El Adviento es un período profundamente significativo en el calendario litúrgico cristiano, que marca el comienzo del año eclesiástico en el cristianismo occidental. Su observancia comienza el cuarto domingo antes del día de Navidad, el domingo más cercano al día de San Andrés (30 de noviembre), y abarca cuatro domingos previos a la Navidad. El término "Adviento" se deriva de la palabra latina adventus, que significa "venida" o "llegada", y encapsula los temas duales de recuerdo y anticipación que definen esta temporada.
La tradición del Adviento se remonta al siglo IV. Inicialmente, era un tiempo en el que los conversos al cristianismo se preparaban para el bautismo durante la Epifanía. Sin embargo, para el siglo VI, los cristianos romanos habían vinculado el Adviento con la venida de Cristo. Pero a diferencia del énfasis moderno en el nacimiento de Cristo, el enfoque en ese momento estaba en la anticipación de la segunda venida de Cristo, un evento que los cristianos creen que traerá la redención final y total.
En el año litúrgico, el Adviento sirve como un período de reflexión espiritual, penitencia y renovación. Los fieles son invitados a contemplar la triple venida de Cristo: en la carne en Belén, en nuestros corazones diariamente y al final en gloria. Esta temporada no es solo una cuenta regresiva para la Navidad, sino una preparación más rica y reflexiva para la celebración del nacimiento de Jesucristo y una vigilancia alerta para su segunda venida.
Uno de los símbolos más reconocibles del Adviento es la corona de Adviento. Compuesta por un círculo de ramas de hoja perenne en el que se insertan cuatro velas, esta corona está llena de simbolismo. Las hojas perennes significan vida continua, y el círculo representa la eternidad de Dios. Tradicionalmente, tres de las velas son moradas, simbolizando penitencia y anhelo, y una es rosa, simbolizando alegría y esperanza.
Cada vela también corresponde a uno de los cuatro domingos de Adviento, con un tema específico para cada semana: esperanza, paz, alegría y amor. Estos temas reflejan las virtudes que Jesús nos trae. La luz de las velas en sí mismas disipa simbólicamente la oscuridad del pecado y las sombras de la noche, con cada vela adicional que se enciende significando la llegada más cercana de Cristo, la Luz del Mundo.
Otro símbolo significativo durante el Adviento es el Árbol de Jesé, que se decora con adornos que representan a los diversos antepasados bíblicos de Jesús. Cada adorno simboliza una profecía que predice la venida de Cristo, comenzando desde la creación y avanzando hasta sus padres terrenales, María y José. Esta decoración refuerza visualmente las profundas raíces del cristianismo y conecta los fundamentos del Antiguo Testamento de la fe con el advenimiento de Jesucristo.
A lo largo del Adviento, las lecturas de las Escrituras se centran en las figuras clave de la historia de la Natividad: María, José, Isabel y Zacarías, y en los temas de espera y preparación. Centrales en estas lecturas son los textos proféticos de Isaías, que predicen la venida de Cristo, y los Evangelios que narran los eventos previos al nacimiento de Jesús.
Por ejemplo, Isaías 7:14 profetiza un nacimiento virginal: "Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel." Esta profecía se repite en el Nuevo Testamento en Mateo 1:23, vinculando las expectativas del Antiguo Testamento con su cumplimiento en el Nuevo Testamento.
Hoy en día, el Adviento es observado por muchas denominaciones cristianas, y su observancia varía ampliamente. En entornos más tradicionales, el Adviento es un tiempo solemne de preparación y arrepentimiento, similar a la Cuaresma. Los servicios pueden incluir el canto de himnos como "O Ven, O Ven, Emanuel", que encapsulan el anhelo de liberación que es central en la temporada.
En otros contextos, el Adviento ha tomado un tono más celebratorio, enfocándose más en la alegría y la esperanza del nacimiento de Cristo en lugar de los aspectos penitenciales. Este cambio refleja cambios más amplios en cómo diferentes comunidades anticipan la Navidad, enfatizando la preparación inmediata para la Natividad.
El Adviento no solo llama a una celebración comunitaria, sino también a una reflexión personal. Es una temporada que pide a los creyentes que se detengan y reflexionen sobre sus vidas espirituales, que consideren las áreas donde se necesita la luz de Cristo para disipar la oscuridad del pecado. Es un tiempo para renovar la fe, enfocarse en la virtud de la esperanza y reavivar el amor por Dios y el prójimo.
En conclusión, el Adviento tiene un lugar fundamental en el calendario litúrgico cristiano. Es un tiempo de espera y esperanza, de reflexión y preparación. Invita a los cristianos a recordar la venida pasada de Jesús en humildad, a celebrar su venida diaria en la Palabra y el Sacramento, y a anticipar su futura venida en gloria. Es una temporada que enriquece las vidas espirituales de los creyentes, acercándolos a los misterios de la primera y segunda venida de Cristo.