Romanos 1 es un capítulo profundo y sobrio en el Nuevo Testamento que profundiza en las consecuencias de rechazar a Dios. Escrito por el Apóstol Pablo, este capítulo sirve como una introducción a los argumentos teológicos y morales que presenta a lo largo de la Epístola a los Romanos. En Romanos 1:18-32, Pablo describe las ramificaciones espirituales, morales y sociales de alejarse de Dios, proporcionando una imagen vívida del descenso a la depravación que resulta de tal rechazo.
Pablo comienza afirmando que la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de las personas que suprimen la verdad con su maldad (Romanos 1:18). Esta declaración establece el escenario para comprender la gravedad de rechazar a Dios. Según Pablo, la humanidad tiene una conciencia inherente de la existencia de Dios y de su naturaleza divina, que es evidente en la creación misma. Pablo escribe: "Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios—su eterno poder y naturaleza divina—se han visto claramente, siendo entendidas por lo que se ha hecho, de modo que las personas no tienen excusa" (Romanos 1:20, NVI). Esto significa que la presencia y los atributos de Dios se manifiestan en el mundo natural, dejando a la humanidad sin justificación para negarlo.
A pesar de esta revelación clara, Pablo explica que las personas eligieron rechazar a Dios. "Porque aunque conocían a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido" (Romanos 1:21, NVI). Este rechazo no es meramente una postura intelectual o filosófica, sino una decisión deliberada de apartarse de la verdad. La consecuencia de esta decisión es un oscurecimiento del corazón y la mente, llevando a pensamientos fútiles y a una pérdida de discernimiento espiritual.
Una de las consecuencias más impactantes de rechazar a Dios, como lo describe Pablo, es el intercambio de la gloria del Dios inmortal por imágenes hechas para parecerse a seres humanos mortales, aves, animales y reptiles (Romanos 1:23). Esta idolatría representa una desviación fundamental de la adoración. En lugar de honrar al Creador, las personas veneran la creación, lo que lleva a una distorsión de valores y prioridades. Este intercambio significa una profunda degradación espiritual, ya que implica valorar lo finito sobre lo infinito, lo creado sobre el Creador.
Como resultado de esta idolatría, Dios "los entregó" a sus deseos pecaminosos (Romanos 1:24). Esta frase, "los entregó", se repite tres veces en este pasaje (Romanos 1:24, 26, 28), enfatizando la severidad de las consecuencias. Cuando Pablo dice que Dios "los entregó", quiere decir que Dios les permitió seguir sus inclinaciones pecaminosas, retirando su gracia restrictiva. Esta permisividad divina para perseguir el pecado conduce a diversas formas de corrupción moral.
Pablo menciona primero la impureza sexual como una consecuencia de rechazar a Dios. "Por lo tanto, Dios los entregó a los deseos pecaminosos de sus corazones a la impureza sexual para la degradación de sus cuerpos unos con otros" (Romanos 1:24, NVI). El rechazo de la verdad de Dios resulta en una distorsión de la sexualidad humana, llevando a comportamientos que degradan el cuerpo y violan la santidad de las relaciones sexuales tal como las ha destinado Dios.
La siguiente consecuencia que describe Pablo es un mayor descenso a pasiones deshonrosas. "Por eso, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. Incluso sus mujeres cambiaron las relaciones sexuales naturales por las antinaturales. De la misma manera, los hombres también abandonaron las relaciones naturales con las mujeres y se inflamaron en lujuria unos con otros. Los hombres cometieron actos vergonzosos con otros hombres y recibieron en sí mismos la debida retribución por su error" (Romanos 1:26-27, NVI). Aquí, Pablo destaca cómo el rechazo de Dios lleva a una completa inversión de las relaciones sexuales naturales, resultando en comportamientos que son contrarios al diseño de Dios.
El último "entregar" que describe Pablo es a una mente depravada. "Además, así como no consideraron que valía la pena retener el conocimiento de Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hagan lo que no se debe hacer" (Romanos 1:28, NVI). Una mente depravada es aquella que es moralmente corrupta e incapaz de discernir entre el bien y el mal. Esto lleva a una lista de vicios que Pablo enumera: "Se han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación. Están llenos de envidia, asesinato, contienda, engaño y malicia. Son chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, arrogantes y jactanciosos; inventan maneras de hacer el mal; desobedecen a sus padres; no tienen entendimiento, no son fieles, no tienen amor, no tienen misericordia" (Romanos 1:29-31, NVI). Esta extensa lista subraya la decadencia moral integral que se produce cuando la humanidad rechaza a Dios.
Pablo concluye esta sección con una observación escalofriante: "Aunque conocen el justo decreto de Dios de que quienes hacen tales cosas merecen la muerte, no solo continúan haciendo estas mismas cosas, sino que también aprueban a quienes las practican" (Romanos 1:32, NVI). Esta última consecuencia es quizás la más condenatoria. Indica una inversión moral completa donde no solo se practican comportamientos pecaminosos, sino que también se celebran y se respaldan. Esta aprobación social del pecado refleja una rebelión profundamente arraigada contra los estándares justos de Dios.
Las consecuencias de rechazar a Dios, como se describe en Romanos 1, son tanto individuales como comunitarias. A nivel individual, hay un endurecimiento progresivo del corazón, llevando a una pérdida de discernimiento espiritual y moral. A nivel comunitario, el rechazo colectivo de Dios resulta en una decadencia social, donde el pecado no solo es rampante, sino también normalizado y celebrado.
Al reflexionar sobre Romanos 1, es importante reconocer que la intención de Pablo no es meramente condenar, sino iluminar la necesidad urgente del evangelio. La sombría imagen que pinta de la condición de la humanidad apartada de Dios prepara el escenario para las buenas nuevas de la salvación a través de Jesucristo. Pablo está construyendo un caso para la necesidad universal de redención, que expondrá en los capítulos subsiguientes de Romanos.
El teólogo John Stott, en su comentario sobre Romanos, resume acertadamente el mensaje de Romanos 1: "El análisis de Pablo sobre la condición humana tiene la intención de mostrar que la humanidad está en un estado de rebelión contra Dios. No es solo que las personas sean ignorantes de Dios; están suprimiendo activamente la verdad sobre Él. Esta supresión lleva a una cascada de consecuencias, cada una más severa que la anterior, culminando en una sociedad que es moral y espiritualmente en bancarrota".
A la luz de esto, el mensaje de Romanos 1 sirve tanto como una advertencia como un llamado al arrepentimiento. Advierte sobre las inevitables consecuencias de alejarse de Dios y llama a los individuos y a las sociedades a regresar a Él. El capítulo subraya la seriedad del pecado y la necesidad urgente del poder transformador del evangelio. Como Pablo declarará más adelante en Romanos 3:23-24, "pues todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios, y todos son justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que vino por Cristo Jesús" (NVI).
Romanos 1 es un recordatorio poderoso de las consecuencias de rechazar a Dios, pero también nos señala la esperanza y la redención disponibles en Cristo. Nos llama a reconocer nuestra necesidad de Dios, a apartarnos del pecado y a abrazar la verdad vivificante del evangelio.