El capítulo 2 de Hebreos es un pasaje profundo y teológicamente rico que profundiza en la supremacía y humanidad de Jesucristo, la importancia de prestar atención al mensaje del Evangelio y el propósito del sufrimiento y muerte de Jesús. Para comprender plenamente el significado de este capítulo, es esencial explorar sus diversas secciones y entender su contexto dentro de la narrativa más amplia de la Epístola a los Hebreos.
El capítulo comienza con una exhortación solemne:
"Por tanto, es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos. Porque si el mensaje anunciado por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?" (Hebreos 2:1-3a, NVI)
El autor de Hebreos insta a los lectores a prestar mucha atención al mensaje que han recibido. Este mensaje, el Evangelio, no debe tomarse a la ligera. La referencia al mensaje "anunciado por los ángeles" alude a la ley del Antiguo Testamento, que fue dada a través de la mediación angélica (Hechos 7:53; Gálatas 3:19). Si la ley, que fue entregada por los ángeles, exigía una estricta adherencia y conllevaba severas consecuencias por la desobediencia, ¿cuánto más debe ser atendido el Evangelio, entregado por el Hijo de Dios mismo?
Esta advertencia subraya la gravedad de descuidar la salvación ofrecida a través de Jesucristo. La "gran salvación" se refiere a la obra redentora de Cristo, que es superior al antiguo pacto. El autor enfatiza que esta salvación fue anunciada primero por el Señor y confirmada por aquellos que lo oyeron (Hebreos 2:3b). Además, Dios mismo testificó su verdad a través de señales, prodigios, diversos milagros y dones del Espíritu Santo (Hebreos 2:4).
La siguiente sección del capítulo cambia el enfoque a la supremacía de Jesús sobre los ángeles y su identificación con la humanidad. El autor cita el Salmo 8:4-6:
"¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que lo cuides? Lo hiciste un poco menor que los ángeles; lo coronaste de gloria y honor y pusiste todo bajo sus pies." (Hebreos 2:6-8a, NVI)
Este pasaje destaca la dignidad y el honor otorgados a la humanidad. Sin embargo, el autor reconoce que, en el presente, "no vemos todo sujeto a ellos" (Hebreos 2:8b). Esto apunta a la realidad de la fragilidad humana y el estado caído del mundo.
Sin embargo, el autor dirige inmediatamente nuestra atención a Jesús:
"Pero vemos a Jesús, que fue hecho un poco menor que los ángeles por un tiempo, ahora coronado de gloria y honor porque sufrió la muerte, para que por la gracia de Dios gustara la muerte por todos." (Hebreos 2:9, NVI)
Jesús, aunque divino, tomó forma humana y experimentó las limitaciones y sufrimientos de la humanidad. Su encarnación fue un estado temporal de ser "menor que los ángeles", pero a través de su sufrimiento y muerte, fue exaltado y coronado de gloria y honor. Este acto de gustar la muerte "por todos" enfatiza el alcance universal de su sacrificio expiatorio.
El capítulo continúa elaborando sobre el propósito y la importancia del sufrimiento de Jesús:
"En llevar a muchos hijos e hijas a la gloria, era apropiado que Dios, para quien y por quien todo existe, hiciera perfecto al pionero de su salvación a través de lo que sufrió." (Hebreos 2:10, NVI)
Jesús es descrito como el "pionero" o "autor" de la salvación, lo que indica que es el líder que abre el camino para que otros lo sigan. Su perfección a través del sufrimiento no implica que fuera moralmente imperfecto antes, sino que su experiencia del sufrimiento y la muerte humanos completó sus calificaciones para ser el Salvador y Sumo Sacerdote perfecto.
El autor enfatiza la solidaridad entre Jesús y aquellos a quienes salva:
"Tanto el que hace santos a las personas como los que son hechos santos son de la misma familia. Así que Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos y hermanas." (Hebreos 2:11, NVI)
Al compartir nuestra humanidad, Jesús se identifica con nosotros y nos llama su familia. Las citas del Salmo 22:22 e Isaías 8:17-18 refuerzan aún más esta solidaridad, mostrando que Jesús es uno con aquellos que confían en Dios.
