La transformación de Saulo en Pablo es una de las historias más dramáticas y poderosas del Nuevo Testamento, encapsulando la esencia de la conversión cristiana y el poder transformador de la gracia de Dios. Este cambio no es meramente una cuestión de nombre, sino que significa una profunda transformación en carácter, misión e identidad. La historia de la conversión de Saulo a Pablo está documentada principalmente en el Libro de los Hechos, específicamente en los capítulos 9, 22 y 26, y se elabora más a través de las propias epístolas de Pablo.
Saulo, quien más tarde fue conocido como Pablo, nació en Tarso, una ciudad en la provincia romana de Cilicia (Hechos 22:3). Era judío de nacimiento, de la tribu de Benjamín, y era ciudadano romano por derecho de nacimiento (Filipenses 3:5; Hechos 22:28). Saulo estaba bien educado, habiendo estudiado bajo Gamaliel, un respetado maestro de la ley (Hechos 22:3). Este trasfondo le dio a Saulo una combinación única de fervor religioso judío e influencia cultural romana, lo que lo convirtió en un ferviente perseguidor de la iglesia cristiana primitiva.
El celo de Saulo por el judaísmo y su intensa oposición a los seguidores de Jesús está bien documentado. Estuvo presente en la lapidación de Esteban, el primer mártir cristiano, y consintió en su muerte (Hechos 7:58-8:1). Saulo era tan vehemente en su persecución que buscó y recibió cartas del sumo sacerdote a las sinagogas en Damasco, autorizándolo a arrestar a cualquier seguidor del