En el Nuevo Testamento, la historia de Priscila y su papel en la enseñanza de Apolos se encuentra en el Libro de los Hechos, específicamente en Hechos 18:24-26. Este pasaje proporciona una fascinante visión de la comunidad cristiana primitiva y destaca la importancia de la enseñanza y el mentorado precisos dentro de la fe.
El pasaje dice:
"Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo fervoroso de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios." (Hechos 18:24-26, RVR1960)
Esta narrativa es significativa por varias razones. En primer lugar, introduce a Apolos, un hombre erudito y elocuente de Alejandría, una ciudad conocida por su gran biblioteca y tradición intelectual. Apolos estaba bien versado en las Escrituras y enseñaba sobre Jesús con entusiasmo y precisión, pero su conocimiento era incompleto; solo conocía el bautismo de Juan. Este detalle sugiere que, aunque Apolos tenía una base sólida, le faltaba una comprensión más completa de la fe cristiana, particularmente el bautismo del Espíritu Santo y las enseñanzas completas de Jesucristo.
Priscila y su esposo, Aquila, que eran fabricantes de tiendas de campaña de oficio y compañeros cercanos del apóstol Pablo, encontraron a Apolos en Éfeso. Reconocieron su potencial y su fervor por Dios, pero también vieron las lagunas en su comprensión. En lugar de corregirlo públicamente, lo que podría haber causado vergüenza o conflicto, eligieron un enfoque más privado y respetuoso. Lo "tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios".
Este acto de tomar a Apolos aparte es un hermoso ejemplo de discipulado y mentorado dentro de la Iglesia primitiva. Demuestra algunos principios clave:
La Importancia de la Enseñanza Precisa: Priscila y Aquila entendieron que la enseñanza precisa era crucial para el crecimiento y la salud de la comunidad cristiana primitiva. Se tomaron el tiempo para asegurarse de que Apolos tuviera una comprensión completa y correcta del Evangelio.
Humildad en el Aprendizaje y la Enseñanza: Apolos, a pesar de su elocuencia y conocimiento, fue lo suficientemente humilde como para aceptar la instrucción de Priscila y Aquila. Esta humildad es esencial para cualquiera que busque crecer en su fe.
El Papel de las Mujeres en el Ministerio: La participación de Priscila en la enseñanza de Apolos es particularmente notable. Destaca el papel activo que las mujeres desempeñaron en la Iglesia primitiva. Priscila se menciona primero, incluso antes que su esposo Aquila, lo que puede indicar su prominencia en este momento de enseñanza. Esto desafía algunas visiones tradicionales sobre el papel de las mujeres en el ministerio y muestra que las mujeres fueron contribuyentes vitales a la expansión del Evangelio.
El impacto de este encuentro se ve en el ministerio subsiguiente de Apolos. Después de su tiempo con Priscila y Aquila, se convirtió en un poderoso defensor de la fe cristiana, particularmente en Acaya (la actual Grecia). Hechos 18:27-28 registra:
"Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo."
Este pasaje ilustra el efecto dominó del mentorado de Priscila y Aquila. Al invertir en Apolos, le permitieron convertirse en un ministro del Evangelio aún más efectivo, beneficiando a la comunidad cristiana en general.
Además del Libro de los Hechos, Apolos se menciona en la primera carta de Pablo a los Corintios. Pablo aborda las divisiones dentro de la iglesia de Corinto, donde algunos creyentes se estaban alineando con diferentes líderes, incluidos Apolos, Pablo y Pedro. Pablo escribe:
"Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento." (1 Corintios 3:6-7, RVR1960)
Este pasaje subraya la naturaleza colaborativa del ministerio y la soberanía última de Dios en el crecimiento de la Iglesia. También destaca el impacto duradero del ministerio de Apolos, que sin duda fue moldeado por la instrucción que recibió de Priscila y Aquila.
La historia de Priscila enseñando a Apolos es un poderoso recordatorio de la importancia del mentorado, la enseñanza precisa y la humildad en la fe cristiana. También sirve como un estímulo para todos los creyentes, independientemente del género, a participar activamente en el ministerio y a apoyarse mutuamente en el crecimiento en el conocimiento y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
En el contexto más amplio de la literatura cristiana, el papel de Priscila y Aquila a menudo se destaca como un modelo ejemplar de ministerio laico. Por ejemplo, en su libro Las Cartas Perdidas de Pérgamo, Bruce W. Longenecker presenta un relato ficticio de la comunidad cristiana primitiva, basándose en fuentes históricas y bíblicas. A través de esta narrativa, los lectores obtienen una apreciación más profunda de las contribuciones de individuos como Priscila y Aquila en la crianza y expansión de la Iglesia primitiva.
Además, la historia de Apolos sirve como un recordatorio de que incluso aquellos que son conocedores y elocuentes pueden beneficiarse de una mayor instrucción y corrección. Esta apertura al aprendizaje y al crecimiento es esencial para todos los cristianos, ya que fomenta un espíritu de humildad y un deseo de comprensión más profunda.
En conclusión, el relato de Priscila enseñando a Apolos en Hechos 18:24-26 es un pasaje rico e instructivo que destaca la importancia de la enseñanza precisa, el papel de las mujeres en el ministerio y el valor del mentorado dentro de la comunidad cristiana. Anima a los creyentes a apoyarse mutuamente en sus viajes espirituales y a permanecer abiertos al aprendizaje y al crecimiento, reconociendo que es Dios quien finalmente trae el fruto de nuestros esfuerzos.