El Libro de los Hechos, a menudo referido como los Hechos de los Apóstoles, es una narrativa convincente que narra los primeros días de la iglesia cristiana y la difusión del Evangelio después de la ascensión de Jesús. Hechos 4:1-31 es un pasaje particularmente poderoso que destaca la valentía de Pedro y Juan frente a la persecución y la oposición. Este pasaje es un testimonio del poder transformador del Espíritu Santo y la fe inquebrantable de los apóstoles.
En Hechos 4, Pedro y Juan son confrontados por las autoridades religiosas después de sanar a un hombre cojo en el nombre de Jesucristo. Este evento milagroso, que tuvo lugar en la puerta del templo llamada Hermosa, atrajo a una gran multitud y le dio a Pedro la oportunidad de predicar sobre la resurrección de Jesús. Sin embargo, sus acciones y enseñanzas no fueron bien recibidas por los líderes religiosos, que estaban decididos a suprimir la difusión de esta nueva fe.
El pasaje comienza con Pedro y Juan siendo arrestados por los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y los saduceos. Los saduceos, en particular, estaban perturbados porque no creían en la resurrección, que era un tema central del mensaje de los apóstoles. Las autoridades pusieron a Pedro y Juan bajo custodia hasta el día siguiente porque ya era de noche (Hechos 4:1-3).
A pesar de ser arrestados, Pedro y Juan permanecieron firmes en su misión. Al día siguiente, fueron llevados ante el Sanedrín, el consejo gobernante judío, que incluía a los sumos sacerdotes Anás y Caifás, junto con otros líderes prominentes. El Sanedrín los interrogó sobre el poder o el nombre por el cual habían realizado la sanación (Hechos 4:5-7).
Pedro, lleno del Espíritu Santo, respondió con notable valentía. Declaró que el hombre fue sanado en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ellos habían crucificado pero a quien Dios había resucitado de entre los muertos. Pedro fue más allá al proclamar que Jesús es "la piedra que ustedes, los constructores, rechazaron, y que ha llegado a ser la piedra angular" (Hechos 4:11, citando el Salmo 118:22). También enfatizó que la salvación se encuentra en nadie más, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a la humanidad por el cual debamos ser salvos (Hechos 4:12).
La valentía de Pedro y Juan era evidente de varias maneras. En primer lugar, hablaron con confianza y autoridad, a pesar de ser hombres ordinarios sin educación formal. Los miembros del Sanedrín estaban asombrados por su valentía y reconocieron que habían estado con Jesús (Hechos 4:13). Esta conexión con Jesús era la fuente de su valentía, ya que estaban empoderados por el Espíritu Santo para hablar la verdad al poder.
En segundo lugar, Pedro y Juan no se acobardaron al proclamar la resurrección de Jesús, aunque era un tema controvertido y peligroso. Eran plenamente conscientes de que su mensaje podría llevar a una mayor persecución, pero permanecieron inquebrantables en su compromiso de compartir el Evangelio. Su valentía no estaba arraigada en la arrogancia, sino en una profunda convicción de la verdad y el poder transformador de Jesucristo.
El Sanedrín, incapaz de negar la sanación milagrosa, no sabía cómo castigar a Pedro y Juan. Deliberaron entre ellos y decidieron advertir a los apóstoles que no hablaran ni enseñaran en absoluto en el nombre de Jesús. Sin embargo, Pedro y Juan respondieron valientemente: "¿Qué es lo correcto ante los ojos de Dios: obedecerlos a ustedes o a él? ¡Juzguen ustedes mismos! En cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hechos 4:19-20).
Esta respuesta subraya su inquebrantable compromiso de obedecer a Dios en lugar de a las autoridades humanas. Estaban impulsados por sus experiencias personales con Jesús y la verdad innegable de la resurrección. Su valentía era un testimonio de su fe y su dependencia del Espíritu Santo.
Después de ser amenazados nuevamente, Pedro y Juan fueron liberados, ya que el Sanedrín no pudo encontrar una manera de castigarlos sin causar un alboroto entre la gente, que estaba alabando a Dios por la sanación milagrosa (Hechos 4:21-22). Al ser liberados, Pedro y Juan regresaron a sus compañeros creyentes y les informaron todo lo que había sucedido. La respuesta de la comunidad cristiana primitiva fue orar por una valentía aún mayor. Levantaron sus voces juntos en oración, reconociendo la soberanía de Dios y pidiendo la fuerza para seguir hablando su palabra con valentía, a pesar de las amenazas que enfrentaban (Hechos 4:23-30).
Su oración fue respondida de una manera poderosa. El lugar donde se reunían se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaron la palabra de Dios con valentía (Hechos 4:31). Esta afirmación divina reforzó su valentía y compromiso con su misión.
La valentía de Pedro y Juan en Hechos 4:1-31 sirve como un ejemplo inspirador para los creyentes de hoy. Su valentía no fue el resultado de sus propias habilidades o fuerza, sino que estaba arraigada en su relación con Jesús y la presencia empoderadora del Espíritu Santo. Demostraron que la verdadera valentía proviene de una profunda convicción de la verdad y una disposición a obedecer a Dios, independientemente de las consecuencias.
Este pasaje también destaca la importancia de la oración y la comunidad para mantener la valentía. Los primeros cristianos se apoyaban mutuamente y buscaban la guía y la fuerza de Dios a través de la oración. Su fe colectiva y dependencia del Espíritu Santo les permitió enfrentar la persecución con valentía y continuar difundiendo el Evangelio.
En resumen, Hechos 4:1-31 ilustra la valentía de Pedro y Juan a través de su proclamación confiada de la resurrección, su obediencia inquebrantable a Dios y su dependencia del Espíritu Santo. Su ejemplo desafía a los creyentes a mantenerse firmes en su fe, hablar la verdad con valentía y confiar en el poder de Dios para sostenerlos frente a la oposición.