¿Cómo define Jesús la grandeza en el Reino de Dios?

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En las enseñanzas de Jesús, el concepto de grandeza en el Reino de Dios es radicalmente diferente de las percepciones mundanas de grandeza. La definición de grandeza de Jesús está profundamente arraigada en la humildad, el servicio y la fe infantil. Sus enseñanzas desafían la sabiduría convencional del poder, el estatus y la autoridad, ofreciendo en su lugar una visión de grandeza que es accesible para todos los que abrazan Sus valores.

Uno de los pasajes más conmovedores donde Jesús aborda la grandeza se encuentra en el Evangelio de Mateo. Cuando los discípulos se acercaron a Jesús preguntando: "¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?" (Mateo 18:1, ESV), Jesús respondió llamando a un niño y diciendo: "En verdad os digo, si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos" (Mateo 18:3-4, ESV). Aquí, Jesús enfatiza que la grandeza en el Reino de Dios se caracteriza por la humildad y una disposición infantil. Los niños, en su inocencia y dependencia, ejemplifican las cualidades que Jesús valora: confianza, humildad y apertura.

Además, Jesús subraya la importancia del servicio como una marca de grandeza. En Mateo 20:25-28, Jesús contrasta los estilos de liderazgo de los gobernantes gentiles con el tipo de liderazgo que Él espera de Sus seguidores. Él dice: "Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y los grandes ejercen autoridad sobre ellos. No será así entre vosotros. Sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo, como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (ESV). Aquí, Jesús redefine la grandeza como una vida de servicio y autosacrificio. Los más grandes en el Reino de Dios son aquellos que, como Jesús, sirven a los demás desinteresadamente y ponen las necesidades de los demás antes que las propias.

El Evangelio de Marcos también registra una enseñanza similar. En Marcos 9:33-37, los discípulos estaban discutiendo sobre quién era el mayor. Jesús, conociendo sus pensamientos, se sentó y llamó a los doce. Él dijo: "Si alguno quiere ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos" (Marcos 9:35, ESV). Para ilustrar su punto, tomó a un niño en sus brazos y dijo: "Cualquiera que reciba a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí; y cualquiera que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió" (Marcos 9:37, ESV). Esto refuerza la idea de que la verdadera grandeza se encuentra en el servicio humilde y en acoger y cuidar a los más pequeños entre nosotros.

El apóstol Pablo, en sus epístolas, hace eco de las enseñanzas de Jesús sobre la grandeza. En Filipenses 2:3-8, Pablo exhorta a los creyentes a "no hacer nada por ambición egoísta o vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás como superiores a vosotros mismos. No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Y hallado en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (ESV). Pablo presenta a Jesús como el ejemplo supremo de humildad y servicio, animando a los creyentes a adoptar la misma mentalidad.

En el Sermón del Monte, Jesús elabora aún más sobre las cualidades que caracterizan la grandeza en el Reino de Dios. Las Bienaventuranzas (Mateo 5:3-12) destacan las virtudes que Jesús considera benditas: pobreza de espíritu, llanto, mansedumbre, hambre y sed de justicia, misericordia, pureza de corazón, pacificación y soportar persecución por causa de la justicia. Estas cualidades no suelen asociarse con la grandeza a los ojos del mundo, pero son altamente estimadas en el Reino de Dios. Jesús promete que aquellos que encarnan estas cualidades recibirán grandes recompensas en el cielo.

Además, la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) proporciona una ilustración práctica de la grandeza a través de la acción compasiva. En respuesta a la pregunta: "¿Quién es mi prójimo?" Jesús cuenta la historia de un samaritano que, a diferencia del sacerdote y el levita, se detiene para ayudar a un hombre que había sido golpeado y dejado por muerto. La disposición del samaritano para mostrar misericordia y cuidar de un extraño ejemplifica el tipo de grandeza que Jesús defiende. Es una grandeza que trasciende las barreras sociales y étnicas y se demuestra a través del amor y el servicio a los demás.

En resumen, Jesús define la grandeza en el Reino de Dios en términos que son contraculturales y revolucionarios. La grandeza no se trata de poder, prestigio o posición; se trata de humildad, servicio y un corazón alineado con los valores de Dios. Jesús llama a Sus seguidores a una vida de amor desinteresado, donde los más grandes son aquellos que sirven a los demás y viven los principios del Reino. Esta redefinición de la grandeza desafía a los creyentes a reorientar sus vidas y prioridades, buscando emular el ejemplo de Jesús, quien vino no para ser servido, sino para servir y dar Su vida en rescate por muchos.

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