El término "Cordero de Dios" es uno de los títulos más profundos y ricamente simbólicos dados a Jesucristo en la teología cristiana. Encapsula la esencia de Su misión y la profundidad de Su sacrificio por la humanidad. Este título no es meramente una referencia casual, sino un símbolo bíblico profundamente arraigado que conecta el sistema sacrificial del Antiguo Testamento con la revelación del Nuevo Testamento sobre la redención a través de Jesucristo.
La imagen de un cordero como símbolo de sacrificio es omnipresente en todo el Antiguo Testamento. En la tradición judía, los corderos se usaban a menudo como ofrendas para expiar los pecados. El caso más notable es el cordero de la Pascua, descrito en Éxodo 12. Durante la Pascua, cada familia israelita debía sacrificar un cordero y untar su sangre en los postes de sus puertas para que el ángel de la muerte pasara por alto sus hogares, perdonando a sus primogénitos. Este evento fue un acto crítico de liberación en la historia judía y se conmemora anualmente durante la fiesta de la Pascua.
Este cordero de la Pascua era una prefiguración, un símbolo profético del sacrificio supremo que haría Jesucristo. Como el Cordero de Dios, el sacrificio de Jesús liberaría no solo a los primogénitos, o a una sola nación, sino a toda la humanidad de la esclavitud del pecado y la muerte.
El título directo "Cordero de Dios" se introduce en el Nuevo Testamento por Juan el Bautista. En Juan 1:29, cuando Jesús se acerca, Juan declara: "¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" Esta proclamación no solo identifica a Jesús como el cordero sacrificial, sino que también destaca el alcance universal de Su misión: eliminar el pecado de todo el mundo, no solo los pecados de Israel.
La identificación de Jesús como el Cordero de Dios por parte de Juan conecta con los escritos proféticos de Isaías, particularmente Isaías 53. Este pasaje describe una figura conocida como el Siervo Sufriente, que lleva los pecados de muchos y es llevado como un cordero al matadero. Este siervo sufre en silencio y sin resistencia, al igual que un cordero durante su esquila o sacrificio. Al alinear a Jesús con esta profecía, Juan el Bautista proporciona una explicación teológica para el sufrimiento y la muerte venideros de Jesús: es un sacrificio por el pecado, preordenado por Dios.
En el contexto más amplio de la teología cristiana, Jesús como el Cordero de Dios es central para la doctrina de la expiación. Según esta doctrina, la humanidad está alejada de Dios debido al pecado. La ley requiere que el pecado sea expiado a través del sacrificio. En el Antiguo Testamento, esto se lograba temporalmente a través del sistema sacrificial. Sin embargo, estos sacrificios eran imperfectos y debían repetirse continuamente.
Jesús, como el Cordero de Dios, ofrece un sacrificio perfecto y de una vez por todas que cumple permanentemente con los requisitos de la ley. Esto se ilustra vívidamente en el Libro de Hebreos, particularmente en Hebreos 9 y 10, donde se contrastan las limitaciones del antiguo sistema sacrificial con el sacrificio perfecto de Cristo. Hebreos 9:26 dice: "Pero ahora él ha aparecido una vez para siempre en la culminación de los siglos para eliminar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo".
La imagen de Jesús como el Cordero también se representa poderosamente en el Libro del Apocalipsis. Aquí, el Cordero es una figura victoriosa, abriendo los sellos del juicio divino y triunfando sobre el mal. Apocalipsis 5:6 describe al Cordero como si hubiera sido sacrificado, de pie en el centro del trono. Esta representación combina los temas de sacrificio y victoria, mostrando que a través de Su muerte, Jesús conquistó el pecado y la muerte.
El Apocalipsis también presenta al Cordero como el objeto de adoración, un tema que culmina en el coro celestial cantando: "¡Digno es el Cordero, que fue sacrificado, de recibir poder y riqueza y sabiduría y fortaleza y honor y gloria y alabanza!" (Apocalipsis 5:12). Esta adoración subraya el papel fundamental del Cordero en el plan redentor de Dios y la importancia eterna de Su sacrificio.
Entender a Jesús como el Cordero de Dios tiene profundas implicaciones para la vida y la teología cristiana. Enfatiza la seriedad del pecado, el costo de la redención y la profundidad del amor de Dios por la humanidad. También modela el camino de la humildad y el sufrimiento en la búsqueda de la redención y la justicia, un camino que los creyentes están llamados a seguir.
En la adoración y la liturgia, referirse a Jesús como el Cordero de Dios sirve como un recordatorio constante de Su sacrificio. Este título es especialmente prominente en la Eucaristía o Comunión, donde los creyentes participan del pan y el vino en recuerdo del cuerpo y la sangre de Jesús, sacrificados por nosotros. Este sacramento es una recreación continua de la Última Cena y una participación en la ofrenda eterna del Cordero de sí mismo.
En conclusión, el título "Cordero de Dios" está profundamente arraigado en la doctrina y la adoración cristianas, sirviendo como un puente entre el sistema sacrificial del Antiguo Testamento y el mensaje de redención del Nuevo Testamento. Encapsula la esencia de la misión de Jesús, la profundidad de Su sacrificio y la amplitud de Su victoria sobre el pecado y la muerte. A medida que los creyentes reflexionan sobre este título profundo, son llevados a una apreciación más profunda del evangelio y a una búsqueda más comprometida de una vida que refleje el camino sacrificial y humilde del Cordero de Dios.