¿Qué testamento deben priorizar los cristianos, el Antiguo o el Nuevo?

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La cuestión de si los cristianos deben priorizar el Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento es tanto profunda como compleja. Toca el corazón mismo de cómo los cristianos entienden su fe, la continuidad de la revelación de Dios y la relación de pacto entre Dios y la humanidad. Como pastor cristiano no denominacional, creo que es esencial abordar esta cuestión con una perspectiva equilibrada y holística, reconociendo el valor intrínseco y la inspiración divina de ambos testamentos.

Para empezar, es importante entender que la Biblia, en su conjunto, es la Palabra de Dios, inspirada y útil para enseñar, reprender, corregir y entrenar en justicia (2 Timoteo 3:16-17). El Antiguo y el Nuevo Testamento juntos forman el canon completo de las Escrituras, y cada uno juega un papel crucial en la narrativa del plan redentor de Dios. Aunque son distintos en sus contextos históricos y culturales, están unificados en su propósito de revelar el carácter de Dios y su plan de salvación.

El Antiguo Testamento, a menudo referido como la Biblia Hebrea, sienta las bases para el Nuevo Testamento. Relata la creación del mundo, la caída de la humanidad y la relación de pacto de Dios con Israel. Es en el Antiguo Testamento donde encontramos por primera vez los temas del pecado, la redención y la promesa de un Mesías. Los pactos hechos con figuras como Abraham, Moisés y David son fundamentales, preparando el escenario para la venida de Cristo. Los libros proféticos, en particular, están llenos de profecías mesiánicas que apuntan hacia Jesucristo, como Isaías 53, que describe al siervo sufriente, y Miqueas 5:2, que predice el lugar de nacimiento del Mesías.

El Nuevo Testamento, por otro lado, trae el cumplimiento de las profecías y pactos del Antiguo Testamento a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Es en el Nuevo Testamento donde se establece el nuevo pacto, un pacto no basado en la ley sino en la gracia a través de la fe en Jesucristo (Hebreos 8:6-13). Los Evangelios proporcionan un relato detallado del ministerio y las enseñanzas de Jesús, ofreciendo a los cristianos un modelo para vivir una vida que agrade a Dios. Las epístolas, escritas por apóstoles como Pablo, Pedro y Juan, explican más a fondo la doctrina y ética cristiana, ofreciendo orientación a los creyentes sobre cómo vivir su fe en un mundo caído.

Uno podría argumentar que el Nuevo Testamento debería ser priorizado porque aborda directamente la vida y las enseñanzas de Jesús, quien es central para la fe cristiana. De hecho, Jesús mismo dijo: "No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a cumplirlos" (Mateo 5:17). Este cumplimiento no niega el Antiguo Testamento sino que lo completa. El Nuevo Testamento proporciona el lente a través del cual los cristianos interpretan el Antiguo Testamento, revelando su propósito y significado último a la luz de la obra redentora de Cristo.

Sin embargo, priorizar un testamento sobre el otro sería perder la riqueza y profundidad de la revelación de Dios. El Antiguo Testamento proporciona el trasfondo y contexto necesarios para entender el Nuevo Testamento. Por ejemplo, el sistema sacrificial delineado en Levítico encuentra su cumplimiento último en el sacrificio de Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Las enseñanzas morales y éticas del Antiguo Testamento, como los Diez Mandamientos, continúan informando la ética cristiana y se reiteran en el Nuevo Testamento (Romanos 13:8-10).

Además, los temas de justicia, misericordia y fidelidad que impregnan el Antiguo Testamento se reflejan en el Nuevo Testamento. El llamado de Miqueas 6:8 a "actuar con justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios" se refleja en la enseñanza de Jesús sobre los mandamientos más grandes: amar a Dios y amar a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-40). La continuidad de estos temas subraya la unidad de las Escrituras y la consistencia del carácter de Dios a lo largo de ambos testamentos.

Además, las narrativas históricas del Antiguo Testamento proporcionan valiosas lecciones de fe, obediencia y las consecuencias del pecado. Las historias de figuras como Abraham, José, Moisés y David ofrecen ideas atemporales sobre la condición humana y la fidelidad de Dios. Estas narrativas nos recuerdan que Dios es soberano y trabaja a través de la historia para cumplir sus propósitos, una verdad que se reafirma en el Nuevo Testamento.

También vale la pena señalar que la iglesia primitiva, como se documenta en el Nuevo Testamento, dependía en gran medida de las Escrituras del Antiguo Testamento. Los apóstoles y los primeros cristianos usaron la Biblia Hebrea para predicar el Evangelio y demostrar que Jesús era el Mesías prometido (Hechos 17:2-3). Los escritores del Nuevo Testamento citaron frecuentemente el Antiguo Testamento para apoyar sus enseñanzas y mostrar la continuidad del plan redentor de Dios.

En conclusión, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son indispensables para la fe cristiana. No están en competencia, sino que son complementarios, cada uno iluminando al otro. Los cristianos deben buscar estudiar y entender ambos testamentos, reconociendo que el Antiguo Testamento proporciona la base y el contexto para el Nuevo Testamento, mientras que el Nuevo Testamento cumple y completa el Antiguo Testamento. Juntos, revelan la plenitud de la revelación de Dios y su plan de salvación a través de Jesucristo. Como cristianos, estamos llamados a sumergirnos en todo el consejo de Dios, permitiendo que la totalidad de las Escrituras moldee nuestras creencias, guíe nuestras acciones y transforme nuestras vidas.

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