La Candelaria, celebrada el 2 de febrero, es un día santo cristiano que conmemora la presentación de Jesús en el Templo y la purificación de la Virgen María, como se registra en el Evangelio de Lucas (Lucas 2:22-40). Este evento ocurre cuarenta días después de Navidad, alineándose con la ley judía que manda la purificación de una mujer cuarenta días después del nacimiento de un hijo, y la presentación de un hijo primogénito a Dios. La Candelaria está llena de simbolismo y rituales, profundamente arraigados en la tradición y teología cristianas.
Uno de los símbolos centrales de la Candelaria es la luz, representada por las velas que se bendicen en este día. El encendido y la bendición de las velas no son meramente ceremoniales, sino que están imbuidos de un profundo significado teológico. Representan a Cristo, a menudo referido como la "Luz del Mundo" (Juan 8:12). El acto de encender velas es una manifestación física de la verdad espiritual de que Cristo ilumina la oscuridad del pecado y las sombras de nuestras vidas.
Durante el servicio de la Candelaria, las velas son típicamente llevadas a la iglesia y bendecidas por el clero. Esta bendición de las velas es seguida por una procesión, en la cual la congregación sostiene las velas encendidas. Esta procesión simboliza la entrada de Cristo, la verdadera luz, en el Templo de Jerusalén. Es un recordatorio vívido de la declaración de Simeón al ver a Jesús, cuando lo proclamó como "una luz para revelación a los gentiles y para gloria de tu pueblo Israel" (Lucas 2:32).
La Candelaria también toca temas de pureza y renovación. El contexto histórico del evento que conmemora—la purificación de María—se remonta a las leyes levíticas (Levítico 12:1-8), que prescribían rituales para la reintegración de una madre en la comunidad religiosa después del parto. Al celebrar la Candelaria, los cristianos reflexionan sobre el tema de la purificación, pero con una nueva luz traída por el Nuevo Testamento. No se trata solo de limpieza ritual, sino de una purificación espiritual más profunda que cada creyente experimenta a través de Cristo.
Este tema a menudo se simboliza en la forma en que la Candelaria se entrelaza con el final de la temporada de Epifanía, marcando un período de revelación y manifestación de Cristo al mundo, y el comienzo de una preparación más penitencial para la Cuaresma. Esta transición subraya un ciclo de renovación en la vida cristiana, un viaje continuo hacia la pureza y una mayor intimidad con Dios.
La Candelaria también ofrece un enfoque especial en la Virgen María. Como la Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María, este día reflexiona sobre su obediencia y humildad al someterse a la Ley y presentar a su hijo en el Templo. El papel de María no es pasivo, sino central en la teología de la Encarnación. Su purificación, aunque arraigada en la ley judía, es vista por los cristianos como un signo de su santidad y su papel singular en la historia de la salvación.
La reverencia mostrada a María en la Candelaria es un reflejo de su estatus como Theotokos, la Madre de Dios, un título afirmado en el Concilio de Éfeso en 431 d.C. Este reconocimiento no se trata solo de honrar a María, sino de entender el misterio de la Encarnación: Dios haciéndose hombre mientras sigue siendo completamente divino, un misterio facilitado a través de María.
Las narrativas de Simeón y Ana la Profetisa, quienes encontraron al niño Jesús en su presentación en el Templo, también son fundamentales para la celebración de la Candelaria. La profecía de Simeón, conocida como el Nunc Dimittis (Lucas 2:29-32), a menudo se recita o canta durante los servicios de la Candelaria. Esta declaración profética subraya la importancia global de la llegada de Jesús, señalando una salvación no limitada a los judíos, sino extendida a toda la humanidad.
El papel de Ana, aunque menos enfatizado, es igualmente significativo. Como profetisa que pasó su viudez en el Templo, su reconocimiento de Jesús y su proclamación de Él a aquellos que esperaban la redención de Jerusalén añade una dimensión comunitaria y anticipativa al evento. Su presencia en el evento enfatiza el cumplimiento de promesas largamente esperadas y la continuación de la obra redentora de Dios a lo largo de la historia.
En la práctica cristiana contemporánea, la Candelaria ofrece un momento para que los creyentes consideren su propio viaje con Cristo, la Luz del Mundo. Es un tiempo para reflexionar sobre la purificación personal y la renovación en sus vidas espirituales. Las velas físicas bendecidas y llevadas a casa simbolizan llevar la luz de Cristo a sus vidas cotidianas, un recordatorio de vivir el evangelio de manera práctica.
Además, la Candelaria es un llamado a reconocer la presencia de Cristo en lo mundano y lo sagrado, en el templo y en el hogar, invitando a los creyentes a una espiritualidad holística que no compartimenta lo sagrado de lo secular, sino que ve cada aspecto de la vida a través del lente de la fe.
En conclusión, la Candelaria es una fiesta multifacética con un rico simbolismo y profundos rituales. Encapsula temas de luz, purificación, obediencia y revelación, cada uno apuntando a la figura central del cristianismo, Jesucristo. A través de su observancia, los creyentes son invitados a renovar su fe, reflexionar sobre el don de la salvación y llevar la luz de Cristo al mundo.