¿Por qué no vemos milagros hoy como en los tiempos del Nuevo Testamento?

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La pregunta de por qué no vemos milagros hoy como en los tiempos del Nuevo Testamento es una que ha intrigado a creyentes y escépticos por igual durante siglos. Para abordar esta pregunta, debemos profundizar en la naturaleza de los milagros, su propósito en la narrativa bíblica y las perspectivas teológicas que informan nuestra comprensión de las acciones de Dios en el mundo de hoy.

En el Nuevo Testamento, los milagros servían varios propósitos distintos. Eran señales que autenticaban el mensaje divino y a los mensajeros de Dios. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan, los milagros se refieren como "señales" que revelan la identidad y misión divina de Jesús (Juan 2:11, 20:30-31). Estos actos milagrosos no eran solo demostraciones aleatorias de poder; eran profundamente simbólicos y tenían un significado teológico. Por ejemplo, Jesús convirtiendo el agua en vino en Caná (Juan 2:1-11) fue una señal del nuevo pacto y el poder transformador de su ministerio.

Los apóstoles también realizaron milagros, que servían para validar su autoridad y la verdad del Evangelio que predicaban. Hechos 2:43 dice: "Todos estaban asombrados por las muchas maravillas y señales que realizaban los apóstoles." Estos milagros fueron fundamentales para establecer la iglesia primitiva y difundir el mensaje de Cristo en un mundo que a menudo era hostil a esta nueva fe.

Una razón por la que quizás no veamos milagros hoy con tanta frecuencia o de manera tan dramática como en el Nuevo Testamento es que el período fundacional de la iglesia ya ha sido establecido. La iglesia primitiva necesitaba estas señales para confirmar la nueva revelación que se estaba dando. Hebreos 2:3-4 sugiere que Dios testificó el mensaje de salvación "con señales, prodigios y diversos milagros, y con dones del Espíritu Santo distribuidos según su voluntad." Una vez que se estableció la base, la necesidad de una validación milagrosa tan frecuente puede haber disminuido.

Otra consideración es la naturaleza de la fe. El mismo Jesús abordó el tema de buscar señales y prodigios como base para creer. En Juan 4:48, dijo: "A menos que vean señales y prodigios, nunca creerán." Esta declaración sugiere que la dependencia de los milagros a veces puede socavar la fe genuina, que es confiar en Dios sin la necesidad de una validación sobrenatural constante. Hebreos 11:1 define la fe como "la confianza en lo que esperamos y la seguridad de lo que no vemos." Por lo tanto, una fe madura puede no requerir el mismo nivel de intervención milagrosa para sostenerse.

Desde una perspectiva teológica, también es importante reconocer que los caminos de Dios no son nuestros caminos (Isaías 55:8-9). La ausencia de milagros visibles no implica la ausencia de la actividad de Dios. Dios puede elegir trabajar de maneras más sutiles, pero igualmente profundas. Por ejemplo, la transformación del corazón de una persona, la reconciliación de relaciones rotas y la provisión de necesidades diarias pueden verse como milagros de la gracia y la providencia de Dios. Estos milagros más silenciosos pueden no captar titulares, pero no son menos significativos en la gran narrativa de la interacción de Dios con la humanidad.

Además, la percepción de los milagros puede estar influenciada por contextos culturales e históricos. En el mundo moderno, orientado científicamente, los eventos que podrían haber sido percibidos como milagrosos en el pasado a menudo se explican a través de explicaciones naturalistas o médicas. Esto no niega la posibilidad de intervención divina, sino que refleja un cambio en cómo interpretamos y entendemos los eventos extraordinarios.

También vale la pena señalar que continúan surgiendo informes de milagros en varias partes del mundo, particularmente en áreas donde el Evangelio se está extendiendo rápidamente. En regiones donde la iglesia está creciendo bajo persecución o en medio de una oscuridad espiritual significativa, hay numerosos relatos de sanaciones milagrosas, liberaciones y otros eventos sobrenaturales. Estos milagros modernos a menudo se asemejan a los relatos del Nuevo Testamento y sirven propósitos similares en validar el mensaje del Evangelio y demostrar el poder de Dios.

El teólogo Craig Keener, en su extensa obra "Milagros: La credibilidad de los relatos del Nuevo Testamento," documenta numerosos informes contemporáneos de milagros, argumentando que los eventos milagrosos no están confinados a la era bíblica. Keener sugiere que el escepticismo occidental hacia los milagros es más una reflexión de los prejuicios culturales que una declaración definitiva sobre la actividad de Dios en el mundo.

Además, no se puede pasar por alto el papel del Espíritu Santo en la vida del creyente y la iglesia. El Nuevo Testamento habla de los dones del Espíritu, que incluyen poderes milagrosos (1 Corintios 12:10). Mientras que algunas tradiciones cristianas creen que estos dones cesaron con la era apostólica (una visión conocida como cesacionismo), otras sostienen que los dones del Espíritu, incluidos los milagros, todavía están activos hoy (una visión conocida como continuacionismo). Este debate teológico influye en cómo diferentes comunidades cristianas perciben y experimentan los milagros.

A la luz de estas consideraciones, está claro que la pregunta de por qué no vemos milagros hoy como en los tiempos del Nuevo Testamento es compleja y multifacética. Involucra entender el contexto histórico y teológico de los milagros bíblicos, la naturaleza de la fe, las percepciones culturales y la obra continua del Espíritu Santo. Aunque no veamos la misma frecuencia o tipo de milagros que se registran en el Nuevo Testamento, esto no significa que Dios esté menos activo o presente en nuestro mundo hoy. El mismo Dios que partió el Mar Rojo, sanó a los ciegos y resucitó a los muertos sigue obrando, a menudo de maneras menos visibles pero igualmente milagrosas.

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