El día de Pentecostés es un momento crucial en la historia cristiana, marcando el nacimiento de la Iglesia tal como la conocemos. Este evento está registrado en el Libro de los Hechos, específicamente en Hechos 2. El día de Pentecostés era un festival judío celebrado 50 días después de la Pascua, también conocido como la Fiesta de las Semanas. Fue durante este festival que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, capacitándolos para hablar en diversas lenguas y comunicar efectivamente el Evangelio a personas de diferentes naciones que se encontraban reunidas en Jerusalén.
La narrativa comienza con los apóstoles y otros seguidores de Jesús reunidos en un solo lugar. De repente, hubo un sonido como el de un viento violento que soplaba, y lo que parecían ser lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. Fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas según el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:1-4). Este evento milagroso atrajo a una gran multitud, ya que judíos de todas las naciones bajo el cielo estaban en Jerusalén para el festival (Hechos 2:5).
La multitud estaba desconcertada porque cada uno escuchaba su propio idioma siendo hablado. Estaban completamente asombrados y preguntaron: "¿No son galileos todos estos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye en nuestro idioma nativo?" (Hechos 2:7-8). La lista de naciones representadas es extensa, incluyendo partos, medos, elamitas, residentes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto y partes de Libia cerca de Cirene; visitantes de Roma (tanto judíos como convertidos al judaísmo); cretenses y árabes (Hechos 2:9-11).
Pedro, de pie con los once, levantó su voz y se dirigió a la multitud. Explicó que lo que estaban presenciando era el cumplimiento de la profecía hablada por el profeta Joel, donde Dios prometió derramar Su Espíritu sobre toda la gente (Joel 2:28-32). Pedro luego pronunció un poderoso sermón, proclamando la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Declaró: "Por tanto, sepa con certeza toda la casa de Israel que a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Mesías" (Hechos 2:36).
El mensaje traspasó los corazones de los oyentes, y preguntaron a Pedro y a los otros apóstoles: "Hermanos, ¿qué haremos?" Pedro respondió: "Arrepentíos y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados. Y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:37-38). Continuó exhortándolos, diciendo: "Salvaos de esta generación perversa" (Hechos 2:40).
La respuesta fue abrumadora. Hechos 2:41 registra: "Los que aceptaron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se añadieron como tres mil personas." Este crecimiento notable marcó el comienzo de la Iglesia cristiana, ya que estos nuevos creyentes se dedicaron a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración (Hechos 2:42).
La importancia del número tres mil no puede ser subestimada. Resalta el poder del Espíritu Santo obrando a través de los apóstoles y la efectividad del mensaje del Evangelio. El rápido crecimiento de la Iglesia primitiva demostró el poder transformador del Espíritu Santo y la naturaleza convincente del mensaje de Jesucristo.
Este evento también cumplió la promesa de Jesús a Sus discípulos de que recibirían poder cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos y que serían Sus testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra (Hechos 1:8). El día de Pentecostés fue el comienzo de esta misión, ya que el Evangelio comenzó a extenderse desde Jerusalén al resto del mundo.
La vida comunitaria de los primeros creyentes, como se describe en Hechos 2:42-47, ilustra aún más el impacto del Espíritu Santo en sus vidas. Compartían sus posesiones, se reunían en los atrios del templo, partían el pan en sus hogares y alababan a Dios con corazones sinceros. Su unidad y amor mutuo atrajeron a otros a la fe, y el Señor añadía diariamente a su número a los que iban siendo salvos (Hechos 2:47).
En resumen, el día de Pentecostés fue un evento monumental en la historia de la Iglesia. Ese día, alrededor de tres mil personas se añadieron a la Iglesia, marcando el comienzo de un movimiento que se extendería por todo el mundo. El derramamiento del Espíritu Santo capacitó a los apóstoles para proclamar el Evangelio con valentía y claridad, resultando en el rápido crecimiento de la Iglesia primitiva. La vida comunitaria de los creyentes sirvió como un poderoso testimonio del poder transformador del Espíritu Santo y del mensaje de Jesucristo.