¿En qué se diferencian los roles de apóstol y profeta?

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Los roles de apóstoles y profetas son ambos integrales para la fundación y desarrollo de la iglesia cristiana primitiva, sin embargo, son distintos en sus propósitos, funciones y contribuciones al cuerpo de Cristo. Comprender estas diferencias es esencial para una visión completa de la teología y eclesiología del Nuevo Testamento.

El término "apóstol" se origina del griego "apostolos", que significa "uno que es enviado". En el contexto del Nuevo Testamento, los apóstoles fueron aquellos específicamente elegidos y comisionados por Jesucristo para establecer y liderar la iglesia primitiva. Los apóstoles más prominentes son los Doce, elegidos por Jesús durante su ministerio terrenal, incluyendo a Pedro, Santiago, Juan y otros, así como Pablo, quien fue llamado a ser apóstol después de la resurrección de Jesús. El papel principal de un apóstol era ser testigo de la resurrección de Jesucristo y difundir el mensaje del Evangelio a través de diversas regiones, estableciendo las verdades fundamentales de la doctrina y práctica cristiana.

A los apóstoles se les dio autoridad para enseñar, realizar milagros y establecer iglesias. Tenían el papel único de recibir y transmitir revelación divina directamente de Cristo. Por ejemplo, Pablo, en sus cartas, a menudo defiende su apostolado enfatizando que sus enseñanzas vinieron directamente del Señor (Gálatas 1:11-12). La autoridad apostólica fue crucial en la iglesia primitiva para mantener la pureza y unidad doctrinal, como se ve en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15), donde los apóstoles y ancianos se reunieron para resolver disputas teológicas.

En contraste, el papel de un profeta, tal como se entiende en el Nuevo Testamento, se basa en la tradición del Antiguo Testamento de la profecía pero se adapta al contexto del nuevo pacto. Los profetas son individuos que reciben y comunican mensajes de Dios, a menudo concernientes al estado presente o futuro de la iglesia o individuos. La palabra griega para profeta, "prophetes", significa "uno que habla". Los profetas en la iglesia primitiva fueron instrumentales en proporcionar guía, aliento y corrección a las comunidades cristianas.

Los profetas no tenían la tarea principal de establecer doctrina, ya que ese era el papel apostólico. En cambio, servían para edificar, exhortar y consolar a los creyentes (1 Corintios 14:3). Sus mensajes podían incluir predecir eventos futuros o abordar problemas actuales dentro de la iglesia, siempre con el objetivo de alinear a la comunidad con la voluntad de Dios. Ágabo, por ejemplo, es un profeta del Nuevo Testamento que predijo una hambruna (Hechos 11:28) y advirtió a Pablo sobre su inminente encarcelamiento (Hechos 21:10-11).

Aunque tanto apóstoles como profetas recibieron revelación de Dios, la naturaleza y el alcance de sus revelaciones diferían. La revelación apostólica era fundamental y universal, formando las doctrinas centrales del cristianismo, mientras que la revelación profética era a menudo situacional, abordando necesidades específicas dentro de una iglesia o comunidad. Efesios 2:20 destaca el papel fundamental de ambos, apóstoles y profetas, afirmando que la iglesia está "edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular".

La interacción entre apóstoles y profetas en la iglesia primitiva ilustra una relación dinámica y complementaria. Los apóstoles proporcionaron la enseñanza autoritativa y la estructura necesaria para el crecimiento de la iglesia, mientras que los profetas ofrecieron la perspicacia espiritual y el aliento necesarios para la vitalidad de la iglesia. Juntos, aseguraron que las comunidades cristianas primitivas fueran tanto teológicamente sólidas como espiritualmente vibrantes.

Hoy en día, los roles de apóstoles y profetas continúan siendo un tema de discusión y debate teológico. Algunas tradiciones cristianas creen que el oficio de apóstol cesó con los Doce originales y Pablo, viéndolos como únicos para la fundación de la iglesia primitiva. Otros ven una continuación del ministerio apostólico en un sentido más amplio, como plantadores de iglesias o misioneros que llevan el Evangelio a nuevas fronteras. De manera similar, el ministerio profético es visto por algunos como continuo, con individuos dotados en profecía sirviendo para edificar la iglesia de diversas maneras.

Independientemente de la perspectiva sobre la continuación de estos roles, el impacto de apóstoles y profetas en la iglesia primitiva es innegable. Fueron instrumentales en establecer la fe cristiana y asegurar su difusión por el mundo conocido. Los escritos del Nuevo Testamento, en gran parte redactados por apóstoles, continúan sirviendo como la guía autoritativa para la creencia y práctica cristiana.

En conclusión, aunque apóstoles y profetas compartieron el objetivo común de avanzar el reino de Dios, sus roles fueron distintos pero complementarios. Los apóstoles fueron figuras fundamentales, encargadas del establecimiento de la doctrina y la supervisión de la iglesia. Los profetas, mientras tanto, sirvieron como portavoces de Dios, proporcionando mensajes oportunos que abordaban las necesidades espirituales y prácticas de las comunidades cristianas. Juntos, contribuyeron al rico tapiz de la iglesia primitiva, asegurando que permaneciera fiel a las enseñanzas de Cristo mientras respondía a la guía del Espíritu Santo.

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