Los siguientes versículos destacan la victoria lograda a través de la muerte de Jesús:
"Puesto que los hijos tienen carne y sangre, él también compartió su humanidad para que con su muerte pudiera romper el poder de aquel que tiene el poder de la muerte, es decir, el diablo, y liberar a aquellos que toda su vida fueron esclavizados por su miedo a la muerte." (Hebreos 2:14-15, NVI)
La encarnación y muerte sacrificial de Jesús fueron necesarias para derrotar al diablo, quien ejerce el poder de la muerte. Al conquistar la muerte a través de su resurrección, Jesús libera a la humanidad de la esclavitud del miedo a la muerte. Esta victoria no es para los ángeles, sino para los descendientes de Abraham, es decir, todos los que tienen fe en Dios (Hebreos 2:16).
El capítulo concluye presentando a Jesús como el Sumo Sacerdote misericordioso y fiel:
"Por esta razón, él tuvo que ser hecho como ellos, completamente humano en todos los sentidos, para que pudiera convertirse en un sumo sacerdote misericordioso y fiel al servicio de Dios, y que pudiera hacer expiación por los pecados del pueblo. Porque él mismo sufrió cuando fue tentado, puede ayudar a aquellos que están siendo tentados." (Hebreos 2:17-18, NVI)
La plena identificación de Jesús con la humanidad, incluida la experiencia de la tentación y el sufrimiento, lo califica para ser el Sumo Sacerdote perfecto. Su papel como Sumo Sacerdote implica hacer expiación por los pecados, lo cual logró a través de su muerte sacrificial. Además, su experiencia de sufrimiento y tentación le permite empatizar y ayudar a aquellos que enfrentan pruebas similares.
El capítulo 2 de Hebreos ofrece varias ideas teológicas clave:
La supremacía de Cristo: Jesús es superior a los ángeles y tiene una posición única como el Hijo de Dios. Su exaltación después de su sufrimiento y muerte subraya su autoridad y gloria divinas.
La humanidad de Cristo: La encarnación de Jesús es central para su obra redentora. Al hacerse completamente humano, se identifica con nosotros, experimenta nuestras luchas y finalmente conquista la muerte en nuestro nombre.
La necesidad del sufrimiento de Cristo: El sufrimiento y la muerte de Jesús fueron esenciales para su papel como pionero de la salvación y Sumo Sacerdote. Sus sufrimientos lo perfeccionaron en el sentido de que completaron sus calificaciones para ser nuestro Salvador.
La victoria sobre la muerte y el diablo: La muerte y resurrección de Jesús rompieron el poder del diablo y liberaron a la humanidad del miedo a la muerte. Esta victoria asegura a los creyentes su triunfo final sobre la muerte.
Jesús como Sumo Sacerdote: El papel de Jesús como Sumo Sacerdote implica hacer expiación por los pecados y proporcionar ayuda a aquellos que son tentados. Su empatía y fidelidad lo convierten en el mediador perfecto entre Dios y la humanidad.
Las verdades presentadas en el capítulo 2 de Hebreos tienen varias aplicaciones prácticas para los creyentes:
Prestar atención al mensaje del Evangelio: La advertencia contra descuidar la salvación llama a los creyentes a prestar diligente atención al Evangelio y no desviarse. Esto implica un compromiso regular con las Escrituras, la oración y la comunión con otros creyentes.
Confiar en la victoria de Jesús: Comprender la victoria de Jesús sobre la muerte y el diablo proporciona seguridad y esperanza. Los creyentes pueden vivir sin miedo a la muerte, confiados en la vida eterna prometida a través de Cristo.
Buscar la ayuda de Jesús en la tentación: Saber que Jesús empatiza con nuestras luchas anima a los creyentes a acudir a Él en busca de ayuda en tiempos de tentación y sufrimiento. Su experiencia y victoria proporcionan la fuerza necesaria para superar.
Abrazar nuestra identidad en Cristo: Ser llamados hermanos y hermanas por Jesús destaca la relación íntima que los creyentes tienen con Él. Esta identidad debe moldear cómo los creyentes viven, aman y sirven unos a otros.
El capítulo 2 de Hebreos es un poderoso recordatorio de la grandeza de nuestra salvación, la supremacía y humanidad de Jesús, y la victoria que logró a través de su sufrimiento y muerte. Llama a los creyentes a una apreciación más profunda del Evangelio y un compromiso más profundo con seguir a Cristo, quien es tanto nuestro Salvador como Sumo Sacerdote.