El concepto de expiación es uno de los temas centrales en la Biblia, entrelazándose tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y sirviendo como piedra angular de la teología cristiana. Comprender la expiación desde una perspectiva bíblica requiere una exploración de su desarrollo a lo largo de las Escrituras, su cumplimiento en la persona y obra de Jesucristo, y sus implicaciones para los creyentes hoy en día.
El concepto de expiación en la Biblia comienza en el Antiguo Testamento, donde se asocia principalmente con la palabra hebrea "kaphar", que significa "cubrir". Esta idea de cubrir se ilustra vívidamente en el sistema sacrificial establecido por Dios para los israelitas. Los sacrificios prescritos en la Ley Mosaica eran un medio por el cual los israelitas podían cubrir sus pecados y restaurar su relación con Dios. Levítico 17:11 dice: "Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas, porque es la sangre la que hace expiación por la vida".
El Día de la Expiación, o Yom Kipur, era el más significativo de estos ritos sacrificiales. En este día, el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo para ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo. El ritual involucraba el sacrificio de animales, y la sangre se rociaba sobre el propiciatorio del Arca de la Alianza (Levítico 16). Este acto simbolizaba la cobertura de los pecados del pueblo y la restauración de su relación con Dios. Sin embargo, era una medida temporal, que necesitaba repetirse anualmente.
Los profetas del Antiguo Testamento comenzaron a anticipar una solución más permanente al problema del pecado. Isaías, por ejemplo, habla de un siervo sufriente que llevaría las iniquidades del pueblo. Isaías 53:5-6 profetiza: "Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros". Este pasaje introduce la idea de una expiación vicaria, donde alguien más asume la pena del pecado en nombre de otros.
El Nuevo Testamento revela que los sacrificios del Antiguo Testamento eran una prefiguración del sacrificio supremo de Jesucristo. En el Nuevo Testamento, el concepto de expiación se amplía y se cumple en la persona y obra de Jesús. El Evangelio de Juan presenta a Jesús como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29), vinculándolo directamente con el sistema sacrificial del Antiguo Testamento.
El apóstol Pablo elabora sobre las implicaciones teológicas de la obra expiatoria de Cristo en pasajes como Romanos 3:23-25, que dice: "Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre". Aquí, Pablo introduce el concepto de propiciación, que se refiere a la apaciguación de la ira de Dios contra el pecado a través del sacrificio de Jesús. Este es un elemento clave de la expiación, ya que aborda tanto la justicia como la misericordia de Dios.
En el libro de Hebreos, el autor enfatiza la superioridad del sacrificio de Cristo sobre los sacrificios del Antiguo Testamento. Hebreos 9:12 dice: "Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención". A diferencia de los sacrificios repetidos del Antiguo Testamento, el sacrificio de Cristo es de una vez por todas, proporcionando una solución completa y permanente al problema del pecado.
La expiación lograda por Cristo tiene profundas implicaciones teológicas. Es a través de la expiación que los creyentes son reconciliados con Dios, como se afirma en 2 Corintios 5:18-19: "Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación".
Además, la expiación es la base para la justificación, el acto de ser declarados justos ante Dios. Romanos 5:9 explica: "Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira". La justificación es una declaración legal, posible porque la justicia de Cristo es imputada a los creyentes.
La expiación también tiene implicaciones éticas para los creyentes. Llama a una respuesta de gratitud y a una vida de santidad. En 1 Pedro 2:24, leemos: "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados". La expiación no solo salva a los creyentes de la pena del pecado, sino que también los capacita para vivir vidas transformadas.
Una discusión teológica sobre la expiación a menudo involucra su alcance y aplicación. La universalidad de la expiación de Cristo se afirma en pasajes como 1 Juan 2:2, que dice: "Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo". Esto sugiere que la obra expiatoria de Cristo es suficiente para todos, pero es eficaz solo para aquellos que creen, como se enfatiza en Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
A lo largo de la historia de la iglesia, los teólogos han luchado con la naturaleza y el alcance de la expiación. Se han propuesto varias teorías, incluyendo la Teoría del Rescate, que sugiere que la muerte de Cristo fue un rescate pagado a Satanás; la Teoría de la Influencia Moral, que ve la muerte de Cristo como una demostración del amor de Dios destinada a inspirar una mejora moral; y la Teoría de la Sustitución Penal, que postula que Cristo asumió la pena del pecado sobre sí mismo, satisfaciendo las demandas de justicia.
La Teoría de la Sustitución Penal es quizás la más ampliamente sostenida entre los cristianos evangélicos, ya que se alinea estrechamente con la narrativa bíblica de justicia y misericordia. Sin embargo, es importante reconocer que cada teoría captura diferentes aspectos de la expiación, y juntas proporcionan una comprensión más completa de su naturaleza multifacética.
Finalmente, el concepto bíblico de expiación no es meramente una doctrina teológica, sino una realidad personal para los creyentes. Nos asegura del amor y el perdón de Dios y nos invita a una relación restaurada con Él. Como escribe Pablo en Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".
En conclusión, el concepto bíblico de expiación es un tema profundo y rico que abarca la justicia, la misericordia y el amor de Dios. Es a través de la expiación que la relación rota entre la humanidad y Dios es restaurada, proporcionando esperanza y seguridad de vida eterna para todos los que creen. La expiación no es solo un evento histórico, sino una realidad presente que transforma vidas y nos llama a vivir a la luz del amor sacrificial de Cristo.