¿Qué versículos de la Biblia explican que Jesús se hizo pecado por nosotros?

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El concepto de que Jesús se convirtió en pecado por nosotros es un principio profundo y central de la teología cristiana, encapsulando la esencia del mensaje del evangelio. Esta doctrina se extrae principalmente del Nuevo Testamento, particularmente de los escritos del Apóstol Pablo. Para entender esto completamente, necesitamos profundizar en varios versículos clave de la Biblia y explorar sus implicaciones teológicas.

Uno de los versículos más directos y significativos sobre este tema es 2 Corintios 5:21. El Apóstol Pablo escribe: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (NVI). Este versículo captura sucintamente el corazón del evangelio: Jesús, que era sin pecado, tomó sobre sí los pecados de la humanidad. Al hacerlo, soportó la pena y las consecuencias del pecado, permitiendo que los creyentes se reconciliaran con Dios y recibieran Su justicia.

Para desglosar esto más, debemos entender el contexto de la carta de Pablo a los Corintios. Pablo está dirigiéndose a una comunidad que lucha con varios problemas, incluyendo malentendidos sobre la naturaleza del evangelio. En 2 Corintios 5, Pablo enfatiza el ministerio de la reconciliación, explicando que a través de Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta los pecados de las personas (2 Corintios 5:19). Esta reconciliación fue posible porque Jesús tomó sobre sí la carga del pecado, un concepto que es tanto profundamente teológico como profundamente relacional.

Otro pasaje crítico se encuentra en Isaías 53, a menudo referido como el capítulo del “Siervo Sufriente”. Aunque este es un texto del Antiguo Testamento, es ampliamente interpretado por los cristianos como un presagio profético del papel sacrificial de Jesús. Isaías 53:4-6 dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (NVI). Este pasaje ilustra vívidamente la idea de la expiación sustitutoria: Jesús tomó sobre sí los pecados y sufrimientos de la humanidad, soportando el castigo que era justamente nuestro.

El Apóstol Pedro también habla de este tema en su primera epístola. En 1 Pedro 2:24, escribe: “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (NVI). Aquí, Pedro hace eco del lenguaje de Isaías 53, enfatizando que el sufrimiento y la muerte de Jesús no fueron solo para el perdón de los pecados, sino también para la transformación de las vidas de los creyentes. El propósito de que Jesús llevara nuestros pecados no fue meramente absolvernos, sino empoderarnos para vivir rectamente.

La Carta a los Hebreos elabora aún más sobre la naturaleza sacrificial de la muerte de Jesús. Hebreos 9:28 dice: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (NVI). Este versículo destaca la finalidad y suficiencia del sacrificio de Jesús. A diferencia de los sacrificios repetidos del Antiguo Testamento, que eran una medida temporal, el sacrificio de Jesús fue una vez por todas, tratando efectivamente con el pecado y allanando el camino para la salvación eterna.

Además, en Gálatas 3:13, Pablo proporciona otra capa de entendimiento al conectar la crucifixión de Jesús con la maldición de la ley. Escribe: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (NVI). Aquí, Pablo está haciendo referencia a Deuteronomio 21:23, que dice que cualquiera que sea colgado en un árbol está bajo la maldición de Dios. Al ser crucificado, Jesús tomó sobre sí la maldición que nos correspondía debido a nuestra desobediencia a la ley, redimiéndonos así de sus consecuencias.

El concepto teológico de que Jesús se convirtió en pecado por nosotros también está profundamente arraigado en la idea de imputación, lo que significa que nuestros pecados fueron imputados a Cristo, y Su justicia nos es imputada a nosotros. Este es un principio fundamental de la doctrina de la justificación por la fe. Como Pablo explica en Romanos 4:5, “Pero al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (NVI). Esta imputación es el gran intercambio: nuestro pecado por Su justicia, hecho posible por la muerte sacrificial y resurrección de Jesús.

El Evangelio de Juan también proporciona una visión de esta doctrina. En Juan 1:29, Juan el Bautista declara: “¡Miren, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (NVI). Esta declaración identifica a Jesús como el cordero sacrificial definitivo, cumpliendo el sistema sacrificial del Antiguo Testamento y tomando sobre sí los pecados del mundo. La imagen del cordero es significativa, recordando al cordero de la Pascua en Éxodo, cuya sangre salvó a los israelitas del ángel de la muerte. De manera similar, la sangre de Jesús salva a los creyentes de la muerte eterna y la separación de Dios.

Además, el Apóstol Juan en su primera epístola escribe: “Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2, NVI). Este versículo subraya la universalidad de la obra expiatoria de Jesús. El sacrificio de Jesús no se limitó a un grupo específico de personas, sino que fue suficiente para los pecados de todo el mundo, ofreciendo redención a todos los que creen.

En resumen, la Biblia proporciona un rico tapiz de versículos que explican la profunda verdad de que Jesús se convirtió en pecado por nosotros. Desde la declaración explícita de Pablo en 2 Corintios 5:21 hasta la imaginería profética en Isaías 53, los escritores del Nuevo Testamento afirman consistentemente que Jesús tomó sobre sí los pecados de la humanidad. Este acto sacrificial fue la máxima expresión del amor y la justicia de Dios, reconciliándonos con Él y otorgándonos Su justicia. Como creyentes, estamos llamados a vivir a la luz de esta verdad, abrazando el poder transformador del sacrificio expiatorio de Jesús y compartiendo este mensaje de esperanza con el mundo.

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