antiguo Testamento, la palabra hebrea para justicia es "tsedeq" o "tsedaqah", que transmite principalmente la idea de estar en una posición correcta o en una relación correcta. Este concepto es multifacético, abarcando dimensiones legales, éticas y de pacto. Por ejemplo, en Deuteronomio 6:25, Moisés declara: "Y será justicia para nosotros si cuidamos de hacer todo este mandamiento delante del Señor nuestro Dios, como él nos ha mandado". Aquí, la justicia está conectada con la obediencia a los mandamientos de Dios, reflejando los estándares y la ley moral de Dios.

Los Salmos y los Profetas hablan frecuentemente de la justicia de Dios como un atributo intrínseco de su carácter. El Salmo 11:7 dice: "Porque el Señor es justo; ama las obras justas; los rectos verán su rostro". La justicia de Dios es su perfecta justicia, fidelidad y veracidad. Es quien es, y también lo que hace. Isaías 45:21-22 enfatiza esto aún más al declarar: "Y no hay otro dios fuera de mí, un Dios justo y un Salvador; no hay ninguno fuera de mí. Volveos a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay otro".

Cuando nos dirigimos al Nuevo Testamento, la palabra griega para justicia es "dikaiosyne". El apóstol Pablo, en sus epístolas, especialmente profundiza en el concepto de justicia y sus implicaciones para los creyentes. Romanos 3:21-26 es un pasaje fundamental que resume la comprensión del Nuevo Testamento sobre la justicia: "Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, aunque la Ley y los Profetas dan testimonio de ella, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen. Porque no hay distinción: por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por su sangre, a través de la fe".

Aquí, Pablo introduce la idea de que la justicia no es meramente un logro humano a través de la adherencia a la ley, sino que es un don de Dios, recibido por medio de la fe en Jesucristo. Esta justicia es "aparte de la ley" en el sentido de que no se basa en el esfuerzo humano, sino en la gracia de Dios. La muerte sacrificial de Jesús es el medio por el cual la justicia de Dios es tanto demostrada como impartida a los creyentes. Esto a menudo se refiere como "justicia imputada", donde la justicia de Cristo se acredita a la cuenta del creyente.

Pablo elabora más sobre esto en Filipenses 3:9, donde contrasta su antigua justicia propia basada en la ley con la justicia que viene por la fe en Cristo: "y ser hallado en él, no teniendo una justicia propia que proviene de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que proviene de Dios y se basa en la fe". Esta justicia es transformadora, llevando a una nueva forma de vivir que refleja el carácter de Cristo.

Santiago, en su epístola, añade otra dimensión al enfatizar que la verdadera justicia se demuestra a través de acciones. Santiago 2:17-18 dice: "Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma. Pero alguno dirá: 'Tú tienes fe y yo tengo obras'. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras". Esto no contradice la enseñanza de Pablo, sino que la complementa al mostrar que la fe genuina, que recibe la justicia de Dios, naturalmente producirá obras justas.

Teológicamente, la justicia en la Biblia es tanto un estado como un proceso. Es un estado en el sentido de que los creyentes son declarados justos ante Dios por medio de la fe en Cristo (justificación). También es un proceso en el que los creyentes están siendo hechos justos en sus vidas diarias a través de la obra del Espíritu Santo (santificación). Este doble aspecto se resume bellamente en 2 Corintios 5:21: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".

Además, la definición bíblica de justicia no se limita a la moralidad individual, sino que se extiende a la justicia social y al bienestar comunitario. Los profetas llamaban frecuentemente a Israel a practicar la justicia cuidando de los pobres, la viuda y el huérfano. Miqueas 6:8 resume esta visión holística: "Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno; y ¿qué pide el Señor de ti, sino hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios?". La justicia, por lo tanto, implica relaciones correctas con Dios, con los demás y con la sociedad en general.

En la literatura cristiana, esta comprensión bíblica de la justicia ha sido expuesta por numerosos teólogos. Agustín, en sus "Confesiones", habla de la inquietud del corazón humano hasta que encuentra descanso en Dios, señalando la necesidad de la gracia divina para la verdadera justicia. Martín Lutero, en sus escritos sobre la justificación por la fe, enfatizó que la justicia es un don de Dios, recibido por la fe, que libera a los creyentes de la esclavitud de la justicia propia y el legalismo.

En resumen, la Biblia define la justicia como un atributo de Dios, un don recibido por medio de la fe en Cristo y una forma de vida que refleja el carácter de Dios. Es un concepto relacional que abarca una posición correcta con Dios, una vida ética y la justicia social. Es tanto un estado declarado como una transformación continua, arraigada en la gracia de Dios y empoderada por el Espíritu Santo. Esta visión comprensiva de la justicia llama a los creyentes a una relación profunda y dinámica con Dios, caracterizada por la fe, el amor y la justicia.

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