¿Cómo se convirtió Pablo en apóstol?

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La transformación de Saulo de Tarso en Pablo el Apóstol es una de las historias más dramáticas e influyentes en la historia cristiana. Es un relato de conversión radical, llamado divino y dedicación implacable a la difusión del Evangelio de Jesucristo. Entender cómo Pablo se convirtió en apóstol requiere profundizar en su trasfondo, su encuentro con el Cristo resucitado y la misión subsiguiente que definió su vida.

Saulo, quien más tarde se conocería como Pablo, nació en Tarso, una ciudad en la provincia romana de Cilicia. Era judío de nacimiento, de la tribu de Benjamín, y ciudadano romano por privilegio. Su crianza estuvo impregnada de las tradiciones del judaísmo, y fue educado bajo Gamaliel, un fariseo respetado y maestro de la ley (Hechos 22:3). Saulo era celoso de la fe judía y se oponía ferozmente al naciente movimiento cristiano, que veía como una secta herética que amenazaba la pureza del judaísmo. Este celo lo llevó a convertirse en un perseguidor de cristianos, participando en la lapidación de Esteban, el primer mártir cristiano (Hechos 7:58-8:1), y buscando encarcelar a otros seguidores de Jesús (Hechos 8:3).

El momento crucial en la vida de Saulo ocurrió en el camino a Damasco. Con la intención de arrestar a los cristianos, Saulo viajaba a la ciudad cuando una luz brillante del cielo lo rodeó repentinamente, y cayó al suelo. Escuchó una voz que decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Saulo respondió: "¿Quién eres, Señor?" La voz respondió: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (Hechos 9:3-5). Este encuentro con el Cristo resucitado fue tanto una revelación como un llamado. Cegado por la luz, Saulo fue llevado a Damasco, donde ayunó y oró durante tres días.

Durante este tiempo, el Señor habló a un discípulo llamado Ananías, instruyéndolo a ir a Saulo. Ananías dudaba comprensiblemente, conociendo la reputación de Saulo como perseguidor. Sin embargo, el Señor lo tranquilizó, diciendo: "¡Ve! Este hombre es mi instrumento escogido para proclamar mi nombre a los gentiles y a sus reyes y al pueblo de Israel" (Hechos 9:15). Ananías obedeció, imponiendo sus manos sobre Saulo y diciendo: "Hermano Saulo, el Señor—Jesús, quien se te apareció en el camino por donde venías—me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo" (Hechos 9:17). Inmediatamente, algo como escamas cayó de los ojos de Saulo, y pudo ver de nuevo. Fue bautizado y comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios (Hechos 9:18-20).

Esta conversión dramática marcó el comienzo de la transformación de Saulo en Pablo, el apóstol de los gentiles. El término "apóstol" significa "uno que es enviado", y la misión apostólica de Pablo fue clara desde el principio. Fue llamado por el mismo Jesucristo para difundir el Evangelio más allá de los confines del judaísmo, al mundo gentil. Este llamado fue confirmado por los líderes de la iglesia primitiva en Jerusalén, quienes reconocieron la gracia dada a Pablo y le extendieron la mano derecha de compañerismo (Gálatas 2:9).

El apostolado de Pablo fue único en varios aspectos. A diferencia de los doce apóstoles originales, que fueron elegidos por Jesús durante su ministerio terrenal, Pablo fue llamado por el Cristo resucitado. A menudo defendía su apostolado, enfatizando que no era de origen humano sino por designación divina. En su carta a los Gálatas, Pablo escribió: "Pablo, apóstol—no de parte de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y Dios el Padre, que lo resucitó de los muertos" (Gálatas 1:1). Además, elaboró que después de su conversión, no consultó inmediatamente con nadie, sino que fue a Arabia antes de regresar a Damasco. Solo tres años después fue a Jerusalén para conocer a Pedro y Santiago (Gálatas 1:15-19).

La misión de Pablo lo llevó a extensos viajes por todo el Imperio Romano, donde estableció iglesias, predicó el Evangelio y escribió cartas que forman una parte significativa del Nuevo Testamento. Sus epístolas, como Romanos, Corintios, Gálatas y Efesios, proporcionan profundos conocimientos teológicos y orientación práctica para la vida cristiana. Los escritos de Pablo revelan su profunda comprensión de la gracia de Dios, la centralidad de la cruz y la unidad de los creyentes en Cristo.

Uno de los sellos distintivos del ministerio de Pablo fue su compromiso con la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios. Esto fue una desviación radical de la comprensión judía del pacto y la comunidad. Pablo argumentó que la fe en Cristo, no la adhesión a la Ley Mosaica, era la base para la justicia. En su carta a los Efesios, declaró: "Porque por gracia habéis sido salvados, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). También enfatizó la eliminación de barreras entre judíos y gentiles, afirmando: "Porque él mismo es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación" (Efesios 2:14).

El apostolado de Pablo estuvo marcado tanto por un éxito increíble como por un sufrimiento intenso. Enfrentó oposición, encarcelamiento, golpizas y naufragios, pero se mantuvo firme en su misión. En su segunda carta a los Corintios, relató sus dificultades, diciendo: "He trabajado mucho más, he estado en prisión más frecuentemente, he sido azotado más severamente y he estado expuesto a la muerte una y otra vez" (2 Corintios 11:23). A pesar de estas pruebas, Pablo expresó una confianza inquebrantable en su llamado y en la suficiencia de la gracia de Dios. Declaró famosamente: "Pero él me dijo: 'Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.' Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo" (2 Corintios 12:9).

El legado de Pablo como apóstol es profundo. Sus contribuciones teológicas, esfuerzos misioneros y cuidado pastoral han moldeado el curso del cristianismo. Sus cartas continúan inspirando, desafiando e instruyendo a los creyentes en todo el mundo. La vida de Pablo es un testimonio del poder transformador de la gracia de Dios y del impacto de la obediencia fiel al llamado de Cristo.

En resumen, Pablo se convirtió en apóstol a través de un encuentro directo y dramático con el Jesús resucitado, quien lo llamó a ser un mensajero del Evangelio a los gentiles. Su apostolado fue designado divinamente y confirmado por la iglesia primitiva. La vida y el ministerio de Pablo ejemplifican el cambio radical que resulta de encontrarse con Cristo y la dedicación inquebrantable requerida para cumplir la misión de Dios. Su historia anima a los creyentes a abrazar su propio llamado y a confiar en la suficiencia de la gracia de Dios en todas las circunstancias.

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