La visión de Pedro en Hechos 10 tiene un profundo significado, no solo dentro del contexto de la iglesia cristiana primitiva, sino también para la comprensión teológica más amplia del plan inclusivo de Dios para la humanidad. Esta visión, donde Pedro ve una sábana llena de varios animales que descienden del cielo, acompañada de un mandato divino de "matar y comer", desafía y transforma las leyes dietéticas judías profundamente arraigadas y las barreras culturales. Marca un momento crucial en la expansión del Evangelio al mundo gentil, simbolizando la ruptura de barreras y el alcance universal de la salvación de Dios.
En Hechos 10, encontramos a Pedro en Joppe, orando en la azotea alrededor del mediodía. Mientras ora, siente hambre y cae en un trance. En este estado, ve los cielos abiertos y algo como una gran sábana que desciende a la tierra por sus cuatro puntas. La sábana contiene todo tipo de cuadrúpedos, reptiles y aves. Una voz le dice: "Levántate, Pedro. Mata y come" (Hechos 10:13, NVI). Pedro, un judío devoto, se horroriza y responde: "¡De ninguna manera, Señor! Nunca he comido nada impuro o inmundo" (Hechos 10:14, NVI). La voz habla de nuevo: "No llames impuro a nada que Dios ha purificado" (Hechos 10:15, NVI). Esto sucede tres veces antes de que la sábana sea llevada de nuevo al cielo.
Para entender el pleno significado de esta visión, debemos considerar el contexto de las leyes dietéticas judías. Según la Torá, ciertos animales eran considerados impuros y no debían ser comidos (ver Levítico 11 y Deuteronomio 14). Estas restricciones dietéticas eran parte del pacto entre Dios e Israel, sirviendo para apartar al pueblo judío como santo y distinto de otras naciones. Por lo tanto, la reacción inicial de Pedro es de shock y resistencia, ya que el mandato parece contradecir las mismas leyes que definían la identidad y la práctica religiosa judía.
Sin embargo, la visión no se trata meramente de regulaciones dietéticas. Es una revelación divina que aborda un problema mucho más profundo: la inclusión de los gentiles en el plan redentor de Dios. Poco después de la visión, Pedro es llamado a la casa de Cornelio, un centurión romano y un gentil que es descrito como temeroso de Dios, alguien que adora al Dios de Israel pero que no se ha convertido completamente al judaísmo. Cornelio también ha tenido una visión en la que un ángel le instruye a enviar por Pedro.
Cuando Pedro llega a la casa de Cornelio, comienza a entender las implicaciones más amplias de su visión. Dice: "Ustedes saben muy bien que va contra nuestra ley que un judío se junte con un gentil o lo visite. Pero Dios me ha mostrado que no debo llamar impuro o inmundo a nadie" (Hechos 10:28, NVI). Esta declaración marca un cambio radical en la comprensión de Pedro sobre la misión de Dios. La visión no se trataba solo de comida; se trataba de personas. Reveló que las barreras que separaban a judíos y gentiles estaban siendo desmanteladas por la voluntad soberana de Dios.
Pedro luego comparte el Evangelio con Cornelio y su casa, proclamando a Jesús como Señor de todos, quien "anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (Hechos 10:38, ESV). Mientras Pedro habla, el Espíritu Santo cae sobre todos los que escuchan el mensaje, y los creyentes gentiles comienzan a hablar en lenguas y a alabar a Dios. Esta efusión del Espíritu Santo sobre los gentiles es una señal clara de que Dios no muestra favoritismo, sino que acepta a aquellos de todas las naciones que le temen y hacen lo correcto (Hechos 10:34-35, NVI).
La importancia de la visión de Pedro y los eventos subsiguientes no puede ser subestimada. En primer lugar, significa el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento que preveían un tiempo en que la salvación de Dios alcanzaría a todas las naciones. Por ejemplo, Isaías 49:6 declara: "También te haré luz para los gentiles, para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra" (NVI). La visión de Pedro es un paso concreto hacia este cumplimiento profético, ya que abre la puerta para que el Evangelio sea predicado a los gentiles sin el requisito previo de adherirse a las costumbres judías.
En segundo lugar, la visión subraya el tema de la iniciativa divina en el Libro de los Hechos. Es Dios quien orquesta estos eventos, dejando claro que la inclusión de los gentiles no es una decisión humana, sino un mandato divino. La repetición de la visión tres veces enfatiza su importancia y asegura que Pedro comprenda plenamente su significado. Además, las visiones simultáneas dadas a Cornelio y a Pedro destacan el papel activo de Dios en guiar a su iglesia hacia una comprensión más inclusiva de su misión.
En tercer lugar, la visión de Pedro desafía y transforma la comprensión de la pureza y la santidad de la iglesia primitiva. La declaración, "No llames impuro a nada que Dios ha purificado" (Hechos 10:15, NVI) redefine lo que significa ser limpio o impuro a los ojos de Dios. Este cambio de la pureza ritual a un enfoque en el corazón y la fe se alinea con las propias enseñanzas de Jesús. En Marcos 7:18-19, Jesús declara que todos los alimentos son limpios, enfatizando que no es lo que entra en una persona lo que la contamina, sino lo que sale de su corazón. La visión de Pedro refuerza esta enseñanza y la aplica al contexto más amplio de las relaciones humanas y la comunidad.
Los eventos de Hechos 10 también tienen implicaciones prácticas para la iglesia primitiva. La inclusión de los gentiles lleva a un concilio significativo en Jerusalén, donde los apóstoles y ancianos se reúnen para discutir si los conversos gentiles deben adherirse a las leyes judías, particularmente la circuncisión (Hechos 15). El concilio finalmente decide que los gentiles no deben ser cargados con el yugo completo de la Ley, reconociendo que la salvación es por la gracia del Señor Jesucristo (Hechos 15:11, NVI). Esta decisión, influenciada por la experiencia de Pedro, establece un precedente para la misión de la iglesia y su comprensión de la unidad en la diversidad.
Además, la visión de Pedro tiene un significado teológico duradero para la iglesia hoy. Sirve como un recordatorio de que el Evangelio trasciende las barreras culturales, étnicas y sociales. La visión llama a los cristianos a abrazar una visión más inclusiva y expansiva del reino de Dios, reconociendo que el amor y la gracia de Dios están disponibles para todas las personas, independientemente de su origen. Desafía a la iglesia a confrontar y desmantelar cualquier barrera que impida la plena inclusión de individuos y comunidades diversas.
En el pensamiento cristiano contemporáneo, la visión de Pedro continúa inspirando discusiones sobre inclusividad, justicia social y la universalidad del Evangelio. Anima a los creyentes a examinar sus propios prejuicios y a buscar una comprensión más profunda de lo que significa vivir la hospitalidad y el amor radical que Jesús ejemplificó. La visión invita a la iglesia a ser una comunidad donde todos sean bienvenidos y valorados, reflejando el corazón de Dios que desea que nadie perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento (2 Pedro 3:9, NVI).
En conclusión, la visión de Pedro en Hechos 10 es un momento transformador en la historia de la iglesia primitiva. Significa la ruptura de barreras entre judíos y gentiles, el cumplimiento del plan inclusivo de salvación de Dios y la redefinición de la pureza y la santidad. Subraya la iniciativa divina en la misión de la iglesia y tiene implicaciones duraderas para cómo la iglesia entiende y practica la inclusividad. Al reflexionar sobre esta visión, los cristianos de hoy están llamados a abrazar su mensaje de inclusión radical y a trabajar hacia un mundo más justo e inclusivo, encarnando el amor y la gracia de Dios para todas las personas.