El cuarto capítulo de 1 Juan es un pasaje profundo y profundamente teológico que encapsula la esencia de la creencia y práctica cristiana, centrándose principalmente en el tema del amor. El apóstol Juan, conocido por su relación íntima con Jesús y su profundo conocimiento de la naturaleza de Dios, presenta un discurso convincente sobre el amor, la prueba de los espíritus y la manifestación del amor de Dios a través de Jesucristo. Este capítulo no es solo un tratado teológico, sino también una guía práctica para la vida cristiana.
El amor de Dios y nuestro amor mutuo
En el corazón de 1 Juan 4 está la afirmación de que "Dios es amor" (1 Juan 4:8, 16). Esta es quizás una de las declaraciones más profundas sobre la naturaleza de Dios que se encuentran en el Nuevo Testamento. Juan enfatiza que el amor no es meramente uno de los atributos de Dios, sino que es central a su propio ser. Esta comprensión de Dios como amor es fundamental para la fe cristiana y moldea cómo los creyentes deben vivir e interactuar entre sí.
Juan comienza instando a los creyentes a amarse unos a otros, fundamentando este mandato en la naturaleza de Dios. Escribe: "Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios" (1 Juan 4:7, ESV). Este amor no es una emoción superficial, sino un compromiso profundo y constante con el bienestar de los demás, reflejando el amor que Dios tiene por nosotros.
El apóstol deja claro que este amor es una marca distintiva de un verdadero creyente. Si alguien afirma conocer a Dios pero no ama, Juan argumenta que no conoce verdaderamente a Dios, porque "Dios es amor" (1 Juan 4:8). La implicación es que una relación genuina con Dios se manifestará en amor por los demás. Este amor es tanto una prueba como un testimonio de la fe de uno.
Probar los espíritus
Antes de profundizar en la naturaleza del amor, Juan comienza el capítulo abordando la necesidad de "probar los espíritus" (1 Juan 4:1). Advierte a los creyentes que no crean a todo espíritu, sino que los prueben para ver si son de Dios. Esto es crucial porque muchos falsos profetas han salido al mundo. Juan proporciona un criterio para esta prueba: todo espíritu que reconoce que Jesucristo ha venido en carne es de Dios, mientras que todo espíritu que no reconoce a Jesús no es de Dios (1 Juan 4:2-3).
Esta advertencia es significativa en el contexto del cristianismo primitivo, donde surgían diversas herejías y falsas enseñanzas. Algunas de estas enseñanzas negaban la encarnación de Cristo, una verdad fundamental de la fe cristiana. Al enfatizar la necesidad de probar los espíritus, Juan proporciona una manera para que los creyentes disciernan la verdad del error. Este discernimiento es vital para mantener la pureza del mensaje del evangelio y proteger a la comunidad de fe del engaño.
La manifestación del amor de Dios
El discurso de Juan sobre el amor alcanza su punto culminante cuando habla sobre la manifestación del amor de Dios a través de Jesucristo. Escribe: "En esto se manifestó el amor de Dios entre nosotros, que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él" (1 Juan 4:9, ESV). Este versículo captura la esencia del evangelio: el amor de Dios no es abstracto ni distante, sino que se hace tangible y accesible a través de la persona y obra de Jesucristo.
El envío de Jesús al mundo es la demostración suprema del amor de Dios. Es a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús que llegamos a comprender la profundidad y amplitud del amor divino. Juan continúa afirmando: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 4:10, ESV). Aquí, Juan subraya que el amor de Dios es proactivo y sacrificial. Es Dios quien inicia la relación enviando a su Hijo para expiar nuestros pecados, destacando la naturaleza abnegada del amor divino.
El amor perfecto y el miedo
Uno de los pasajes más citados de 1 Juan 4 es la declaración de que "el amor perfecto echa fuera el miedo" (1 Juan 4:18, ESV). Esta afirmación es profunda en sus implicaciones para la vida del creyente. Juan explica que el miedo tiene que ver con el castigo, y quien teme no ha sido perfeccionado en el amor. El amor perfecto que echa fuera el miedo es el amor que los creyentes experimentan a través de su relación con Dios. Es un amor que les asegura su posición ante Dios, libres del miedo al juicio.
Esta seguridad está arraigada en la confianza que proviene de conocer el amor de Dios y el poder transformador que posee. Cuando los creyentes comprenden plenamente la profundidad del amor de Dios, ya no viven con miedo al castigo porque entienden que Cristo ha llevado la pena por sus pecados. Este amor perfecto empodera a los creyentes para vivir con valentía y confianza en su fe, sabiendo que están seguros en el amor de Dios.
El amor como mandamiento
Juan reitera el mandamiento de amarse unos a otros como respuesta al amor de Dios. Escribe: "Nosotros amamos porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19, ESV). Este amor no es opcional para el creyente, sino un mandato directo de Dios. Juan deja claro que uno no puede afirmar amar a Dios mientras odia a un hermano o hermana. Afirma: "Quien afirma amar a Dios pero odia a un hermano o hermana es un mentiroso. Porque quien no ama a su hermano y hermana, a quienes ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto" (1 Juan 4:20, NIV).
Este lenguaje fuerte subraya la inseparabilidad del amor por Dios y el amor por los demás. Los dos están inextricablemente vinculados, y uno no puede existir sin el otro. El amor por los demás es la expresión visible del amor por Dios, y es a través de amar a los demás que los creyentes demuestran la realidad de su fe.
Conclusión
El mensaje principal de 1 Juan 4 es un llamado al amor, arraigado en la naturaleza de Dios y ejemplificado en la vida y obra de Jesucristo. Juan presenta una visión del amor que es tanto teológica como práctica, desafiando a los creyentes a probar los espíritus, reconocer la manifestación del amor de Dios y vivir este amor en sus relaciones con los demás. Este capítulo invita a los creyentes a experimentar el poder transformador del amor de Dios, que echa fuera el miedo y los impulsa a amar a los demás como han sido amados por Dios.
En un mundo a menudo marcado por la división y la animosidad, el mensaje de 1 Juan 4 sigue siendo tan relevante hoy como lo fue en el primer siglo. Llama a los cristianos a encarnar el amor de Dios en su vida diaria, sirviendo como testimonio de la verdad del evangelio y la realidad de un Dios que es amor. A medida que los creyentes abrazan este llamado, participan de la naturaleza divina y reflejan el corazón de Dios a un mundo que observa.