En el rico tapiz de la teología cristiana, el símbolo del cordero ocupa un lugar de profundo significado, intrincadamente entretejido en la narrativa de las Escrituras desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento. El cordero, como símbolo, se asocia predominantemente con temas de sacrificio, redención y pureza. En el contexto cristiano, se refiere más poderosamente a Jesucristo, cuya muerte sacrificial y resurrección son fundamentales para la fe cristiana. Este ensayo explora pasajes bíblicos clave que se refieren a Cristo como el Cordero, aclarando la profundidad teológica y el significado espiritual de este símbolo. La imaginería del cordero comienza en el Antiguo Testamento, donde el concepto de sacrificio está profundamente arraigado en las prácticas religiosas de los israelitas. Uno de los primeros y más conmovedores presagios de Cristo como Cordero se encuentra en la historia de Abraham e Isaac en Génesis 22. Dios prueba la fe de Abraham pidiéndole que sacrifique a su hijo Isaac. Cuando Abraham obedece, Dios proporciona un carnero para ser sacrificado en lugar de Isaac. Si bien en esta sustitución se utiliza un carnero, no un cordero, aquí se presagia claramente el concepto de un cordero sacrificial que quita la carga o la pena que otra persona merece. La declaración de Abraham en Génesis 22:8 es profética: “Dios mismo proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”. Esta narrativa prepara el escenario para comprender el papel sacrificial que desempeñaría Cristo, el Cordero de Dios. Pasando al libro del Éxodo, el cordero pascual es otro símbolo fundamental del Antiguo Testamento que prefigura a Cristo. En Éxodo 12, los israelitas reciben instrucciones de sacrificar un cordero y marcar los postes de sus puertas con su sangre, una señal para que el ángel de la muerte pase por sus hogares durante la plaga final en Egipto. El cordero tenía que ser “sin defecto”, requisito que subraya la pureza y perfección requeridas para tal sacrificio (Éxodo 12:5). Este evento no es sólo un momento crucial en la historia judía, sino también un indicador profético de Jesús, quien más tarde es descrito como el Cordero perfecto y sin pecado cuya sangre sería derramada para la salvación de la humanidad. La conexión más explícita entre las imágenes del cordero y Cristo la hace Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. En el Evangelio de Juan, cuando Juan el Bautista ve acercarse a Jesús, declara: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29). Esta proclamación identifica a Jesús como el cordero sacrificial presagiado a lo largo del Antiguo Testamento. El título "Cordero de Dios" resume la misión de Jesús: eliminar el pecado de la humanidad a través de su propio sacrificio, un acto supremo de amor y misericordia redentores. El Libro del Apocalipsis, rico en imágenes simbólicas, profundiza en el tema de Jesús como Cordero. Apocalipsis 5:6-12 describe a Jesús como un cordero de pie “como si hubiera sido inmolado”. Esta imagen es poderosa y paradójica, y representa tanto la vulnerabilidad de un cordero como la naturaleza victoriosa de la resurrección de Cristo. El Cordero inmolado es digno de abrir el rollo y sus siete sellos, que simbolizan la autoridad de Cristo y la victoria sobre la muerte y el pecado. El coro celestial canta: “¡Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir poder, riqueza, sabiduría, poder, honor, gloria y bendición!” (Apocalipsis 5:12). Aquí, el Cordero no es sólo un símbolo de sacrificio sino también de triunfo y soberanía. Teológicamente, el símbolo del cordero en lo que respecta a Cristo sirve a múltiples facetas de la doctrina cristiana. Subraya la inocencia y pureza de Jesús, sin pecado y sin mancha, calificándolo como la ofrenda de sacrificio perfecta. También resalta el tema de la expiación sustitutiva: Cristo, como Cordero, toma sobre sí los pecados del mundo y muere en lugar de los pecadores, de manera muy similar a como el cordero pascual murió en lugar de los primogénitos de Israel. Además, las imágenes recurrentes del cordero en la profecía bíblica y su cumplimiento en el Nuevo Testamento tejen un hilo narrativo continuo que subraya la confiabilidad y la inspiración divina de las Escrituras. En conclusión, el símbolo del cordero es central para entender la obra y persona de Jesucristo. Desde las insinuaciones proféticas del Antiguo Testamento hasta su cumplimiento en el Nuevo Testamento, el cordero es un emblema conmovedor del sacrificio y la victoria de Cristo. Para los creyentes, estos pasajes de las Escrituras no sólo proporcionan un fundamento para la fe, sino que también invitan a una reflexión profunda sobre la naturaleza del sacrificio de Cristo y sus implicaciones para la redención y la vida eterna. A medida que exploramos estas Escrituras, recordamos continuamente la profundidad del amor de Dios y el profundo misterio de la redención realizada a través de Jesús, el Cordero de Dios.